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Noruega: país modelo

El circuito de los fiordos, entre paisajes imponentes y pueblos de cuento, en uno de los destinos más caros y con mejor calidad de vida en el mundo; datos útiles y mitos y verdades de los vikingos




OSLO.- Hay que saberlo de antemano: Oslo es la ciudad más cara del mundo. Compite cabeza a cabeza con Tokio, Seúl, Moscú y, según dicen por las calles de este país escandinavo, gana. El primer sentimiento de un turista de bolsillos devaluados es de espanto. Y las primeras compras se hacen prácticamente con la calculadora en mano, hasta acostumbrarse al pase a euros, dólares o pesos.
Con el paso de los días, uno se acostumbra a pagar 20 coronas noruegas (10 pesos) por una botellita de agua mineral en un quiosco o 90 coronas (45 pesos) por una hamburguesa completa. Porque aquí es de lo más habitual comer por la calle, al paso. Un pancho, una ensalada o una bandeja de sushi. Ir a comer a un restaurante es caro hasta para los locales.
Noruega seguramente está primero entre los países del Primer Mundo, pero la vida no es a cuerpo de rey. Los noruegos no toman taxis porque son inaccesibles (se manejan con la red de transporte público), son pocos los que tienen servicio doméstico y en los hoteles lo habitual es subir la valija uno mismo a la habitación.
Pero la calidad de vida es envidiable. La seguridad social sí funciona. Todos acceden a la cobertura médica, la educación, y los niveles de desempleo son bajísimos. No hay pobres, no hay ricos, y la sociedad se mantiene en equilibrio, con una brecha delgada entre los ingresos más altos y los más bajos. La ONU ya lo eligió tres veces, junto con Canadá, como el país con mejor calidad de vida.
Aunque siempre hay quejas: "Si uno se tiene que operar por un problema de salud todo es gratuito. Ahora, si no te gusta la nariz y te querés hacer una cirugía estética, cuesta una fortuna", comenta Ron Elgen, chofer que habla inglés a la perfección. Sólo cuando las cuestiones monetarias quedan a un costado se empieza a disfrutar de la Noruega íntima, los paisajes verdes, los fiordos, los pueblitos chicos, los glaciares, y los mitos y leyendas de los vikingos.
Porque en este país de apenas cuatro millones y medio de habitantes la naturaleza es protagonista. "Para vivir acá a uno le tiene que gustar mucho la naturaleza, el esquí, la montaña y acostumbrarse a la tranquilidad, nada que ver con España", cuenta Dolores Blasco, una española que hace 10 años vive en Oslo y todavía extraña la vida festiva de su país.
Para codearse con la naturaleza, desde Oslo, una de las mejores rutas es la que se interna en lo profundo de los fiordos, hacia el Noroeste y que desemboca en Bergen, la segunda ciudad en importancia de Noruega.

Estrecho y profundo

Los fiordos habitualmente se recorren en crucero, pero para los que prefieren estar con los pies en la tierra, se puede hacer en auto, tomando ferries para cruzar de fiordo en fiordo o barcos para paseos de un par de horas.
Al contrario de lo que pueda creerse, en verano (entre junio y septiembre) el tiempo es cálido y agradable. Se puede andar en remera y hasta meterse al agua, pero en invierno todo se cubre de blanco.
Lo estudiamos en la escuela, pero para refrescar la memoria, un fiordo es un golfo estrecho y profundo, rodeado de montañas, formado por los glaciares durante el período cuaternario. Un accidente geográfico, como en el sur de Chile. Los paisajes son muy similares, mucha vegetación, rutas serpenteantes entre las montañas y grandes entradas del mar que se ramifican, como pequeños ríos. Pero hay muchas diferencias, tal vez más que las aparentes similitudes. A las grandes extensiones despobladas de la Patagonia chilena se opone un paisaje salpicado constantemente de casitas muy similares y sencillas, que parecen de una maqueta de estudiante de arquitectura, con pequeñas parcelas dedicadas al cultivo de frutas o el ganado ovino. Algunas tienen el techo con pasto, como si fuera un jardín porque, según dicen, conserva el calor.
Entre esas montañas que se reflejan en el agua, tan limpia y transparente, deambulan los trols , unos demonios de épocas inmemoriales a los que se les atribuyen las desgracias. Estos personajes malvados ahora aparecen en souvenirs, remeras y esculturas.
Las rutas, todas asfaltadas, atraviesan las montañas con túneles que alcanzan los 24 kilómetros. Y los pueblitos, que aparecen diseminados de tanto en tanto, invitan a relajarse en hoteles administrados por la misma familia desde hace siglos o a ponerse las zapatillas para hacer deportes de aventura.
Uno de esos pueblos que brota en el camino es Geiranger, que está como acorralado entre las montañas, en un valle al que se llega después de varios zigzags. Apenas viven 244 personas, pero en plena temporada reciben más de 600.000 visitantes. Ballestrand, en el Sognefjorden, el fiordo más largo del mundo, de casi 200 km, fue el refugio de pintores y escritores, y hoy un destino vacacional para oxigenar los pulmones. Hay muchos más, con nombres difíciles y desconocidos, pero vale la pena detener la marcha y contagiarse de esa atmósfera apacible.

