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MilánDonde la riqueza sorprende, la moda deslumbra y el pasado revive




MILAN. (El Mercurio, de Chile. Grupo de Diarios América).- "Milán es la Pittsburgh de Europa", me advirtieron. "Es como Santiago", agregó otro supuesto experto. "No, ni siquiera. Es una ciudad industrial. Puras fábricas y camiones. No tiene gracia alguna." Milán, claro, sí tiene gracia y muchas.
Como, además, es lo primero que conocí de Europa -la ciudad por donde accedí al Viejo Continente-, reconozco que no soy muy objetivo. Milán fue mi Madrid. Y desde entonces, todo lo que es europeo lo comparo con esta elegante ciudad que huele a humo, espresso y perfume caro.
Después de Milán, conocí Venecia; me decepcionó por predecible y dèjá vu. París me pareció vulgar, atiborrado y turístico. De Londres sólo recuerdo el metro y el frío. Milán para mí es lo mejor.
A diferencia de otras ciudades europeas, Milán tiene la suerte de estar fuera del circuito, por lo que uno puede perderse en sus calles pensando que es el único turista. Y digo turista porque extranjeros hay, pero los que llegan a Milán llegan con su propósito: vienen a trabajar, a sacar ideas, a negociar, a ir a ferias o a invertir. Muchos, incluso, llegan a Milán a jugar fútbol, editar libros o modelar.
Y aquí nos topamos con la única desventaja que tiene Milán si uno no pertenece a la casta de los supermodels. Milán es enfermantemente elegante. Todo es belleza, estilo, moda, apariencia. Pero no es una ciudad light ni sobreestilizada. Ni siquiera sus palabras. La elegancia de Milán es sutil, con colores tierra, discreta, interna más que externa. Como la estética de Giorgio Armani, que es como el alcalde de la ciudad, con frescos suyos pintados en las paredes y su nombre escrito donde uno vaya. Todo, a decir verdad, parece tocado por Armani en Milán. Caminar por el centro es como interrumpir un desfile por sus pasarelas. Todos se visten en esta ciudad como si hubiese un fotógrafo escondido detrás de cada semáforo.
Sólo en Milán uno se vuelve tan consciente de su aspecto y sólo en Milán uno se deprime por no estar a la altura. Milán, en ese sentido, no es una ciudad democrática y el racismo de la belleza y la elegancia se hace sentir. Una chaqueta que cae mal o los pómulos demasiado salidos son motivos para desplazar al prójimo. Por eso, todos en Milán se esfuerzan para no desteñir. Desde los niños con sus trajes Benneton hasta los ragazzi arriba de sus motos con sus jeans y sus chaquetas, y los oficinistas vestidos de alta costura pasando por los obreros más autoconscientes del mundo. En la Via Montenapoleone, hasta las panaderías parecen boutiques y en el barrio de la Bolsa de Comercio se respira tanta ambición como buen gusto. Quizá por eso a Claudia Schiffer le gusta tanto Milán: es la única ciudad del mundo donde puede pasearse por las calles sin que nadie la mire. En Milán, la Schiffer apenas es una rubia. E Isabella Rosellini tiene el look de la chica que te corta el boleto en el metro.
Milán no es la capital del diseño y la moda por casualidad. II Duomo deja a las otras catedrales de Europa como viviendas prefabricadas y la Galería Vittorio Emanuele no sólo es el primer mall del mundo, es el más alhajado y con más clase.
Aquí la belleza física compite, palmo a palmo, con la belleza estética. Aquí laelegancia no es un negocio más. Es una tradición milenaria.
Mal que mal, el canon por el que se juzga lo que es bello se fraguó acá. Recordemos que sólo en Milán está la Scala y que el fresco de una de sus iglesias está decorado con algo llamado La Ultima Cena.
Con razón que la gente odia Milán. En Roma se sienten vivos; en Florencia, cultos. En Milán, en cambio, se sienten feos.
Alberto Fuguet

