

PUERTO IGUAZU, Misiones-. El Parque Nacional Iguazú es, para casi todos sus visitantes, sinónimo de un complejo de cataratas de relevancia internacional. Pero más allá de las zonas puramente turísticas que se concentran alrededor de las cataratas, hay un total de 55.000 hectáreas de selva y monte nativo que impactan por su densidad.
Hay una ruta nacional, la 101, que atraviesa la médula del parque para morir, allá lejos, en la localidad de Bernardo de Irigoyen, el famoso punto más oriental de la Argentina continental que se memoriza en la escuela.
Ese camino, que nace cerca del Aeropuerto Internacional de Iguazú, carece de pavimento. Es plenamente transitable, siempre y cuando no llueva copiosamente. En ese caso, un todoterreno brinda más posibilidades de llegar sin novedad.
Un circuito posible para quienes terminan su estada en Puerto Iguazú, luego de haber admirado las cataratas, es emprender el viaje a Bernardo de Irigoyen para, desde allí, por pavimento, recorrer la provincia por su espina dorsal (la ruta nacional 14).
Otra opción -recomendable para quienes hacen base en Puerto Iguazú y desean sacarle provecho a su 4x4 en lugar de tenerla en la cochera del hotel- consiste en un paseo de medio día al pequeño y remoto pueblo de Comandante Andresito.
Poniendo en cero el odómetro en el Destacamento de Gendarmería, al comienzo de la ruta 101, es decir al dejar el pavimento que lleva al aeropuerto, se ingresa en una cinta roja que no se abandonará hasta el regreso.
El parque es un mundo sombrío: el rojo de la huella, el verde de los vegetales que casi asfixia al camino y la angosta franja de cielo que asoma entre las copas de los árboles.
Justamente una de las peculiaridades de esta selva son las especies que se observan en las copas de los árboles. Además de monos y aves, se pueden ver plantas que crecen arriba en busca de luz. El camino de tierra continúa entoscado en partes y con algunos estancamientos de agua. Si no llueve, no hay mayores problemas. En caso contrario, el barro conspira contra los neumáticos.
Tras unos 34 kilómetros de andar por el área del parque, se llega al final del área protegida. El paisaje cambia completamente. Aunque el verde es de rigor, ahora es campo y no monte tupido lo que predomina.
Después de un breve trayecto se llega al caserío de Cabure-i. Se ven varias casas y algún almacén. Tampoco suele faltar un carro con bueyes.
Un par de kilómetros y se toma a la izquierda durante unos 5 más, para volver a virar a la derecha. Los últimos 7 kilómetros muestran tupidos bosques donde las especies nativas, como el lapacho, el quebracho y el pindó dieron paso al pino comercial.
Una vez en Andresito se puede pasear por un conjunto de manzanas con casas de madera y amplios potreros donde los chicos juegan descalzos mientras siguen con su mirada los movimientos de los insólitos visitantes.
Muy pocos viajeros llegan hasta allí y, realmente, muy poco hay para ver, excepto la forma de vida de los misioneros de tierra adentro, esos hijos de guaraníes, brasileños, polacos o ucranios que, ante la pregunta "¿de dónde es su familia?", contestan "de aquí, señor, de Misiones".
Datos útiles
Cuándo viajar
- La mejor época es en invierno. Puede llover en cualquier momento del año y ésa es una variable por considerar al emprender circuitos por caminos de tierra.
Rumbo a Andresito
- El camino está entoscado y, cuando llueve, el manejo se hace más fácil sobre el fango colorado. En contrapartida, es muy áspero cuando se circula con el piso seco.
Oferta hotelera
- La ciudad ofrece hoteles de categoría con estacionamiento propio a precios muy competitivos en un entorno selvático y, por sobre todo, de absoluta seguridad. Hotel Cataratas, informes por el (03757) 421220; Hotel Internacional, informes por el (03757) 420748.
Para tener en cuenta
El temor a los insectos es infundado. Cualquier repelente basta para evitar las picaduras de mosquitos y jejenes. Las mariposas son legión y su variedad va más allá de lo imaginable. Es poco probable tener algún contacto con ofidios u otras alimañas.
El temor a los insectos es infundado. Cualquier repelente basta para evitar las picaduras de mosquitos y jejenes. Las mariposas son legión y su variedad va más allá de lo imaginable. Es poco probable tener algún contacto con ofidios u otras alimañas.
Sergio Zagier
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