

Un duty free es equivalente a una juguetería para grandes que no han dejado de ser chicos. Don Fulgencio con pasaporte. Nos tienta y convertimos la tarjeta de crédito en una alfombra voladora. También se parece a un supermercado, por las promociones. Y por la creencia errónea de que los precios bajos de una oferta se pueden extender a todas las góndolas.
Generalmente, entre mirar una vidriera y decidirse a entrar en un negocio hay un tiempo para pensarlo. Es la gimnasia del window-shopping. Uno saca cuentas, compara con los valores de casa, piensa en la diferencia en el cambio, pasa a mirar y a veces compra. En los aeropuertos ese paréntesis es muy breve. El impulso es instantáneo porque en cualquier momento tenemos que embarcar.
Miami es un paraíso de compras hasta el punto de que los turistas son capaces de perderse un día de playa por ir al centro, encerrarse en un centro comercial o llegar hasta un outlet por lejos que esté. Pero el duty free es otra cosa. En general, los precios de algunas mercaderías no tienen gran diferencia en los free shop de otros aeropuertos. Recordemos que su exclusiva ventaja real es que algunos rubros están exentos de pagar los impuestos que son muy altos en alcohol, perfumes y tabaco. En los otros (ropa, electrónica, chucherías), los precios pueden ser iguales o mayores que en cualquier comercio.
En general, el viajero frecuente no compra en un solo lado. Sabe por experiencia que hay ventajas y desventajas no sólo en costo, sino en surtido y comodidad en cada destino. Incluso recuerda los precios en vuelo cuando pasan el carrito. O se lleva la revista de a bordo para recordarlos en otro vuelo.
En el free shop de Ezeiza, por ejemplo, conviene la compra por anticipado. Uno arma su canasta, la puede pagar en pesos y la retira al volver. En Miami hay que pagar antes de subir al avión y retirar el pedido en las puertas del embarque, que a veces se congestionan y se pueden confundir las bolsas.
Los precios suelen ser parecidos, pero no todas las marcas están en cualquier lugar. Un perfume que no tienen en Ezeiza se puede encontrar en Miami. Y viceversa. Lo mismo ocurre con las promociones que suelen ser convenientes en run o vodka lo mismo que pagar dos botellas de whisky y retirar tres.
Es como ir al supermercado y comprar solamente lo ofrecido en los avisos. Ezeiza se ha convertido en una tienda gigantesca, mientras que Miami tiene pocos locales y esparcidos. En los precios de alcohol, perfumes y tabaco no he visto gran diferencia. En los otros rubros, creo que conviene comprar en los negocios comunes, aprovechar liquidaciones o los saldos que no existen en los free shops. En otras partes, por ejemplo, Madrid, París, Francfort o Amsterdam, hay otro tipo de negocios porque al margen de los rubros específicos las grandes tiendas y marcas buscan presencia publicitaria con precios convenientes: Hermes, Harrod´s, etcétera. Lo mismo pasa en el Caribe, donde en algunas islas, por ejemplo St. Marteen o St. Thomas, se especializan en joyas, relojes o cámaras fotográficas de alta gama. Así como no hay dos ciudades iguales, tampoco hay dos duty free similares. Y en ese sentido, la experiencia o el boca en boca de amigos y parientes es el mejor consejero.
Por Horacio de Dios
Para LA NACION
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