Así estamos, apilando carilinas en las sábanas (ahora ya pasé al papel higiénico porque me quedé sin) y tomando sopitas calientes que simplemente preparo con agua del termo que tengo al lado (que también me ayuda con el mate). Excitante. Ni siquiera un poco de fiebre que me lleve a un sueño profundo. Nada, mocosa y de un humor de perros.
Mamá viene a casa con el termómetro y me toca la frente con una mano como hacía cuando era chiquita y antes siquiera de que me lo ponga, confirma:
-No, no tenés fiebre.
Y me da un beso en la frente mientras desaparece a la cocina a prepararme un té y lavar los cacharros sucios que se fueron acumulando. No importa cuán grandota estés, a veces las manos de tu vieja en la frente te hacen sentirte mejor y te das cuenta de que a veces y para algunas cosas, siempre vas a ser una mocosa de miércoles.