PEKIN.- La región de Güilin, en el extremo sur de China, no sólo es un asomo al paraíso y un destino turístico célebre en el mundo, sino una suerte de viaje al pasado, a esa China que, con reformas y capitalismo, sigue eterna e incambiable.
El trato con las autoridades fue que podía viajar como un turista más, sin pedir el permiso indispensable para la prensa, pero con la condición de no hacer entrevistas ni trabajo periodístico, salvo publicar al regreso un artículo con fotos sobre la región. Mudo, pues, con posibilidad de ver, no de penetrar, me fui por cinco días a un sitio que, como las pirámides o los frescos de la Sixtina, hay que ver por lo menos una vez en la vida.
En realidad el viaje empieza casi dos mil kilómetros al sur de Pekín, no lejos de Vietnam, en Güilin, una urbe menuda llena de lagos y de árboles al borde del río Li, cuyos restaurantes se ufanan de la variedad de culebras que ofrecen al almuerzo, rodeada de impresionantes cavernas (una en particular, la Gruta de Ludi, con sus estalactitas fantasmalmente iluminadas, es en sí misma una atracción única), e invadida de picos montañosos con nombres evocadores, como el de la Belleza Solitaria, atisbo del paisaje surrealista que ha convertido a la región en destino turístico mundial y perturbado la mesurada vida provincial de Güilin con docenas de hoteles y centros comerciales.
Viaje al pasado
Hasta aquí llega la China moderna. Basta bajar las escaleras del muelle y embarcarse en el viaje de ochenta kilómetros río abajo, hasta el poblado de Yangshuo, para sumirse de golpe, en medio de un paisaje sublime, en la China del pasado.
Sampanes de motor y quilla chata hacen el viaje en seis horas. A ambos lados del río Li empiezan a levantarse las formaciones montañosas que han hecho célebre a Güilin y a las cuales los chinos, como siempre, en lugar de nombre les ponen frase. La Colina del Elefante Hundiendo la Trompa en el Agua, el Cerro de la Rana Despertando, el de la Tortuga Subiendo la Montaña o el del Camello Cruzando el Río son apenas unos cuantos de los caprichos que 200 millones de años de sedimentación dejaron para que la imaginación de los poetas terminara de labrarlos.
Desde el caserío de XinPing esas formas que no son ni cerros ni colinas ni peñascos, sino los picos únicos de Güilin, parecen reconcentrarse a tal punto que uno se siente transportado por la plateada cinta del río al atardecer entre un bosque de falos exhorbitantes, los cuales culminan en cabezas puntiagudas, torcidas, redondas, ahuecadas hasta perderse en el horizonte.
Todo para el turismo
Bambúes del tamaño de guaduas, búfalos acuáticos y casitas bajas de ladrillo enjalbegado y techos de teja negra se van quedando atrás al lento ritmo del sampán. Cada curva del río trae una nueva pena, a veces cayendo a pico cientos de metros sobre él.
Yangshuo, final del camino pero centro del viaje, es un pueblo raro. Hace quince años era una aldea de pescadores; hoy no hay un alma que no tenga que ver con el turismo. Uno se puede comer una tortilla española o un caldo de cobra; puede salir a ver los pescadores en balsa con cormoranes a las 7 de la noche o comprar un pasaje de avión casi a cualquier parte.
Pueblo absolutamente adaptado al turismo, pero conservando de modo inexplicable un aire de pueblo que lo hace delicioso, éste es el centro para explorar la fantástica región que lo rodea.
A cuyo paisaje, que sigue ofreciendo nuevas e insólitas pinzas de jade, como declaró un poeta chino a estos cerros, se añade el inenarrable campo chino. En bicicleta, en zhu fa, las leves balsas de bambúes amarrados que se usan para la pesca, o en sampán, empieza uno a asomarse a un mundo tan paradisíaco como ancestral.
Los patios secretos
Pueblitos de calles estrechas empedradas y de casas sin ventanas con secretos patios interiores; niñas portando tiao zi, esas balanzas de carga a hombros cuya gracilidad sólo es una máscara de lo que cuesta llevarlas; campos inundados; búfalos arando; campesinos de sombrero puntiagudo.
