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MONGOLIA

En uno de los rincones más lejanos del mundo, este país recibe a los que se animen a tocar el cielo con las manos




ULAN BATOR.- Salvo por consideraciones ecológicas, este país podría ser un verdadero paraíso para los fanáticos de los vehículos con tracción a cuatro ruedas; las inmensas extensiones de Mongolia carecen por completo de alambrados y se puede transitar por su ondulado terreno indefinidamente y en cualquier dirección.
Esto se debe a que muchos de sus habitantes tienen una existencia nómada y el territorio es común a todos, pudiendo emplazar sus características carpas redondas donde quieran, y pastar sus cabras, caballos y camellos a voluntad. Para rotar los pastizales trasladan sus animales y sus viviendas hasta cuatro veces por año.
El turista que busca escenarios y costumbres inusuales encuentra en Mongolia una forma de vida ya casi extinguida en gran parte del mundo.
Los mongoles conocen muy bien el dólar y ya están perfectamente habituados a cobrarles el quíntuple a los extranjeros que a sus conciudadanos (hay que regatear), pero en muchos aspectos Mongolia está en los comienzos de su inevitable integración al mundo occidentalizado.
Es un país grande y está casi vacío, con menos de dos millones y medio de habitantes, un cuarto de los cuales están concentrados en la capital, Ulan Bator.
Tiene pocos kilómetros de caminos pavimentados y una buena parte del resto es una maraña de huellas en el terreno. El automovilista que no se haga acompañar por un baquiano necesitará de una buena brújula porque virtualmente ninguno de los infinitos cruces y bifurcaciones disponen de señalización.
A los choferes locales, en cambio, se los ve zigzaguear raudamente por esa trama de senderos, sin mapas y aparentemente casi sin consultar el horizonte ni otras referencias.
Debido al constante paso de vehículos se forman baches y serruchos. De esta manera, los rodados comienzan a transitar un metro o medio hacia el costado, y así sucesivamente: el camino, en esencia, avanza lateralmente.
Sobrevolando Mongolia se observan muchos caminos que tienen tres, cuatro y hasta diez senderos paralelos. Y debido a la naturaleza del terreno árido o semiárido, las huellas ya en desuso tardan muchos años en ser recubiertas por la débil vegetación, de la cual dependen las manadas de los nómadas.

A la huella, a la huella...

El desplazamiento lateral de las sendas está devorando gran parte de la superficie del país. Para evitar este inconveniente se pide circunscribirse a las huellas ya existentes, pero esto generalmente es desoído, por los propios lugareños antes que nadie.
Debido a la ubicación geográfica de Mongolia y a la restringida cantidad de opciones (pocas aerolíneas llegan y no hay rutas internacionales), casi todos los visitantes arriban vía Rusia o China por avión o tren. En cualquiera de los dos casos, hay que ir primero a la capital.

Con estilo soviético

Notable dicotomía la de Ulan Bator. En gran medida es una típica ciudad al estilo soviético, como corresponde a la capital de un país que fue satélite de la desaparecida URSS: anchas avenidas perpendiculares entre sí, una amplia plaza central, grandes edificios gubernamentales y monobloques residenciales mal mantenidos.
Pero además tiene suburbios formados por las carpas, llamadas ger (conocidas en otros países como yurtas), de ex nómadas que se asentaron definitivamente en este lugar, pero que siguen viviendo en dichas estructuras móviles.
Es el equivalente mongol de los asentamientos norteamericanos formados por casas rodantes que difícilmente volverán a conocer el éxtasis del camino.
Las ger tienen una estructura plegable de varillas de madera, recubierta de fieltro. La diferencia entre las ger -que forman barrios en las afueras de las ciudades mongolas- de aquellas otras que aún subsisten móviles y solitarias, o en pequeños grupos, en las estepas y semidesiertos, es que a las primeras se les han construido empalizadas de madera como protección contra los fuertes y constantes vientos.
La mayoría de los mongoles que viven en las ciudades usa ropa occidental, pero hay todavía un porcentaje que viste la tradicional túnica (para hombres y para mujeres) llamada del. Con ella se calzan botas de cuero.
Ulan Bator está construida en la ribera norte del río Tuul o Tuul Gol (río en mongol se dice gol).

