Newsletter
Newsletter

Me hago la remera





En el tren reciclador al que me venía resistiendo subir, contesté un mail que estaba ahí rebotando en mi casilla de este tipo con el que salí un tiempo hace unos 4 años (aunque parecen 1000). Estas cosas te vienen cuando estás llegando al límite se ve...
En realidad, el "salí" es ese eufemismo que uso yo para decir todo lo contrario; porque no salíamos, básicamente nos quedábamos adentro y sexo, sexo, sexo (un patrón que veo repetí con varios en mi vida de soltera) y en este caso, del bueno. Ni comidas afuera, ni idas al cine, ni compartir tiempo con amigos, ni programas de día. No, nada de eso.
Era básicamente un llamado, un mensaje de texto, acordar el encuentro (su casa, la mía, aunque más la mía porque me gustaba jugar de local en un juego medio desparejo) y agendar la noche. Eso implicaba una salida apurada de la agencia, comprar una botella de vino en el camino y un paquete de Prime.
Él seguramente llegaba con lo mismo en la mano pero yo no quería correr riesgos. Hablábamos poco o mejor dicho, él hablaba poco. A mí me ponía un tanto nerviosa y le contaba cosas compulsivamente y todo terminaba con él acercándose despacio y callándome. Nada de charlita.
Al principio el arreglo funcionó maravillosamente bien, me creía que era el paraíso. Lo mejor era la desinhibición absoluta; hay gente con la que te pasa eso de perder irremediablemente la cabeza aún siendo una controladora nata como soy y que nada más te importe. Horas antes de vernos estaba obnubilada por los nervios previos y el día después no podía hacer mucho más que reproducir cada minuto del encuentro, cada beso, cada tocada, cada caricia, cada cosa que me había dicho sin poder concentrarme en nada.
Durante un tiempo (ilusa de mi) supuse que en algún momento íbamos a pasar a otra etapa, que lo del sexo perfecto era síntoma de algo más y que tarde o temprano la cosa iba a tener algún ingrediente más emocional. Lo loco es que yo "creía" que quería eso. ¿Culpa? No creo, no fui de las culposas con el sexo. ¿Mandato? Puede ser. Yo creía que quería más pero aún así, por alguna razón no lo pedía.
Fueron unos meses de nada más que eso, encuentros apasionadísimos y quedadas a dormir que terminaban de la misma forma cada vez: él levantándose de la cama, dándose una ducha, vistiéndose y desapareciendo hasta la próxima vez que nunca sabía cuándo iba a ser.
Entre un encuentro y otro hablábamos poco, alguna llamada a horas insólitas, un mail, un mensaje de texto preparando el terreno. Ahora que lo pienso me queda claro qué era lo que me atraía: lo clara que la tenía en la cama. Como siempre, es una cuestión de ego, me gustaba esa mina en la que me convertía ese rato de cuerpos desnudos y manos y lenguas y ganas de hacer absolutamente TODO lo que me propusiese. Me gustaba que yo lo calentase tanto. Era básicamente eso. Me gustaba ser esa mina que lo volviese loco, la destinataria de eso mensajes de textos, de esas llamadas en la mitad de la noche. Salvo que duraba exactamente el tiempo que estábamos juntos y después pum, me convertía en calabaza el minuto que cruzaba la puerta.
Con bastante esfuerzo le terminé cortando la onda cuando conocí a alguien (convengamos que era bastante adictivo el tema). Acató mi pedido como un caballero aunque cada tanto nos volvíamos a cruzar porque él está en una productora con la que solemos trabajar y nos saludábamos cordialmente y punto.
El viernes coincidimos en un evento de un cliente con los chicos de la agencia y cada vez que lo veo a la distancia no puedo evitar que se me aparezcan las escenitas esas y hasta me da pudor verlo, pensar en las cosas que dijimos, las que hicimos. Ahí va el tipo con el que tuve el mejor sexo de mi vida, el tipo al que jamás le pude decir que no a nada.
El mail es simple y al punto y se ve que algo en mi actitud el viernes le hizo pensar que había terreno más que fértil para mandarlo. Yo creo que lo huelen, deben ser las feromonas.
¿Estás para ir a tomar un vino por ahí una de estas noches? Hace años que no nos vemos. Me dieron ganas de verte de repente.
Y algunos detalles más que me hace de su vida. Sé como termina esto: vino, manos que se hacen las distraídas en un bar, un beso, una escapada del bar a los apurones y los dos arrancándonos la ropa. Salvo que hoy quiero exactamente eso.
Dale. ¿Jueves a la noche te va?

¡Compartilo!

SEGUIR LEYENDO

Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo

Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo


por Redacción OHLALÁ!


 RSS

NOSOTROS

DESCUBRÍ

Términos y Condiciones


¿Cómo anunciar?


Preguntas frecuentes

Copyright 2022 SA LA NACION


Todos los derechos reservados.

QR de AFIP