

SEVILLA.- Con frecuencia, esta ciudad huele a azahares. Y no es una casualidad. Se lo puede comprobar en su famosa catedral, la más grande del mundo después de San Pedro, en Roma, y San Pablo, en Londres. Allí, presumiblemente, duerme el sueño eterno el descubridor de América; si próximamente se confirma esta teoría, echará por tierra la que indica que los restos del navegante están en Santo Domingo, República Dominicana.
Erigida en 1412 sobre una mezquita, es el templo gótico más grande de España y conserva de la misma el Patio de los Naranjos y la Giralda, uno de los iconos inconfundibles y más bellos de la ciudad, que con sus 93 metros de altura hace las veces de mirador.
Por supuesto que no se debe abandonar la capital de Andalucía sin probar sus exquisitas tapas, o tomar una copa de jerez o manzanilla en alguno de sus múltiples bares, o aún mejor, en un tablao flamenco, donde se encuentran la guitarra, la voz y ese cuerpo bailando en una madrugada. Allí se conjuga la fuerza, la gracia y la seducción. Si nota un escalofrío al escuchar a un cantaor o al ver una bailaora sabrá qué es el duende del que todos los sevillanos hablan, y entonces habrá comenzado a entender bien el flamenco.
Si de tapas se trata, el surtido en bares y tabernas es infinito, y la costumbre es salir a degustarlas con una cerveza a mediodía como aliada, o bien a la hora de cenar. En este género se destacan los frutos de pescado (boquerones, puntillita y el cazón en adobo).
No se puede renunciar al mantel en un buen restaurante, pues la cocina toma como propios ingredientes de zonas cercanas. Es el caso del jamón, los mariscos de Cádiz y Huelva, el queso manchego... Otros platos: alcauciles salteados con chipirones y habitas fritas, bacalao al perfume de ajos confitados; una lista interminable que hace agua la boca. Por supuesto estará siempre presente el aceite de oliva por la proximidad de Sevilla con pueblos mediterráneos. El Mesón Cinco Jotas, Albareda 151, es sinónimo de máximo nivel de calidad en jamón ibérico. Allí se sirven también toda clase de chacinados.
Categóricamente puede decirse que por la noche Sevilla enciende los fuegos de sus juergas interminables. Los viernes y sábados, multitud de jóvenes invaden las calles, especialmente la calle Adriano y varias plazoletas de la ciudad. Para dormir el alojamiento sobra, pero como orientación sugerimos la Casa Romana, Trajano 15, un confortable hotel boutique dos minutos a pie de la calle Sierpes, en el centro, con habitaciones desde 155 euros.
Digamos también que Sevilla fue hogar de famosos e infames personajes, cuya lista es interminable, pero mejor no hablar. Es quizá por eso que la mística Santa Teresa de Avila no tuvo mucha simpatía por fundar un convento, pues decía que esta tierra estaba tocada por la mano del diablo. Además, ésta es la ciudad que vio nacer a Gustavo Adolfo Bécquer. En el inventario de curiosidades se anota que muy cerca está el Puerto de Palos, desde donde Colón partió para descubrir el Nuevo Mundo.
Esta espléndida plaza fue realizada en ladrillo con aplicaciones de cerámica policroma. Cuenta con el museo taurino, creado en 1989, y la colección que alberga tiene testimonios y múltiples aspectos de la historia de la fiesta de los toros.
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