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Para quedar flechados con las islas Ballestas

Una región que es conocida como el Pequeño Galápagos y donde pueden verse restos de culturas primitivas




PARACAS.- Delgado, de baja estatura y rasgos indígenas, Víctor Guamán Solís (de 54 años) es marinero y realiza la misma chamba (trabajo) desde hace 34 años.
"Antes -cuenta-, pesqué en botes precarios como ése", y señala a lo lejos una frágil embarcación que se bambolea entre las olas y que con su nombre lo dice todo: El Señor de la Agonía. Su gorra blanca es inconfundible en la bahía de Paracas, a 15 km de Pisco, unos 245 km al sur de Lima.
Desde el embarcadero del hotel, los turistas inician un viaje a la Reserva Nacional de Paracas. Tras unos 15 minutos de tranquila navegación, Víctor detiene el barco frente a El Candelabro, un misterioso dibujo que se recorta sobre la montaña roja. Luego de media hora, la embarcación hace un alto frente a los islotes llamados islas Ballestas, también conocidas como el Pequeño Galápagos. La Reserva Nacional de Paracas (única reserva marina en todo el Perú) fue creada en 1975.
Sus costas, conforman un extraño paisaje, conjunción del desierto y el mar. El agua penetra en las cuevas erosionadas en la roca. Las aves marinas, posadas despreocupadamente sobre el acantilado, observan el hermoso paisaje. Hay gaviotines, tres clases de guanay, cormoranes y pelícanos. Los piqueros se distinguen por su cabeza blanca, en contraste con el lomo grisáceo. Se escucha el bramido de los lobos marinos. Los pingüinos toman sol. Los isleros explotan el guano, que trajo tanta riqueza al Perú en el siglo pasado. En el archipiélago viven 500 personas durante la época productiva; después, sólo una guardia para preservar la zona. Paracas es el nombre de una de las culturas más creativas de la época precolombina, que se desarrolló en los oasis sureños y se destacó por sus refinados trabajos textiles.

La laguna de Huacachina

Una vez de regreso al puerto, el viajero puede trasladarse 1 km por la bahía hasta el puerto del Chaco en un taxi-cholo , original ciclomotor con asiento y toldito. Los puestos callejeros incluyen todo el plástico de Taiwan, artesanías locales y pescado fresco por kilo.
Desde allí también salen barcos hacia las islas, sólo que son muy inseguros. Los rostros marrones y los ojos gastados de los vendedores contrastan con el brillo de la mirada de los niños que merodean por el lugar. Antes de retornar a Lima por la ruta Panamericana, del paisaje blanco de arena se desprende la laguna de Huacachina. Sus aguas medicinales sulfurosas conforman un oasis, a 5 km de Ica. La leyenda cuenta que una princesa se refrescaba desnuda en sus aguas hasta que descubrió, a través de un espejo, que un cazador furtivo se deleitaba con sus curvas. Ella quiso huir, pero sus piernas se convirtieron en una cola de pescado. La tela con que se cubría luego del baño se transformó en un arenal y el espejo, en laguna afrodisíaca. En sus orillas, el antiguo hotel Mossone ofrece cuartos para pasar la noche.

Por la Panamericana

Retomando la ruta Panamericana todo es blanco y gris, regiones de la arena. Los villorrios de casas de junco a la vera del camino se alternan con gigantografías de Inka Kola, la bebida nacional del Perú que se hace en Oregón, Estados Unidos. Según el reciente estudio Progreso económico y social , elaborado por el Banco Interamericano de Desarrollo, América latina es la región con más desigualdades sociales del mundo.
La población del Perú se compone de 50 por ciento de mestizos, 45% de indios, 1% de negros, 1% de japoneses y chinos, y 3%de europeos. Hay un lema aquí que dice: Quien no tiene de inca tiene de mandinga. Tras dos horas de carretera, 31 km antes de Lima, se encuentra el templo de Pachacámac -el segundo oráculo en importancia del Imperio Inca, después de Cuzco.
Las ruinas corresponden a cuatro culturas distintas: lima, huari, ishma e inca. El santuario era visitado para consultar el pasado y el futuro. Para comunicarse con Pachacámac, los sacerdotes y chamanes consumían distintos tipos de cactos, como el San Pedro, que puede verse a la vera del camino.
Las antiguas construcciones rodean el cerro. En la cima se alza el Templo del Sol, construido en 1350. Cuando Pizarro llegó a Pachacámac -por entonces, la ciudad más importante de la costa-, destruyó imágenes y edificios, y mató a los sacerdotes.
De lo que hoy se mantiene se distinguen el Templo Viejo, construido por la cultura lima (100 a. C. a 600 d.C), situado hacia el Nordeste; las pirámides con rampa de la cultura ishma (1100 a 1450 d.C.), de las cuales se han identificado un total de 15; el templo pintado de la cultura huari-ishma (900 a 1450 d.C.); el Templo del Sol o Punchao Cancha (1450 a 1532 d.C.), cuyas paredes fueron revestidas de oro en la época del inca Huaina-Cápac; y el Acllawasi (1450-1532 d.C.), donde se educaba y adiestraba a las mujeres desde muy temprana edad.
La blancura atraviesa los restos del pasado precolombino.
Silvina Beccar Varela

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