Cerca de Siberia

Llegar hasta Mongolia y contentarse con conocer solamente Ulan Bator sería una lástima. En las provincias aguardan diversos puntos de interés, pero el desierto de Gobi, uno de los más famosos del globo, sobresale. Las grandes extensiones se ven bastante menos inhóspitas de lo que uno se imagina al escuchar su nombre; todas sus regiones tienen su atractivo.
Pero también hay zonas montañosas en el norte y el oeste del país. Al Norte, la zona del lago Hövsgöl -no lejos de Irkutsk y del lago Baikal en la Siberia meridional- ofrece los encantos de las paisajes de tipo alpino.
En el Oeste está la agreste cordillera del Altai, el casi legendario foco centrífugo de tantos e imparables movimientos migratorios que hicieron temblar el mundo y que dio su nombre a toda una familia de idiomas que incluye el mongol, el turco y el coreano.
Otro foco de interés es Jarjorin, a 400 kilómetros de la capital, porque el nombre es una corrupción de Karakorum, la capital del imperio mongol antes de su traslado a Pekín; las ruinas aún existen; sin embargo, dan pocos indicios de lo que fue aquello.
Hay dos puntos, en las cercanías de Ulan Bator, que aún el viajero que dispone de poco tiempo no debe dejar de visitar.
Uno de ellos, apenas más allá del límite de la ciudad, es el Chínguis Jan ürgüü, o palacio de Gengis Kan. Chínguis Jan es la verdadera pronunciación del nombre del conquistador medieval, el mongol más famoso de todos los tiempos.
El ürgüü es una suerte de miniDisneylandia chinguisjaniana, con reconstrucciones de sus lujosos ger y de los impresionantes carros de gigantescas ruedas con los cuales se los desplazaba íntegros, sin desarmar. Se ofrecen allí también paseos en camello y prácticas de tiro con arco y flecha a blancos formados por pieles tensadas.
El otro destino próximo a la capital (80 kilómetros) es Terelj, un lugar tipo alpino con infraestructura turística.
El árbol más difundido en las zonas de Mongolia que tienen bosque es el alerce, una conífera con la contradictoria costumbre de no ser perenne. Pierde sus hojas cada año; en otoño esas áreas adquieren hermosos tintes ocres.

Cuando calienta el sol

La mayor parte de los aproximadamente 6000 visitantes extranjeros (muchos de ellos japoneses y alemanes) que recibe Mongolia al año llega en verano, cuando la temperatura asciende a 40 grados. Y es en verano -a mediados de julio- que se puede presenciar el festival de Naadam, en el que los mongoles compiten en lo que llaman los tres deportes varoniles: la lucha libre, las carreras de caballo y el tiro con arco y flecha.
En invierno se cierra buena parte de la reducida infraestructura turística. El último invierno en la capital hizo 30 grados bajo cero durante 25 días consecutivos.
Las épocas más agradables son, por lo tanto, la primavera y el otoño, si bien son las temporadas en que más sopla el viento, más aún que en el invierno.
Nicolás Meyer

Gritos de libertad

La república independiente de Mongolia fue conocida como Mongolia Exterior para diferenciarla de Mongolia Interior, territorio contiguo que se incorporó a China.
En el siglo XIII fue el corazón del más grande imperio terrestre de todos los tiempos, pero en el XVII cayó bajo sus vecinos al Este, los manchúes, que para ese entonces también habían conquistado China e instalado su propia dinastía allí. Mongolia pasó así, a formar parte del dominio chino.
Con el fin de la dinastía manchú, Mongolia Exterior declaró su independencia en 1911. Los chinos la recuperaron ocho años después, pero los mongoles los volvieron a echar, esta vez con la ayuda de la flamante Unión Soviética y establecieron una república comunista en 1924: fue la segunda en el mundo, si se exceptúan breves intentos fallidos en otros países.
Las tropas de Moscú se afincaron entonces aquí. A comienzos de esta década llegó la retirada rusa. Hoy Mongolia es una república democrática.

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por Redacción OHLALÁ!

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