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México mágico

A menos de 400 kilómetros del ruido del D.F., las coloniales San Miguel de Allende y Guanajuato desbordan de vida cultural, folklore y color




GUANAJUATO.- No hubo revuelo ni histeria ni nada. La fugaz visita de Johnny Depp a Guanajuato, donde el actor recorrió posibles locaciones para una película, hace menos de un mes, apenas mereció unas líneas en un par de diarios locales (muy por detrás de los titulares que se llevó la crisis financiera y sus inevitables coletazos en México). Algo parecido sucede con Antonio Banderas en San Miguel de Allende, donde el español se pasea como en su casa por las mismas calles donde filmó El mariachi o Pancho Villa , y donde incluso compró una propiedad.
Tampoco es cuestión de creer que aquí, en el corazón de México, las celebridades de Hollywood son tan habituales que directamente pasan desapercibidas. Pero sí es cierto que son cada vez más los productores que eligen estas encantadoras ciudades coloniales como set de filmación cuando buscan retratar el llamado México profundo . Porque, como dijo el director Robert Rodríguez (al frente de Once Upon a Time in México, entre otras producciones), estos lugares "tienen el aspecto que todo el mundo piensa que debe tener México".
Es decir, calles empedradas, casas de colores vivos, cascadas de flores que caen sobre los muros de adobe, músicos entusiastas y hombres que se llevan la mano al sombrero para el saludo riguroso.
Pero también son mucho más que eso. La ciudad de Guanajuato, a 360 km de México capital, es sede por ejemplo del evento cultural más importante del país -el Festival Internacional Cervantino, que se realiza por estos días-; tiene una universidad de prestigio mundial; un museo con más obras de Diego Rivera -hijo predilecto de Guanajuato- que cualquier otro de México (a excepción de los espléndidos murales que exhiben varios edificios públicos del D.F.); noches que bullen de vida y juventud alrededor del Jardín Unión, la plaza peatonal de laureles prolijamente podados; una asombrosa colección de cuadros dedicados a un héroe tan lejano a estas tierras como El Quijote, y varias iglesias que desafiarían a los templos más piadosos de Europa.
Una de ellas es La Valenciana, construcción de estilo churrigueresco cargada de oro, levantada a fines del siglo XVIII por don Antonio de Obregón y Alcocer en honor y eterno agradecimiento a su santo, San Cayetano. No era para menos: el hombre venía de descubrir la mayor mina de plata de todo México -La Valenciana, justamente-, la misma que coronó a Guanajuato como principal centro minero de la Nueva España y marcó el inicio de su época dorada.
Pero mientras la ciudad crecía en bonanza y esplendor, también sucumbía ante las crónicas inundaciones de sus ríos, que en dos ocasiones llegaron a sepultar a la población entera. Así, Guanajuato se convirtió en una ciudad en capas: sus habitantes la reconstruían sobre las ruinas de la anterior, siempre con las casas multicolores suspendidas unas sobre otras, pendiendo precariamente de una ladera rocosa.
Ya a nadie sorprende que de tanto en tanto, en una construcción o refacción, los desprevenidos obreros caigan de repente en algún siglo anterior. Sucedió por ejemplo hace diez años, cuando la ciudad encaró un megaproyecto para tender todos los cables bajo tierra. Entre otros notables hallazgos, debajo del soberbio edificio del teatro Juárez apareció como si nada el antiquísimo convento de San Diego.
Y los guanajuatenses, tan adeptos a las historias de fantasmas, tienen aquí material de sobra para afirmar con total naturalidad, por ejemplo, que "a fulano se le apareció mengana en el patio de su casa". Y mengana, cabe aclarar, es una monja que murió en el siglo XVIII y que hoy deambula por crujías y monasterios sepultados. O por la red de 17 túneles subterráneos que surcan las entrañas de la ciudad, túneles que en un principio se construyeron para encauzar las aguas torrentosas, aunque hoy ayudan a aligerar el tráfico y, de paso, a alimentar infinidad de leyendas.

Célebre y vanidosa

Otra que estuvo a punto de convertirse en fantasma fue San Miguel de Allende, hasta que en 1926 fue declarada monumento nacional. Desde entonces, la fama y la vanidad de esta coqueta ciudad colonial han ido en aumento, y se entiende por qué.
Con sus casas pintadas de ocre, anaranjado y ladrillo, San Miguel tiene los colores de un atardecer en el desierto. A cada vuelta de esquina hay una fuente barroca de agua, una puerta pesada de madera, una callecita sinuosa y empinada, un vendedor ambulante que parece sacado de una película de Cantinflas (que, dicho sea de paso, venía hasta aquí tan seguido que terminó comprando un hotel, La Ermita).
Y este año, San Miguel fue nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco, título que la ciudad de Guanajuato también posee desde 1988. Ambas comparten además la curiosa distinción de haber sido calificadas como pueblos mágicos por la Secretaría de Turismo. Esta última, en su afán de demostrar que México es muchos más que sol y playa, eligió 30 poblados que irradian una magia especial a través de su riqueza cultural, la hospitalidad de su gente y su encanto natural.
San Miguel, claro, cumple con todos los requisitos. Además, está relativamente cerca de la Ciudad de México (a 270 km), constituyendo una estupenda opción de escape para quienes buscan alejarse del estruendo y tumulto de la capital.
Otros que la eligen, pero esta vez para echar raíces, son los extranjeros, sobre todo los norteamericanos. Se calcula que hay entre cinco mil y diez mil gringos asentados en San Miguel de Allende, muchos de ellos jubilados que deciden pasar su vejez en estas tierras de clima templado, cielo diáfano y noches frescas (la ciudad está a casi 2000 metros sobre el nivel del mar). Los más jóvenes, en tanto, también llegan del Norte para pintar en las afamadas escuelas de arte de San Miguel y, de paso, aprender algo de español.
Así, entre tanta reliquia colonial hay también una moderna Iglesia Anglicana, una pequeña sala de cine con estrenos de Hollywood y una biblioteca que cuenta con la segunda colección más grande de libros en inglés en todo México.
Pero el ritmo que marca el pulso de San Miguel es decididamente latino. La vida pasa aquí por la plaza central, rodeada de bares, galerías de arte y negocios de artesanías. Y siempre dominada por las torres rosadas de la parroquia de San Miguel Arcángel, obra de un humilde albañil –Zeferino Gutiérrez Muñoz– que en 1880 copió la catedral gótica de Colonia, Alemania, de una postal. Otra buena razón para incluir a San Miguel dentro del circuito, si no mágico, al menos sorprendente.

