
Tomar sol sobre la fina y blanca arena de las paradisíacas Maldivas en pleno Moscú, a miles de kilómetros de cualquier playa más o menos cálida, es el sueño de muchos moscovitas. Ahora, el sueño es una realidad.
Beach Club -el complejo situado a media hora del centro, en uno de los escasos barrios de la ciudad que pueden presumir de ecología relativamente limpia- es una de las once zonas de baño que abrieron el 1° de junio la temporada de playas en Moscú, según la agencia de noticias EFE.
Hasta 1500 personas pueden acceder a las dos playas de Beach Club, siempre que puedan permitirse pagar entre 1000 y 4000 rublos (entre 14 y 55 euros), según sea día laborable o fin de semana, o si prefieren la zona VIP, para 500 personas, a la común, con capacidad para las mil restantes.
Con algo de imaginación, es posible olvidarse de que a pocos metros acaba el paraíso y empieza una de las ciudades más populosas y contaminadas del mundo. El puerto deportivo con lujosos yates, un glamoroso restaurante que sirve cócteles tropicales, zonas para practicar deportes y hasta una pista de baile son una buena ayuda para conseguirlo.

La empresa que gestiona las instalaciones renueva todos los años la arena que trae desde las Maldivas.
El invierno es duro y largo en Rusia, con pocas horas de luz y meses de cielos cubiertos, por lo que el corto verano es aprovechado al máximo por los rusos. Cuando el calor se instala sobre las llanuras y estepas rusas, entre los meses de junio y la primera mitad de agosto, los urbanitas -cargados de víveres y bebidas espirituosas como si no hubiera un mañana-, emprenden el viaje de vuelta hacia sus raíces.
En coche o en tren, escapan lejos de las ciudades que hasta hace menos de un siglo, incluso unas pocas décadas para muchos, eran una rareza en el modo de vida ruso, en esencia agrícola.

Créditos: Pixabay
Muchos van a sus "dachas", las casas de campo estivales que a menudo sólo pueden disfrutarse en verano al no tener calefacción. Los más afortunados pueden viajar a destinos de sol y playa, en el sur de Rusia o en el extranjero.
Aquellos que no tienen "dacha", ni coche ni ganas de tomar un tren, pasan sus fines de semana a la sombra de los parques o al sol de las playas urbanas.Incluso en medio de la crisis económica, Moscú ha seguido renovando sus decenas de parques y adaptando sus lagos y ríos para el baño público.
"Tenemos tecnologías que nos permiten mejorar la calidad del agua", explica el responsable del Medio Ambiente del Ayuntamiento al asegurar que en los próximos años la ciudad tendrá muchas más playas de las once abiertas por ahora, muy pocas para los 12 millones de moscovitas.
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