

Ella se come la ensaladita con mezclum de hojas verdes y apenas un poquito de pollo sin piel, con agua sin gas (mucha) y tal vez una fruta. Pero claro, ella, ahora ha decidido que la mejor manera de amenizar las tardes de oficina en la agencia son de la mano de un espléndido Frapuccino (sin crema batida encima) y atrás quedan las verduritas de la primer mitad del día.
Eso. Lo confieso. Me hice adicta al Frapuccino y a eso de las 3 y media de la tarde me invade un incontrolable síndrome de abstinencia y tengo que correr a comprarlo. No corro, por supuesto. Apenas camino para no levantar temperatura y llegar en una pieza de vuelta a la agencia con mi vasito congelado en mano y la pajita en la boca.
-Ciento y algo de calorías, eh...
La recepcionista tiene como función en esta vida meterse en la de los demás.
-Como un yogurt, nena. No me rompas.
-La próxima vez traeme uno entonces.
-Hecho. Y vos no me contabilices la calorías que para eso están mis caderas. Y ya lo dijo Shakira, My hips don´t lie, baby.
Y camino por la agencia meneándome hasta mi escritorio.
Frapuccino.
Otra de las razones para amar el verano.
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