Postales tradicionales de China, de una belleza serena y penosa, de la cual emerge una pobreza milenaria, como la del campo latinoamericano, una suerte de losa ancestral de resignación y vida agachada, hasta los tobillos en el agua, de sol a sol por el arroz. La revolución china le añadió al paisaje cables eléctricos u hospitales de baldosín reluciente. Pero, salvo esas interrupciones de la modernidad, aquí todo parece como antes de ella.
Por eso, Güilin acaba confundiendo el alma. Esto es un paraíso que sobrecoge la imaginación. Y en cada trozo de tierra dejado libre por los caprichos de los cerros se dobla cada día de su vida un campesino arando su parcela tras un búfalo, como hace cien, doscientos años. Después del impacto de la naturaleza, que parece haber escogido esta región para un derroche de sus posibilidades creativas, uno no puede dejar de pensar que este sitio no está a dos mil kilómetros, sino a dos mil años de Pekín. Y termina sin saber adónde ha venido a dar: al paraíso o al pasado. Habrá que volver, con permiso oficial, para entenderlo.
Recomendaciones
Aéreo
Una forma de llegar a Pekín es mediante el vuelo transpolar de Aerolíneas Argentinas que conecta en Sydney -Australia- con Qantas. Sale 1837 dólares (hasta el 31 de octubre) y 2047 (desde el 1º de noviembre hasta el 28 de febrero); con impuestos incluidos.
Alitalia vuela a Pekín, vía Roma, donde se puede hacer un stop a la ida o a la vuelta. El boleto cuesta 2165 dólares en temporada alta (hasta el 31 de julio), 2110 en intermedia (1º de agosto al 30 de septiembre) y 2060 en baja (del 1º de octubre al 10 de diciembre). Esta tarifa permite una estada mínima de 7 días y 3 meses como máximo.
Malaysia Airlines ofrece el vuelo a Pekín por 2450 dólares, con un máximo de seis meses de estada. Hace escalas en Ciudad del Cabo, Johannesburgo y Kuala Lumpur. Tarda 28 horas en llegar.
Transporte
Todos los días entran en Pekín y salen de ella aproximadamente 100 trenes que unen a todas las capitales de las provincias chinas y los principales destinos turísticos.
Si se trata de distancias cortas, los taxis resultan económicos.
Alojamiento
Beijin International Club
Pertenece a la Luxury Collection de la cadena Sheraton. Está situado en el centro de Pekín, a 25 kilómetros del aeropuerto.
Fue abierto en julio de 1997 y consta de 287 habitaciones; 205 suites, de las cuales 35 se reservan para no fumadores. Sus restaurantes sirven comida china, italiana y japonesa y ofrecen shows en vivo; posee dos canchas de tenis cubiertas, servicio de mayordomo en cada piso; centro de convenciones; y especiales tiendas de compras.
Habitación doble: desde 150 dólares, con desayuno.
Sheraton -Güilin-En el centro de la ciudad, frente al río Li-Jiang, este hotel consta de 446 habitaciones completamente equipadas, cuatro restaurantes, discoteca, salón de entretenimientos, piscina, gimnasio, sauna y jacuzzi, entre una amplia nómina de servicios.
Asimismo, dispone de cuatro salas de reuniones con capacidad para 400 personas.
Habitación doble: 135 dólares, sin desayuno.
Cuatro estrellas
Yu-Yang -Pekín-Es un hotel lujoso y confortable con vistas al río Liangma, hacia el este de Pekín. Sus 440 habitaciones y suites están provistas de teléfono, televisor minibar y aire acondicionado. Yu Yang también incluye un centro de recreación, ocho restaurantes chinos, tiendas, centro de convenciones y agencia de viajes.
Habitación doble: 79 dólares, sin desayuno.
Royal Garden -Güilin-Se ubica a orillas del río Li y consta de 350 habitaciones con televisor color, aire acondicionado y teléfono; un restaurante japonés, piano bar, discoteca, cafetería, un centro de convenciones, piscina y dos canchas de tenis. Habitación doble: 72 dólares, sin desayuno.
Tres estrellas
Quianmen -Pekín- A 36 kilómetros del aeropuerto y a 7 de la estación ferroviaria, sobre la calle Yongan Road 175, el Quianmen dispone de 800 camas y 9 restaurantes especializados en distintos tipos de comidas chinas. Se suma un teatro y 6 salas de reuniones.
Habitación doble: 96 dólares, sin desayuno.