

Además de las salidas de supervivencia y observación de fauna, una de las excursiones clásicas en el Amazonas es la de pesca de pirañas, temidas y voraces habitantes de sus aguas.
Una actividad que, como casi todo, se puede realizar con diversos grados de rigor. Hay pescadores serios que llegan,equipados y alertas, de distintos lugares del mundo en busca de pirañas.
Y hay también turistas que nada saben de pesca, pero que quieren ver de cerca estos peces de leyenda. Para los primeros hay guías y expediciones específicas. Los otros se conforman con breves paseos en lancha, armados con cañas precarias y algún anzuelo improvisado. Y desde ya, una buena provisión de carne.
Así y todo, basta con este pobre equipo para probar suerte en el Río Negro y, en cuestión de segundos, retirar el anzuelo limpio. La operación se puede repetir innumerables veces con idéntico resultado: las pirañas son insaciables y bastante más astutas que los pescadores. Más que pesca, la actividad podría llamarse alimente a la piraña.
"En el Amazonas existen veinticinco tipos de pirañas y sólo uno es carnívoro todo el año, la colorada, que llega a pesar 150 gramos –explica Jorge, guía de pesca–. El resto es vegetariano en temporada de lluvia, cuando el agua sube y penetra en la selva, y sólo busca carne cuando el agua baja y le queda menos espacio. Atacan al caimán, que es el mejor amigo del hombre: si no fuera por él, ¡nos comerían a nosotros!"
Además de pescarla, en el Amazonas se puede comer piraña. Su carne es escasa, pero muy apreciada y con supuestas propiedades afrodisíacas. Se prepara especialmente en sopa, especialidad de la ciudad de Belém.
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