

Estrené un tostado nuevo. No es el tono Caribe ni mucho menos el de nuestra costa atlántica, porque agosto no se presta todavía. En realidad es un color que me encontré en París. Concretamente en la cada vez más famosa playa de París, sobre la ribera derecha del río Sena. Es una maravilla.
Imagínese tomar sol entre los puentes más románticos del mundo, entre el Pont des Arts, frente al Louvre, y el Pont de Sully, que va a la isla de St. Louis, donde vivió y compuso Astor Piazzolla. Son alrededor de tres kilómetros, unas 30 cuadras que el intendente de París, desde 2001, convirtió en una de las iniciativas más divertidas de Europa.
A no olvidarse el bronceador
En su cuarta edición, la Comuna la mejoró notablemente. Les cuento. Al bajar desde la calle a la angosta franja que corre paralela al río nos encontramos una sucesión de atracciones. No sólo trajeron arena y palmeras para tenerlas a préstamo durante el verano, sino que inventaron playas de madera y espacios verdes para ubicar las reposeras.
Son elegantes y cómodas, bien a la moda, con lonetas azules y sólidas. No encontré una libre ni por casualidad. Tampoco, dicho sea de paso, vi ningún topples. Todos, hombres y mujeres, se cubrían bastante. Se veía menos carne al sol que en una plaza de Buenos Aires al llegar los primeros calores.
No se si se debe a que los miembros de la seguridad de la Marie de París pasan continuamente en bicicleta, y aunque vayan con pantalones cortos a nadie le va a gustar discutir con ellos. Ni hace falta porque no es cuestión de pelearse, sino de disfrutar.
Para eso cualquier parisiense (y no pocos turistas) tienen un amplio repertorio. Por ejemplo, a falta de agua para bañarse porque el Sena es intocable hay una suerte de pelopincho bastante grande. Y tres vaporizadores (los llaman brumisateur) donde uno queda fresquito.
Algo así como el que usamos para tomar sol en la terraza de casa, pero con varios grifos. Es útil y simpático. Los únicos privilegiados son los chicos, que tienen un lugar para hacer castillos de arena y un área exclusiva para juegos infantiles.
Hay barcitos, igual que en la Bristol de Mar del Plata, y quioscos para helados, además de lugares donde tomar café mirando a la catedral de Notre Dame a un costado y a la Torre Eiffel que se ve desde todos lados.
La playa de París (Paris Plage) es una demostración del virtuosismo francés para saber vivir sin molestar a nadie. Está abierta desde las 7 de la mañana hasta las 10.30 de la noche, aprovechando que hasta esa hora hay luz.
También hay programas musicales con figuras conocidas y otras personalidades que llegan por sorpresa. Ojalá lo hiciera el propio Charles Aznavour, que está a punto de cumplir 80 años y los celebrará con una serie de conciertos a partir del 3 de septiembre.
Al buen tiempo, buena cara
Recorrí la playa varias veces y aunque no encontré una reposera para descansar, igual lo pasé bien. Especialmente porque en este 2004 la temperatura en agosto ha sido más aceptable que el año anterior, en el que se batieron récords.
Las condiciones meteorológicas han vuelto a sus costumbres habituales. Se siente el calor del verano, parecido al nuestro, aunque menos húmedo, pero refresca un poco después del atardecer. Y hay algunas lluvias fugaces, que duran poco, pero refrescan mientras brotan los impermeables de plástico a todo color.
Hay más equipos de aire acondicionado en todos lados, pero en realidad bastaría con un ventilador de techo o dormir con la ventana de par en par, que es más lindo. Por lo menos para mi gusto. Además, si uno esta en París lo más grato no es encerrarse en el cuarto, sino irse a callejear para tomar algo en las veredas (las terrazas, como les dicen) con un demi, la medida de un imperial o chop de cerveza.
Y mirar la gente pasar y pasar, que es un espectáculo en continuado porque empieza cuando usted se sienta de frente a esta caravana incesante de gente de todas partes del mundo. Es una superproducción espectacular cuyo recuerdo va a durar más que este tostado tan elegante que recordaré en mis fotos sobre mi verano en París. Además, no me puse rojo como un camarón.
La playa, que se extendió desde el 21 de julio hasta anteayer, volverá el año que viene. Pero el próximo miércoles, para celebrar el 60° aniversario de la liberación de París, habrá una gran fiesta con baile incluido. Y de la misma manera que en algunas reuniones se ha pedido a la gente que rescate la moda de los años cuarenta y también los temas musicales de aquella época. Algo así como un volver a vivir, cuando en 1944 regresó el general De Gaulle y con la libertad de Francia.
Por Horacio de Dios
Para LA NACION
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