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Oscurece




Buen día a todos. Escribo este post y me doy cuenta de que estamos en Otoño porque todavía es de noche. Son las 6:30. Me hice unos mates y en 15 minutos levanto a los chicos.
Tengo novedades y estoy ansiosa: la semana que viene escrituramos la casa y el otro lunes, el departamento nuevo! No lo puedo creer. No caigo y creo que no lo voy a hacer hasta que no esté desayunando mirando por la ventana de esa cocina. QUÉ NERVIOS.
Igual, hoy me levanté pensando en el post de ayer.
No sé qué fue lo que escribí mal, que tanta gente me mandó a relajar y a no meterme en lo que no me corresponde.
El tema es que yo no sé si es tan así. Digo, los niños son chiquitos. Quizá si fueran adolescentes no tendría tantas contemplaciones, pero creo que es de mi incumbencia su integridad emocional.
Como dije ayer, no me importa (y si me importara no vendría al caso, no es lo que me convoca) si Nicolás decide irse a Tahití con una, dos o tres novias nuevas.
No puedo hacer nada porque demuestre interés por sus hijos, las veces que no lo hace. No es su obligación querer estar con ellos, ni siquiera amarlos (pero bueno, creo que acá no está en juego el amor, sino la entereza como padre, el orden de prioridades), pero yo NECESITO que me avise si cambian los planes.
Hasta ahora, prácticamente todos los fines de semana, los chicos fueron al menos una tarde con él.
Lo extrañan, lo esperan y los reconforta muchísimos estar con su padre.
¿Llega Semana Santa y ni siquiera los llama por teléfono? ¿Ellos no pueden hablarle (y quisieron, Marcos le mando N mails)? Me preguntan a mí por qué no viene el padre y yo ni siquiera sé si lo va a hacer. No sé si esa noche llamará para avisar que al otro día pasa a buscarlos. Nada sé, porque Nicolás es un tarado que no puede disociar entre sus deseos y sus responsabilidades.
Porque no puede simplemente no dar explicaciones (que JAMÁS pido, ni exijo, ni nada) y avisar que se va, que no lo esperen. Tiene la imperiosa necesidad de mentir, de ponerse nervioso y que le suba el calor a la cara. Se ahoga en excusas jamás solicitadas.
No sé a qué le teme.
Pero lo que me parece es que sí quiere que lo esperen. Sí quiere que, incluso sus hijos, estén al pie del cañón, para cuando a él se le ocurra tener ganas de volver.

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por Redacción OHLALÁ!

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