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Non (tan) sancta




Sonó el teléfono tarde a la noche. Yo tenía mi pilita de DVD's, mi bandeja lista para comer en la cama, el acolchado de plumas arriba de los pies y el control remoto en mano. El Chico. Por suerte estaba acostada porque si veía ese número mientras caminaba por la casa probablemente me hubiese caído redonda.
Aún cuando estaba todo bien entre nosotros, reconocer su número de teléfono en la pantallita de mi Blackberry me generaba cierta excitación (placentera, claro) así que era de esperarse que en otras circunstancias me generase lo mismo pero con signito menos adelante. Se me heló la sangre e inmediatamente tuve que correr la bandeja con la comida porque me dio náuseas.
Dudé en contestar pero terminé haciéndolo, claro, y terminó viniendo a casa, claro, y terminamos teniendo ese sexo que sólo tenés cuando te estás separando.
Claro también.
Lo mismo el viernes, lo mismo el sábado y ayer una despedida peor que la de una semana atrás y sin resolver absolutamente nada. Porque el sexo no te resuelve nada (aunque por momentos parezca que está todo bien de nuevo), como mucho te distrae, te entretiene, te confunde y te revuelve.
Así ando: confundida y revuelta (hasta suena a banda musical ochentosa).

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por Redacción OHLALÁ!


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