
Cuando se ingresa en Chiloé, el rasgo que se destaca con más fuerza es la presencia de la mitología en la vida del chilote. Los nombres de las extrañas criaturas se repiten en barcos, restaurantes y hoteles. La tradición oral y el canto colectivo tienen tanta vigencia como en los antiguos pueblos celtas.
Cuando las mujeres del campo van a buscar huevos al gallinero, saben que alguno de ellos puede esconder el basilisco, animal con cuerpo de serpiente y cresta de gallo que mata con la mirada.
Los niños de Chiloé no conocen al cuco, pero tienen pavura de que el Invunche se cruce en su camino. Este personaje es un ser deforme con la cabeza vuelta hacia atrás y una pierna pegada al espinazo. Las machis, que son las curanderas mapuches, aprecian su carne más que nada ya que, según dicen, puede curar cualquier enfermedad.
Casi todos creen que abundan los brujos, personas que han hecho un pacto con el diablo, y adquieren poderes sobrenaturales. El pacto se hace en un sitio poco conocido: la cueva de los brujos .
El contacto y la influencia del mar en las leyendas chilotas se refleja, sobre todo, en la presencia del Caleuche, la nave fantasma tripulada por locos, que navega perdida por las aguas del archipiélago. Es casi imposible verla, utiliza los delfines y toninas como mensajeros, y quienes tienen la desgracia de toparse con ella terminan irremediablemente locos.
También las sirenas habitan las heladas aguas chilotas, peinando su larga cabellera con peine de oro. La Pincoya es la sirena que prenuncia con su mirada al mar una buena temporada de pesca. Si su mirada se vuelve hacia la costa, en cambio, la pesca será escasa y los campos sufrirán sequías y malas cosechas.
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