

"Las aguas enloquecieron y comenzó a emerger una figura oscura de contornos imprecisos aunque sus dimensiones se medían en metros", asegura Roberto Vázquez Ferreyra
El siguiente relato fue enviado a lanacion.com por Roberto Vázquez Ferreyra. Si querés compartir tu propia experiencia de viaje inolvidable, podés mandarnos textos de hasta 3000 caracteres y fotos a LNturismo@lanacion.com.ar
Esta historia la he compartido con muy pocos amigos. La hago pública pensando que tal vez otros hayan pasado por una situación semejante. Han pasado más de diez años, no obstante recuerdo la fecha con precisión: 10 de julio de 2007.
El día anterior había nevado en Buenos Aires. Habíamos estado en Bariloche donde todo se veía cubierto de blanco. A la mañana, viajamos a Villa La Angostura, nos hospedamos junto al Correntoso, hicimos un reconocimiento del cerro Bayo, intentamos almorzar en una afamada hostería de color azul, pero nos impidieron el ingreso porque el entonces vicepresidente de la república estaba echado en un sillón durmiendo la siesta y no se lo podía interrumpir.
Finalmente almorzamos -ya bien pasado el mediodía- en otra hostería sobre una de las tantas bahías. Vale aclarar que solo bebimos gaseosas. Sobre las 17, cuando iban desapareciendo los rayos del sol, pusimos rumbo al ingreso a la península de Quetrihue, muy próximo al puerto local. Mi hija mayor tenía que preparar una clase sobre el bosque de arrayanes para su regreso a clases después de las vacaciones invernales y nada mejor que tomar algunas fotos en el ingreso al Parque Nacional Los Arrayanes, junto al cartel de bienvenida.
Como fotógrafo aficionado, viajo con equipos de fotografía que pueden ser considerados profesionales. Hacía mucho frío, el sol no llegaba a penetrar en el frondoso paisaje. Bajamos con mi hija y los equipos fotográficos. El resto de la familia se quedó refugiada en la camioneta. Hicimos varias fotos hasta que la luz ya no daba para mucho más, como tampoco las baterías y las tarjetas de memoria.
Uno de los hijos, de no más de 6 años, comenzó a gritar: ¡Una ballena!. Mientras se acercaba a la orilla, el padre le respondía a gritos: ¡Acá no hay ballenas!
Regresamos a la camioneta para marcharnos, pero en ese momento la menor de mis hijas dijo que quería bajar para conocer el lugar. Y así regresamos los tres, esta vez sin equipos de fotografía. Ya muy cerca del cartel de ingreso a la península, sobre el lado de la Mansa, observábamos el lago que en ese momento parecía un espejo, como aquel que de pequeños poníamos en los pesebres navideños para semejar las aguas.
No soplaba una gota de viento. En ese momento, en un sector muy puntual de la bahía, las aguas comenzaron a entrar como en ebullición, contrastando con la mansa quietud del resto del lago.
Una gran masa oscura
Esto ocurría a una distancia muy difícil de precisar pero que no sería a más de 60 metros de la playa. La restante superficie del lago seguía absolutamente plana, pero en ese sector puntual las aguas enloquecieron y empezó a emerger una figura oscura (entre el negro y el gris plomo) de contornos imprecisos -a la distancia era solo una gran masa oscura-, aunque sus dimensiones se medían en metros.
A pocos pasos de nosotros había una familia de cordobeses -el acento los delató- y uno de sus hijos de no más de 6 años, mirando hacia las aguas comenzó a gritar: "¡Una ballena!, ¡una ballena!". Mientras se acercaba a la orilla, el padre le respondía a los gritos: "¡Acá no hay ballenas!".
Yo quise aproximarme aún más a la orilla, pero mis hijas un tanto asustadas me retenían y pedían que nos fuéramos de ahí. La figura oscura permaneció por sobre la superficie lo suficiente para que pudiéramos comprender que no teníamos idea de lo que estábamos viendo.
Mientras tanto el cordobés, que sí estaba equipado con una cámara semejante a la mía -y que jamás lamenté tanto no llevarla conmigo- no dejaba de tomarle fotos a la extraña figura con un poderoso zoom.
Al rato, de la misma forma que emergió, la figura fue despareciendo bajo las aguas, ocultándose dentro de la ebullición acuática que generaba. Y las aguas volvieron a emparejarse con el resto de la bahía en una calma absoluta.
Como una serpiente
Los dos grupos familiares nos juntamos y tratamos de encontrar una explicación a lo que habíamos visto. La mejor respuesta la tuvimos en el visor de la cámara digital del cordobés. Acercando o, mejor dicho, agrandando la imagen en la pantallita, se veía perfectamente una figura con forma de serpiente con una pequeña cabeza y que tomaba la forma de una M, semejante al logo de alguna compañía de telefonía celular.
Lamento hasta hoy no haber intercambiado datos con el ocasional amigo cordobés. Regresamos a la camioneta y mis hijas, cuyos dichos nadie pondría en duda (duda que podría generar una eventual fabulación de su padre) contaron a "mamá" lo que habíamos visto. Mientras yo miraba casi llorosamente todas las cámaras que reposaban en el asiento trasero.
Ya de regreso paramos en el ACA a cargar nafta. Le pregunté al empleado que nos atendió si lo que habíamos visto podría haber sido un cardumen. Lo desestimó de lleno. Nos habló de visiones semejantes, de grutas ocultas y de otros tantos misterios.
Ya en nuestro hotel ubicado donde se unen las aguas del Correntoso y el Nahuel Huapi, fuimos a la computadora y en Google escribimos "Nahuelito". Hasta hoy recuerdo nuestra reacción cuando en la pantalla de la notebook aparecieron diversas fotos del presunto habitante de nuestros lagos absolutamente semejantes a las imágenes que todos vimos en el visor de la cámara del cordobés.
Con el tiempo, un viejo amigo del sur me dijo que hay muchas explicaciones. Por ejemplo, desprendimientos gaseosos del fondo del lago. Pero que descartemos la presencia del famoso animal. Solo sé que vimos algo que no sabemos qué es. La leyenda continúa, pero la experiencia fue fantástica.
¿Vacaciones con un giro inesperado? ¿Una aventura que marcó tu vida? ¿Un encuentro con un personaje memorable? En Turismo, queremos conocer esa gran historia que siempre recordás de un viaje. Y compartirla con la comunidad de lectores-viajeros.
Envianos tu relato a LNturismo@lanacion.com.ar. Se sugieren una extensión de 3000 caracteres y, en lo posible, fotos de hasta 3 MB.
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