
Otro Sur: en la Décima Región, entre la Cordillera y el Pacífico
Su alargada geografía reúne lagos, montañas, playas, selvas y termas, todo mezclado con casitas de madera, pueblos pesqueros y ciudades pujantes
1 de octubre de 2006

OSORNO.- Huele a nieve y a selva. También a mar. Así es el sur de Chile. Tierra de paisajes cambiantes y belleza indómita. De volcanes y glaciares, y bosques apretados en ese territorio estrecho que Neruda llamaba su delgada patria .
Hoy el sol brilla a pleno en un cielo despojado de nubes, algo bastante inusual en una región -la Décima, según la enumeración de las provincias de Norte a Sur- donde llueve la mayor parte del año.
No parece que importe demasiado a los huéspedes del hotel Termas de Puyehue -a 76 km de Osorno y casi casi en el límite con la Argentina, a la altura de Villa La Angostura- que, ajenos a los vaivenes del clima, se pasean en bata por los pasillos de madera y piedra.
Es que aquí, por si falta aclararlo, el programa por excelencia son los baños termales, famosos por su valor terapéutico. Se toman en la pileta olímpica que está al aire libre, con una vista insuperable del lago Puyehue y el volcán homónimo (por esta zona, hasta el agua mineral se llama Puyehue, que en mapuche significa lugar del pez pequeño ), o en la piscina techada, que con sus camas de burbujas, hidromasajes y remolinos de agua hacen que uno quiera pasarse todo el día allí adentro. Pero para tentarse también están las sesiones de masajes con barro, miel o algas, todo un dilema a la hora de elegir...
Claro que en un día tan radiante como el de hoy, muchos prefieren colgar las batas y salir a explorar el Parque Nacional Puyehue, en cuyas más de 100.000 hectáreas están enclavados el hotel y sus termas. Trekking, pesca deportiva, kayak, canopy, cabalgatas e incluso esquí (en invierno) son algunas de las actividades que se pueden hacer entre tanta exuberancia de bosques, lagos, volcanes, ríos y cascadas.
Nombres de onomatopeya
De este lado de la Cordillera, el verde es más verde y la humedad de la selva valdiviana lo impregna todo. A la vera de las rutas -perfectamente pavimentadas, por cierto- se desparraman los helechos, los añosos ulmos y mañíos, y los coihues con sus copas altas y oscilantes, mientras a lo lejos resuena el canto de esos pajaritos que por acá tienen nombre de onomatopeya (como huet-huet, fío-fío o chucao).
Así, bordeando un camino que se desgrana en lagos y cumbres nevadas y campos donde pastan las ovejitas -imposible encontrar un paisaje más bucólico- se llega hasta Frutillar bajo, a unos 130 km de Puyehue, otra buena opción para pasar el día.
Caminar por la costanera de este pueblito de inspiración alemana, con sus casitas celestes y amarillas y bordó desperdigadas a los pies del lago Llanquihue, y la silueta triangular del volcán Osorno que se recorta al fondo, bien vale el viaje hasta aquí.
Pero hay más. El Museo Colonial Alemán, por ejemplo, es una delicia. Con su puñado de casas de madera de alerce, distribuidas en un jardín al estilo del casco de un antiguo feudo (todas conservan el mobiliario de la época), es un homenaje a los inmigrantes alemanes que desembarcaron en la región a mediados del siglo XIX, y que le dieron ese sello inconfundible a estas húmedas y lluviosas tierras. Sello que aún se respira por medio de la arquitectura, en la tradición del té con küchen (torta con frutas) o en los apellidos típicos de la zona (Klocker, Kuschel, Opitz o Schuster).
Fue un descendiente de estos colonos, Edmundo Winckler, el que donó a la Universidad de Chile las 33 hectáreas que hoy conforman la reserva forestal de Frutillar, un espeso bosque nativo con senderos que se adivinan entre raíces gigantes y donde la luz se cuela en contados rayos.
Puerto Varas ya es algo distinto. También, cómo no, están las casas de madera tapizadas con esas tejuelas que parecen escamas, y esa misma vista pasmosa del volcán Osorno, pero en esta ciudad casi vecina a Frutillar -los separan 25 km- hay más movimiento, más gente y más noche. El lugar es una buena base para hacer los circuitos de los alrededores, que incluyen excursiones a los saltos de Petrohué (unas atronadoras cascadas turquesas que se precipitan al vacío entre rocas basálticas), al volcán Osorno, al cruce de Lagos Andinos o al Parque Nacional Vicente Pérez Rosales.
