
Aunque él tenga la teoría sostenida de que yo lo invité a salir múltiples veces, la primera vez que tuve una cita con Silvio fue porque él me llamó. Él es amigo de unas amigas y entonces compartíamos salidas y grupos más de una vez. Me parecía gracioso, un poco lindo, pero nunca lo había visto como un posible affair.
En su versión, la primera vez que lo invité a salir es cuando le pedí que me acompañara a buscar a una de nuestras amigas en común a Ezeiza. La realidad es que yo había sacado el registro unas semanas antes, manejaba el auto de mi papá y me daba miedo ir sola. Reconozco que fue un poco desubicado el pedido en función de la relación que teníamos... pasó que me lo crucé dos días antes y como nos llevábamos muy bien, me surgió pedirle eso. Y él accedió. De hecho, durante el trayecto, me cuasi-chocó un bondi desde atrás, y él se bajó para imponer autoridad. Entre nosotros no pasó nada.
La segunda vez que lo habría invitado a salir en su nada modesta hipótesis es cuando le dije de ir al cine. Pero sucedió que esa misma amiga en común (muy amiga de ambos) quería ver una película en particular y me dijo: ¿no lo llamás a Silvio que el otro día me dijo que también quería verla y yo estoy en clase hasta las once? Yo le chatee, con la calma con la que uno chatea con alguien cuando no hay tensión, y él me dijo que uh, no podía, cosa que a mí me importó cero.
Mucho tiempo después, no me acuerdo cuánto pero estamos hablando de meses, tenía dos entradas para ir a ver un stand up en el teatro y me acuerdo que les chateé a todos mis contactos del Messenger para ver quién quería ir. Entre ellos, Silvio, que me dijo otra vez que no podía, pero convirtió ese "no" en un inexplicable "Te debo una cita", a lo que yo le habré puesto algún emoticón poco definitorio para salir del paso.
Él me llamó a las semanas y me dijo algo así como que él me debía una cita y que fuéramos a tomar algo. (Él le dice a todo el mundo que yo lo invité a salir tres veces y que él, porque ya le parecía un exceso, terminó accediendo).
La idea era que yo lo pasara a buscar por su casa, de paso la conocía, y de ahí nos íbamos a tomar algo. Yo llegué a eso de las once, bastante nerviosa, toqué el timbre y cuando él me vino a abrir caminamos por un pasillo largo en silencio incómodo (como el de los psicólogos en el ascensor). Uno en las primeras citas está un poco sensible, es cierto, pero me acuerdo de lo primero que me llamó la atención, y no para bien: Silvio tenía prendido un sahumerio de vainilla. Yo detesto el enorme rubro de olores artificiales en el hogar. Me pueden traer el palito confeccionado manualmente por el más célebre alquimista de los palitos olorosos para el hogar y no me va a gustar. Incluso, estoy bastante en contra de que ahora la norma sea que todos los locales de ropa tengan un olor particular y que después la ropa que te comprás cargue con ese olor, a veces resistente a los lavados. Mi amiga con la que vivía había aceptado esta característica mía y a lo sumo muy de vez en cuando prendía una especie de corteza de árbol cuyo nombre no recuerdo, pero que da un olor mentolado y me resultaba también espantoso. En fin.
La cita fue muy exitosa y nos vimos de nuevo a los dos o tres días, y después de nuevo, después de nuevo y así. De más está decir que a dos años de aquel momento fundacional, nunca más se prendió un sahumerio ni en su casa, y mucho menos en la nuestra. Hay costumbres que mejor dejar enmarcadas en la tierna soltería.
Publicado por Silvia.
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