DATOS UTILES

Cómo llegar

LAN tiene dos frecuencias diarias a la ciudad de México, a partir de US$ 1065 (precio final en económica) o 4294 (precio final en premium business). Informes: 0810-9999-LAN (526); www.lan.com
Desde allí son 360 km a ciudad de Guanajuato y 270 km a San Miguel de Allende. Hay frecuencias diarias en ómnibus desde el D.F. por unos US$ 30 y 20 a cada ciudad, respectivamente.

Dónde dormir

  • San Miguel de Allende. Para viajeros exigentes, Casa de Sierra Nevada es un hotel boutique cuyas 33 habitaciones y suites están en mansiones coloniales de los siglos XVI y XVII. Los precios promedio son de US$ 370 por persona, en habitación doble.

    www.casadesierranevada.com
  • Guanajuato. El hotel Quinta las Acacias abrió hace 10 años en una casa estilo francés de 1890, de la época del porfiriato (de gran influencia europea). Las tarifas de las 20 habitaciones y suites están entre US$ 210 y 400.

    www.quintalasacacias.com

Muertos vivos I

Además de la colección cervantina o de la casa natal de Diego Rivera, dos imperdibles de Guanajuato, la ciudad es famosa por tener otro museo bastante menos convencional que los anteriores. Se trata del llamado Museo de las Momias, que en realidad no es otra cosa que una impresionante colección de 112 cuerpos deshidratados, prolijamente exhibidos detrás de una vitrina. La historia dice que, a mediados del siglo XIX, el gobierno comenzó a retirar de los féretros del camposanto los cadáveres que nadie reclamaba. Y vaya sorpresa cuando se topó con cuerpos perfectamente conservados, algunos incluso con las huellas digitales visibles (en 1865 se inhumó el primer cadáver, mientras que el último fue en 1985). Y parece que no es la particular composición de la tierra lo que conserva los cuerpos, como en un momento se creía, sino una combinación de factores como el tipo de agua de la región (rica en cromo, lo que inhibiría la proliferación de bacterias), la falta de oxígeno y la sequedad del ambiente. Tanta fama cobraron las momias, que ahora un grupo de ellas se va de gira a Chicago, Los Angeles y Las Vegas. Nada mal para quienes en vida seguramente jamás cruzaron las fronteras de México.

Muertos vivos II

Aunque tanto San Miguel de Allende como Guanajuato tienen una agenda cargada de fiestas y festivales –desde el Festival del Mole hasta el de Cortometrajes o incluso el de Globos Aerostáticos–, la celebración por excelencia es, como en todo México, el Día de los Muertos, el próximo domingo. Y desde varias semanas antes, por todos lados comienzan a venderse los tradicionales cráneos azucarados, la flor de cempasúchitl (la flor de los muertos) y los esqueletos sonrientes. Según la creencia popular, el 2 de noviembre es el día en que las almas de los fallecidos regresan para visitar a los vivos. Y es tiempo de festejos, nada de lamentos. Así, en las casas se montan altares con las fotos de los difuntos y aquellos placeres que los deleitaban en vida, como dulces, cigarros y tequila. Y parece que según la región, los muertos tienen sus preferencias culinarias. En Guanajuato, por ejemplo, el tamal del difunto se prepara con maíz azul, al que se agrega queso y chile. Bon appétit.

No son tan malos...

No son pocas las voces que se alzan en contra de la masiva presencia de extranjeros en San Miguel de Allende: que se están apoderando de todo el patrimonio histórico, que están disparando los precios de las propiedades, que le están quitando toda autenticidad al lugar... Verdad o no, vale remarcar que la comunidad extranjera, por otro lado, ha creado unas 100 organizaciones no lucrativas en la ciudad, muchas veces en asociación con grupos locales o con la Municipalidad, para mejorar la calidad de vida de sus habitantes. En los últimos tres años, por ejemplo, donaron 7 millones de dólares a proyectos y fundaciones. Algunas de estas últimas son Vita Novis (trae médicos norteamericanos para brindar consultas gratuitas a personas de escasos recursos), Kids Firts (realiza cirugías ortopédicas gratuitas a niños) o Feed the Hungry (tiene 25 comedores en comunidades rurales).

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por Redacción OHLALÁ!

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