

PALERMO, Sicilia.- Hace más de veinte siglos Plinio definió a Sicilia como la isla de las flores, mientras que Virgilio la llamó la isla perfumada. Ambas apreciaciones son verdaderas y se pueden comprobar en su capital, Palermo, que no es sólo la ciudad de la mafia, como muchos creen o quieren creer.
Desde el llamado maxiproceso, iniciado a comienzos de los años 90, esa lacra dejó de estigmatizar en gran medida a la sociedad siciliana, cansada del mezquino rótulo.
Poblada por algo más de un millón de habitantes, Palermo presenta el aspecto de una urbe moderna, sin haberse despojado por eso de sus edificios barrocos, palacios del siglo XVIII y mansiones Liberty que surgen a cada paso entre los numerosos parques y calles con palmeras y cítricos que, en la primavera, exhalan el delicado aroma del azahar.
Imposible dejar de lado la imponente mole del teatro Massimo, uno de los más grandes de Europa, y el Politeama, de fines del siglo XIX, con su fachada coronada por una cuadriga de bronce, obra del escultor Rutelli, abuelo del actual intendente de Roma.
Todos pasaron por aquí
Sicilia es el mejor compendio de civilizaciones y todas han dejado vestigios: fenicios, griegos, cartagineses, romanos, árabes, normandos, franceses, españoles.
En Palermo quedan algunos de ellos, especialmente de los reyes normandos, que dominaron la región meridional de Italia en el siglo XI.
Testimonio fascinante es la catedral y el palacio de Ruggero II, este último con fastuosos salones; la Sala del Parlamento, donde todavía se reúnen los diputados, y la dorada, suntuosa y resplandeciente Capella Palatina, cubierta de mosaicos bizantinos que representan refinadas escenas de caza, animales y plantas con influencia de la pintura persa. Digna, claro, de visitar.
Están luego las iglesias de Santa María dell Ammiraglio, también con mosaicos; la barroca iglesia de la Martorana, y la de San Giovanni degli Eremiti, con sus cúpulas árabes en forma de bulbo.
No lejos de allí se puede ingresar en el pintoresquismo, colorido y alegre vocerío de los típicos mercados populares.
Un recorrido por las calles Roma, Maqueda, Vittorio Emmanuele II y della Libertá, nos descubrirá innumerables mansiones nobiliarias en cuyo interior se reproducen salas de fiesta, como la del príncipe Salina, protagonista de Il Gatopardo, de Giovanni Tomasi di Lampedusa, novela llevada al cine magistralmente por Luchino Visconti.
A un costado de la iglesia de Santa Caterina, con un extraordinario altar de mármoles taraceados de distintos colores, está la monumental Fontana Pretoria, llena de estatuas de mujeres con pechos tan erectos y pezones para arriba que parecen endurecidos con siliconas.
Palermo se recuesta al pie del monte Pellegrino. Allí encontramos la gruta de Santa Rosalía, donde en el siglo XII esta doncella de familia noble decidió retirarse a orar después de haber hecho el milagro de salvar a Sicilia de una peste.
Una pequeña iglesia adosada a la piedra, prácticamente dentro de la roca, ha sido dedicada a la patrona de Palermo, a la que los habitantes de la capital rinden verdaderos homenajes.
Muchos notables visitaron por años esta isla. En el monte Pellegrino, desde donde se divisa la sofisticada playa de Mondello, Goethe dijo que quien no visita Sicilia no conoce Italia.
Los burros tienen que visitar la bella Monreale
A pocos kilómetros de Palermo, sobre una colina, la ciudadela de Monreale ofrece al visitante una rara joya de arte: la catedral, cuyo interior es una suerte de apoteosis del arte musivo. Son seis mil metros cuadrados de mosaicos (pequeñísimos fragmentos de pasta de vidrio unidos por hilos de oro) con episodios del Antiguo y Nuevo Testamento.
En el ábside contemplamos la gigantesca figura del Cristo Pantocrator (Todopoderoso), el más grande de Italia. La mano que bendice tiene dos metros de longitud, y lo que resalta de manera impresionante son sus ojos, con una expresividad tan intensa que parece decirnos: "Dios lo ve todo".
Hay un dicho que puede traducirse más o menos así: "Quien va a Palermo y no visita Monreale, burro entra y burro sale".
Datos útiles
Cómo llegar
La empresa Alitalia tiene vuelos diarios a Roma y a Milán, que parten desde Ezeiza a las 13.55 y arriban a las 7.45 a cada una de esas ciudades. Desde Roma o Milán hay vuelos a Palermo. El costo del pasaje es de U$D 1099 más U$D 350 de impuestos hasta el mes de junio, cuando comienza la temporada baja.
Qué llevar
La primavera es una de las estaciones más bonitas de la isla. Pero si usted va a recorrerla en auto o en bus, recomendamos llevar ropa de abrigo: hay lugares de montaña dignos de visitar donde todavía se quedó la nieve del invierno.
Para recorrer
Monreale queda muy cerca de Palermo. Si usted no tiene auto, recomendamos el transporte público para el traslado. Uno de ellos sale desde la plaza que está frente a la hermosísima catedral de Palermo.
Antonio Requeni
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