Y ya que estamos en Puerto Varas, por qué no seguir 20 km más hasta Puerto Montt, la capital de la Décima Región y una ciudad con todas las letras (hablamos de unos 175.000 habitantes y de un pujante centro administrativo y pesquero). Sin embargo, apenas se ve alguno que otro edificio alto y, en cambio, están todas esas casitas multicolores que se descuelgan de las laderas de las montañas sobre el mar.
El mercado de Angelmó (al parecer, una deformación del nombre del médico Angel Montt) es famoso en esta ciudad tan marina, tan urbana. Están los piures -mariscos bien colorados que cuelgan en largos collares-, los choritos ahumados, los congrios y las almejas, todo mezclado con quesos y licores, y tejidos, artesanías en madera de raulí y veleros miniatura. Uno se va empapado de tanto color, de ese olor penetrante de mar, de viento salado y de la presencia del Osorno, que detrás de su gorro de nubes blancas nos sigue por la ruta del sur chileno.
Chiloé, tierra de iglesias y leyendas
Tan cerca y tan lejos. La isla de Chiloé está a sólo 25 minutos en ferry desde Pargua, pequeña localidad de la costa próxima a Puerto Montt. Pero bien podría pertenecer a otro mundo, un mundo de seres mitológicos, cuecas y valses, geografías laberínticas y playas de mares salvajes.
En huilliche, Chiloé significa lugar de gaviotas . También sería acertado decir que es un lugar de iglesias. Porque en este islote de apenas 50 km de ancho y 180 de largo se concentran más de 150 templos, de los cuales 16 son Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad.
Las iglesias más antiguas, como la de Santa María de Loreto o la catedral de San Francisco (siglo XVIII), están íntegramente construidas en madera, con sus piezas unidas por tarugos en lugar de clavos. Entre una y otra no hay más de 10 kilómetros, respondiendo al deseo de la orden jesuita -y luego de la franciscana- de transformar el archipiélago en un gran jardín de la iglesia .
Mientras, en Castro, capital de esta isla verde y ondulada, se encuentra la única muestra de los palafitos, esas casitas coloridas de madera que fueron construidas sobre pilotes en la costa. Así, tan precarias que parecen, encaramadas en esos frágiles postes, llevan años y años retando a los vientos patagónicos y haciendo frente a las aguas cambiantes.
Inseparables de sus playas de mariscos y pampas de papas (hay unas 400 variedades del tubérculo), de su mediterráneo de islas y cordilleras, y de su Pacífico de arenas, son los mitos y las leyendas que rondan, habitan y se respiran en Chiloé. Por ejemplo, está la Pincoya, una mujer deslumbrante que los pescadores divisan en los roqueríos y que personifica la fertilidad de las costas chilotas. Pero tal vez el más conocido -y temido- sea el Trauco, un enano de aspecto repulsivo que, sin embargo, es capaz de enamorar a las mujeres con sólo mirarlas. Así, las jóvenes solteras suelen culpar al Trauco si quedan embarazadas. Cosas que sólo pasan en esta tierra austral y lejana, pero también tan cercana.
Datos útiles
Cómo llegar
En avión, LAN vuela a Osorno (con escala en Santiago) a partir de US$ 500 (con impuestos incluidos). En auto: desde Santiago, tomar Panamericana sur hasta Osorno y luego la ruta internacional 215, bordeando el lago Puyehue (son 988 kilómetros).
Dónde dormir
Hotel Termas de Puyehue: ruta 215, km 76. En sus 40.000 m2 cuenta con 137 habitaciones y, además de las termas, ofrece restaurantes, boutique, gimnasio, peluquería, áreas infantiles, salones de convenciones y minigolf. Tel: (56 - 2) (600) 293 6000. E-mail: info@puyehue.cl
Semanas Musicales
Desde 1968, Frutillar es sede de las llamadas Semanas Musicales, que cada año se hacen a fin de enero. Actualmente está en construcción el Teatro del Lago, que además de una sala de conciertos contará con tiendas, restaurante y un anfiteatro al aire libre.
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