Datos útiles

Cómo llegar

A Oslo llegan las principales aerolíneas europeas, previa escala en otro país. El pasaje ronda los 1400 dólares, con tasas e impuestos.

Traslados

El viaje en tren desde el aeropuerto a la ciudad cuesta 30 dólares y tarda 20 minutos. Un taxi cuesta 120 dólares.

Alojamiento

En los fiordos, con ubicaciones privilegiadas y vistas panorámicas,
The Prominent Hotels of the Fjords es un grupo de hoteles centenarios que siguen en manos de la misma familia de generación en generación. Es habitual que reciban los propios dueños, nietos o bisnietos de los fundadores y que parte del mobiliario sean recuerdos familiares, como cunas, mesas y cuadros.
Cada uno ofrece diferentes programas, con tarifas con media pensión o sólo con desayuno. Aunque costosas, las tarifas de los hoteles son similares o hasta más económicas que en París, por ejemplo.
Hotel Alexandra. En Loen, data de 1884 y tiene un spa renovado, con tratamientos variados. www.alexandra.no
Union Hotel. En el fiordo de Geiranger, está abierto desde 1891 y en sus habitaciones se hospedaron miembros de la nobleza europea. www.union-hotel.no
Kviknes Hotel. En Balestrand, frente al agua, todavía conserva la facha original, aunque tiene un sector moderno. www.kviknes.no
Ullensvang Hotel . Frente al fiordo de Hardanger, tiene un helicóptero que ofrece paseos a los huéspedes. www.hotel-ullensvang.no
Solstrand Hotel . A 30 km al sur de Bergen, todavía conserva la histórica casa de madera de 1896. www.solstrand.com

Gastronomía

Las comidas típicas de Noruega son el salmón y el bacalao, pero también se come mucha carne, de reno especialmente. Como guarnición, hongos y papa.
Comer afuera es carísimo. Un plato de pescado puede costar alrededor de 30 dólares.

Cambio

Aunque pertenece a la Unión Europea, Noruega mantiene su moneda, la corona. Un dólar equivale a 6,5 coronas.

En internet

Mitos y verdades de los vikingos

OSLO.- Para muchos noruegos, los vikingos son los héroes nacionales que merecen reivindicación por sus intentos colonizadores; y para otros, un pueblo terrible y despiadado, de bandidos que causaron estragos entre sus enemigos a sangre y fuego.
Lo cierto es que a casi 1000 años de la desaparición de esta civilización que vivió en toda la península escandinava, todavía sigue presente junto con sus dioses, bajo el mando de Odin, en el aire noruego.
Mitos, leyendas y verdades envuelven la existencia de estos grandes navegantes y comerciantes que aterrorizaron a media Europa durante su período de esplendor, entre el año 800 y 1050.
Mucho se dice de ellos, por ejemplo que llegaron a América (más precisamente a la costa de Manhattan) 500 años antes que Colón, pero que no tocaron tierra. La tripulación estaba al mando del hijo de Erik el Rojo, que también navegó por las costas de Groenlandia
Físicamente, tampoco eran tan grandes como se creía: medían alrededor de 1,70 y no usaban casco con cuernos, como se los identifica habitualmente. Sí usaban cascos, pero los cuernos son un agregado de las películas de Hollywood.
Ellos crearon el alfabeto rúnico vikingo, de 16 letras, que también se usaba como sistema de adivinación.

Barcos en exhibición

Un buen lugar para acercarse a su cultura es el Museo de los Barcos Vikingos, en esta ciudad.
Allí se puede ver las tres naves que mejor se conservaron de la época vikinga. Se encontraron en el fiordo de Oslo, destruidas en 1000 pedazos y se reconstruyeron, tal como las originales.
Los barcos estaban enterrados porque se usaban como tumbas, como las pirámides en el antiguo Egipto.
Se hacía una excavación, se ponía la nave y se cubría con piedras. Con el tiempo se iba hundiendo, pero de todas maneras quedaban como grandes montículos.
En una de ellas había dos cadáveres de mujer: una reina y su sierva, con todas las pertenencias para la otra vida. Porque, al igual que otros pueblos, creían que la vida terrenal continuaba y no debía faltarles nada.
El 90 por ciento de la madera de las naves es original. Se conservó en buen estado porque en la costa hay una especie de arcilla plástica que no filtra la humedad.
En el museo, además de los tres barcos, se puede ver objetos que se encontraron dentro, como adornos, zapatos, trineos, carruajes, camas y tejidos, que se usarían en la vida más allá de la tierra.
Hay un negocio que vende libros con su historia, dioses y souvenirs.
Los dragones, una de las decoraciones habituales entre los vikingos, que se usaban para asustar a los visitantes, todavía se utilizan en la ornamentación actual.

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por Redacción OHLALÁ!

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