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Mykonos está desnuda de prejuicios

Un modisto cuenta que en las playas de la isla el nudismo es de lo más natural




En mi vida, viajes de descanso y placer hago muy pocos. Con excepción de mis escapadas a Capri o Mykonos, un lugar de veraneo extraordinario que visito casi todos los años en Grecia.
Si bien hace mucho tiempo la isla era menos popular, ahora hay personas de todos lados del mundo. Tal vez porque los griegos siempre han exaltado la belleza, la gente allí es muy libre para vestirse. Es vanguardista, se pone y se saca lo que le da la gana y no tiene prejuicios frente a un cuerpo desnudo. En cualquier playa la abuela, el hijo y el nieto conviven sin sobresaltos con los nudistas, y lo toman naturalmente, como debe ser. Curiosamente, la isla también se caracteriza por tener más de trescientas iglesias.
El Village es la zona comercial, el centro donde los visitantes se congregan al regresar de las playas para tomar un drink . Entre mis lugares favoritos yo acostumbro ir al Oniro Bar, que pertenece al Mykonos View Hotel, un sitio perfecto para llegar a la tardecita, tomar unas copas y disfrutar de unas puestas de sol extraordinarias.
Afortunadamente, nunca tuve necesidad de ir a un hotel en Mykonos. Siempre voy a la casa de Arturo y Brigitte Djirdjirian, unos amigos míos que viven cerca del Village, un lugar estupendo a sólo un paso de la zona comercial y con una vista maravillosa de las playas. Cada vez que llego, Brigitte me sorprende con la nueva decoración de su casa, siempre distinta.
Una temporada puede ser un look japonés, otra al estilo de la India, tal vez algo típicamente griego, con reminiscencias árabes o españolas. Algunos detalles sencillos, suficientes para crear una atmósfera diferente. Yo tengo expectativas todos los días de mi vida y cada vez que me levanto espero que sucedan cosas, pero nunca viajo con grandes ambiciones.
Solamente las ganas de descansar, disfrutar del sol, el mar y comer extraordinariamente bien. Es decir, que todo sea easy , sin compromisos ni horarios. Un placer inusitado.
Me gusta levantarme temprano para llegar a las playas apenas despunta el sol, desayunar yogur con miel y quedarme tirado como un lagarto todo el día. Como la temperatura del mar es tan extraordinaria, también paso mucho tiempo en el agua. Tal vez llega algún barco, y si es de alguien conocido, siempre se presenta la posibilidad de navegar. Es una vida tranquila, sin sobresaltos, pero después de todo el día termino muerto.
Por la noche, en Mykonos hay restaurantes estupendos. Kounelas, por ejemplo, es un lugar muy rústico atendido por toda una familia. El local es una casa sin techo con una higuera en el centro donde uno puede ver los pescados que se asan a la parrilla y elegir el que desea comer. Otro imperdible es la pizzería italiana Sal e Pepe y, por supuesto, tampoco se puede dejar de ir al Sea Satin, un local debajo de un molino de viento donde se come el pescado más extraordinario a orillas del mar.
Para los amantes de la vida nocturna, hay una disco construida a su medida. Se llama Cavo Paradiso, abre sus puertas a las 5 y se baila hasta el mediodía.
En fin, Mykonos tiene la energía de los siglos. Algo debe haber pasado ahí. La mitología del mundo empezó en esta zona, y transitarla hace que uno se sienta definitivamente en paz.
El autor es creador de moda
Por Gino Bogani
Para La Nación

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