El arte figura en una agenda bien completa

MILAN.- Importante centro comercial e industrial que se caracteriza por su trascendencia política y económica, esta ciudad también es conocida como la capital cultural de Italia.
En la época romana, se la conocía por Mediolanun (en la mitad de la llanura), activo centro comercial y sede del emperador de Occidente. Después de la invasión de los bárbaros, la incursión francesa, las dominaciones española y austríaca, entró junto con todo Lombardía a formar parte del reino de Italia, en 1866. Por su gran crecimiento industrial, Milán es el centro financiero de Europa del Sur. Se dice que un tercio del comercio con el exterior pasa por Milán.Y es evidente que la urbanización y la industrialización se vieron afectadas por las migraciones internas, después de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, Milán es sinónimo de cultura en Italia. Por eso, cuando decida visitarla no deje de recorrer la Piazza del Duomo, centro geográfico de la ciudad. Las calles principales convergen en este lugar preferido por miles y miles de turistas de todas las latitudes, que además de adquirir o mirar ropa y calzado de alta calidad y tantos otros objetos diversos, se detienen asombrados ante las artesanías de otros países ofrecidas por vendedores indocumentados de origen asiático ataviados con sus trajes típicos orientales.

Una obra imponente


Allí se levanta con todo esplendor la catedral, el Duomo, la más importante construcción arquitectónica de estilo gótico existente en Italia. Comenzó a construirse en 1386. Tiene 157 metros de largo y 66 metros de ancho. Adornan su estructura externa 135 agujas y 2245 estatuas. Desde la Aguja mayor o cúspide más alta, a 108 metros de altura, domina toda la Piazza del Duomo la estatua de cobre dorado de la Madonnina, símbolo de Milán. Desde este lugar se aprecian el Palacio Real y el del Arzobispado, y se llega a la Galleria Vittorio Emanuele, construida en el siglo XIX, famosa por sus elegantes negocios y lujosos restaurantes.
También con sólo cruzar la Piazza del Duomo se descubre la Rinascente, la tienda más importante de la ciudad que, además de exhibir todas las novedades de la moda actual, presta a sus clientes y visitantes una serie de servicios diversos, como informaciones en varios idiomas, estacionamiento gratuito, agencias de viajes, cafés, restaurantes, entre otros, y en especial el servicio de reembolso del IVA para los turistas extranjeros.
Basta tan sólo recorrer la Galleria Vittorio Emanuele en toda su extensión para poder admirar el Teatro Alla Scala de Milán, verdadero templo mayor del arte lírico de Italia y el primero del mundo.
La Scala, diseñada por el arquitecto Giuseppe Piermarini, es de estilo neoclásico y tiene capacidad para 3000 personas. Se inauguró en 1778, con la presentación de la ópera Europa Reconosciuta, de Antonio Salieri. Durante la Segunda Guerra Mundial fue parcialmente destruida y reedificada, y abierto al público en 1948.

Otros tesoros

En este mismo lugar, donde se levanta hoy el complejo de la Scala, formado por el teatro lírico, el Museo Teatral, la Piccola Scala, el Laboratorio de Escenografía y la Escuela de Ballet, se había construido en 1381 la iglesia de Santa Maria della Scala por iniciativa de Regina della Scala, esposa de Bernabo Visconti. Más allá de la Piazza Scala, se encuentra la famosa Pinacoteca di Brera, en el palacio homónimo del siglo XVII, que cuenta con 38 salas de exposición de cuadros, frescos y retablos de notables artistas europeos. También atesoran obras maestras el Museo Poldi-Pezzoli, la Biblioteca Ambrosiana y el Museo de la Ciencia y de la Técnica, entre otros. Si en cambio prefiere recorrer iglesias, las más importantes son las de Santa Maria Delle Grazie, la de San Nazaro Maggiore, San Simpliciano, la de Santeustorgio, entre las más antiguas, pero no abandone la ciudad sin haber conocido la Basílica de San Ambrosio, prototipo de todas las basílicas de estilo románico de Lombardía, construida en el 386.
La basílica posee dos campanarios: el Campanile dei Monaci y del Canonici, que expanden su sonido especialmente los 7 de diciembre, Día de San Ambrosio, patrono de Milán.
Rosa Majián

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