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Merlo, por una viajera puntana




Nací en San Luis, por pedido de mi abuela materna, y los 17 días regresé con mi madre a Buenos Aires. Un amigo me dijo que, seguramente, por eso me encanta viajar. Comencé a hacerlo desde los primeros días de vida.
Mi familia es de Balde, cerca de las salinas del Bebedero, un lugar de aguas termales que, poco a poco, se inserta en las listas de sitios especiales que curan mientras se disfrutan.
En una oportunidad, fui a conocer Merlo, la parte puntana pegadita a Córdoba. Me intrigaba su famoso microclima y, verdaderamente, pude comprobar que es un lugar muy especial, donde el temido estrés no tiene cabida; junto con otros factores, como las sierras que sirven de barrera para las corrientes de aire húmedo, convierte a Merlo en un pequeño oasis.
En el pueblo se encuentran el casco histórico y una zona residencial que cada vez trepa más sobre los cerros. Es que desde las alturas, todo resulta asombroso, casi una postal viva permanente.
Es muy interesante el llamado circuito Sur-Biocomechingones. Comienza en Papagayos, un bosque de palmeras caranday, con camping y balneario. Se pueden realizar cabalgatas, ir de pescar, hacer trekking y visitar a los artesanos. Compré unas muñecas muy lindas para llevar de regalo. También incluye la visita a Los Mollos (a 10 km de Merlo), donde se realizan avistajes de cóndores. Cada semana, se organiza un safari fotográfico, y hasta se pueden tomar baños naturales a la luz de la luna. También se pasa por Carpintería, con la opción de hacer parapente.
Un lugar aún no muy difundido, que resultó un excelente descubrimiento, es Mogote Bayo, una reserva natural donde se practica el llamado "turismo responsable": admirar, respetar y cuidar.
Hay miradores soñados en medio de la infinita montaña y diversas especies en extinción, como pumas, cóndores andinos, corzuelas, tabaquillos... Y gran variedad de plantas aromáticas y medicinales, como tomillo, carqueja, peperina (ideal para el mate) y poleo.
Imperdibles, el Salto del Tabaquillo y el Arroyo del Molino, con sus paisajes increíbles acompañados por sonidos particulares. Ideal para la práctica del senderismo. Sólo no faltó degustar una de las delicias del lugar, el famoso chivito puntano, regado por un buen malbec de la zona.
Siento un enorme orgullo de haber nacido en tan bello lugar del país.
Por María Beatriz Páez

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