Ayer Nicolás llegó tipo 7 y media de la tarde.
Entró, yo estaba con los chicos en el living dibujando, los saludó y me dijo "necesitás que haga algo en casa?" (pero no amoroso, eh? Sin mirarme y con su peor cara).
"No", le dije, está todo encaminado.
"Entonces me voy a jugar al fúltbol".
Subió, se cambió, bajó, se tomó un café y se re-ti-ró, señores, se fue y no volvió hasta las 12 y media de la noche.
Yo estaba en la cama leyendo. Escuché que abría la puerta y se iba a su escritorio.
Me pareció que era un buen momento para acercarme a ver qué tal, no? Estaba relajado después del fútbol, contento, supongo, cansado físicamente. No sé, creí que era buena idea.
Entré al escritorio, ni me saludó, ni me dirigió una mirada. Le dije "podemos hablar, Nico?"
"No, Catalina", me dijo. "Es tarde, estoy muerto, y además no tengo ganas ni de hablar, ni de nada".
Estuve a punto de preguntarle qué significa "ni de nada", pero me contuve porque sabía que iba a terminar en pelea a los gritos, seguro.
Subí, y seguí leyendo (o bueno, mirando las páginas del libro pero pensando en otra cosa).
No vino a la cama hasta que yo me hube dormido.
Nada, así están las cosas. Complicadas? Dramáticas? Sobredimensionadas?