En pleno centro, donde San Pablo no puede disimular que es una de las ciudades más pobladas de América latina, entre el ir y venir de muchísima gente y auto, se erige un edificio de estilo ecléctico, por presencia e historia un emblema de la ciudad: el Mercado Municipal.
Se encuentra próximo a la estación Luz o São Bento, línea azul del subterráneo paulista, y a 700 metros del rascacielos Altino Arantes. Abrió sus puertas en 1933, convirtiéndose en el más importante centro comercial de venta al por mayor y menor de todo tipo de alimentos. Aunque en América latina no están tan institucionalizados como en Europa o Asia, hay un evidente resurgir de los mercados y en San Pablo, El Mercadão (así lo llaman los paulistas), desde su remodelación en 2004 ocupa un indiscutible lugar entre los más notables establecimientos del mundo.
Impresionan sus dimensiones y la iluminación natural que penetra por los vitrales, también restaurados, de origen alemán, pero obra del artista ruso Conrad Son Sorgenich. En total son 32 paneles divididos en 72 vitrales que muestran el trabajo del colono en imágenes compuestas por paisaje, cultivo y cosecha. Vitrales del mismo autor también pueden admirarse muy cerca, en la catedral de la Sé, entre muchas otras iglesias.
Pruebe sin compromiso
A pocos metros de la entrada del mercado es increíble la gran cantidad de frutas frescas de diversas regiones del país, y también las heredadas de la gran inmigración europea y asiática. Impactan por su fuerte y diverso colorido, al igual que la notoria amabilidad de quienes atienden, ofreciendo probar de todo sin compromiso.
Al avanzar por uno de los amplios pasillos, un agradable aroma envuelve el ambiente. Proviene de un gran puesto con tal variedad de especias y aceites que da la sensación que lo que uno pida, allí se encontrará. Siguiendo el recorrido, nuevamente las frutas dicen presente en puestos de excelentes jugos preparados en el momento. Difícil elegir, pero allí está el açai, muy rico y de valores nutricionales excepcionales. Es servido en un gran vaso con un colorido sorbete y nos comentan que está siendo comercializado con mucho éxito en Europa. Otra original opción es el batido de aguacate (palta) azucarado.
Son casi 300 los puestos y no hay dificultad para encontrar lo que se busque; la mercadería está virtualmente dividida por sectores. Además de las mencionadas frutas y especias hay carnicerías y muy buenas pescaderías. El bacalao fuertemente arraigado a la gastronomía brasileña es excelente. Tampoco faltan las queserías; hormas de todos los tamaños están exhibidas sobre unos mostradores de madera.
Una amplia escalera lleva al piso superior donde están los restaurantes. Conseguir una mesa demora en promedio 30 minutos, en un ambiente casi exótico, con ventiladores que emanan un fresco vapor de agua, entre tanta gente y mozos que van y vienen. La carta es variada, pero si el comensal está allí por primera vez es de rigor pedir el emblemático, simple y sabroso sándwich de mortadela. Lo sirven en pan francés y cargadísimo con unos 200 gramos de mortadela; casi imposible darle un buen mordisco. Otro tradicional peso pesado del lugar que no le va en zaga, el pastel de bacalao. Su formato es como una gran empanada rectangular frita, idealmente acompañado con una helada cerveza brasileña.
Datos útiles
Ubicación: Rua da Cantareira 306, en el casco histórico de la ciudad.
Abierto de lunes a sábado, de 6 a 18, y domingo y feriados, de 6 a 16.
Para facilitar el acceso de los visitantes está planificado construir un estacionamiento subterráneo.
José Luis Masdeu