

Un paseo entre la realidad histórica y la leyenda sirve para descubrir lugares de camping, lagunas para la pesca y la actividad náutica. También aparecen las inevitables parrillas y la oferta rutera de salsas, mieles y quesos de campo. Esa oferta se puede enhebrar con la excusa de atrapar la casi inasible imagen de Juan Moreira.
La recorrida básica por iniciar en plena City debe tomarse desde Avenida de Mayo para continuar por la avenida Rivadavia, que da con la iglesia de San José de Flores. Allí, el 25 de noviembre de 1819 fue bautizado Juan Gregorio Blanco -hijo del gallego Mateo Blanco y de Ventura Ñúñez-, nacido en los bañados que más al Sudoeste seguían hasta San Justo.
Don Mateo fue un temible mazorquero que Rosas prefirió eliminar de sus propias hordas. El huérfano fue protegido con el cambio de nombre, y heredero de tanta violencia, cedió su nombre -sin saberlo y post mórtem- a José Podestá y a Eduardo Gutiérrez. Este último le puso letra a la pantomima que Podestá paseaba por la provincia bonaerense, tal como se reestrenó en Chivilcoy en 1886, punto inicial y lucrativo de un diluvio de sainetes gauchescos.
Primero bajo la carpa circense y finalmente sobre escenarios, Juan Moreira resultó un héroe gaucho de pelo renegrido y víctima de la Justicia. En la vida real se lo conoció casi rubio, picado de viruela, ojos verdosos y asesino sin remedio.
Pesquisa suburbana
Después de pasar por Flores, si se sale de la ciudad por Juan Bautista Alberdi a la ruta nacional 3, en el cruce y rotonda con el Camino de Cintura o ruta 4, se pasa por donde estuvo la pulpería El Peligro, del genovés Sardetti. El pulpero era un deudor renuente a saldar cuentas con Moreira y resultó su primera víctima. Ese crimen inaugural (1869) seguido de fuga necesitó de otras dos bajas en la partida policial que le cerró el paso, además de tres milicos heridos.
Así se desgració en San Justo, pero se serenó en Navarro; luego, protector y protegido en la política, y hasta obsequiado por Adolfo Alsina con un caballo y una daga. Pero dejó el autonomismo y terminó sus días con un bayonetazo, como mitrista, en Lobos. La daga -de larguísima hoja- hizo cruenta carrera en sus manos y terminó en las de un tal Melitón Rodríguez, que oportunamente la donó al Museo de Luján. Un mate de plata labrado, una rastra con monedas del siglo XVIII y dos pistolas naranjeras con sistema Lafaucheux de Moreira fueron a parar a la colección de M. Estrada Liniers, autor de una inhallable biografía.
Si se sigue por la ruta 3 hasta Cañuelas, se estará en los pagos donde el gaucho malevo también buscó refugio y ganó a la taba unos pesos que Juan Córdoba pagó con el agregado de un insulto que lo sentenció. Después de esa muerte, marchó al tranco hasta Las Heras (en automóvil se toma la ruta 6 hasta la 200), donde se mantuvo escondido en casa de familiares de su mejor secuaz: Julián Andrade.
Duelo en Navarro
En Villars, cerca de Las Heras, sobrevive un viejo ranchito en la estancia turística Los Ombús, al que la tradición oral sugiere haber sido escondite del rebelde. Pero si de Las Heras se sigue por la ruta 200 hasta la 41 se llega a Navarro, donde conoció a Vicenta Andrea Santillán, hija de una cautiva, que le dio tres hijos.
Con ella vivió los años tranquilos de domador y resero en San Justo y Morón. En Navarro fue mimado por estancieros autonomistas y hasta lo hicieron policía (pero renegó del uniforme). En la zona urbana, al 1700 de la calle 24, al viejo edificio se lo reputa con una pulpería frecuentada por Moreira.
Pero el despacho de Olaso, junto a la plaza, fue donde el 31 de diciembre de 1872 enfrentó en duelo al puntero autonomista José Leguizamón. Lucharon a lo largo de la plaza y frente a la parroquia actual, Moreira abatió a su contrincante.
Para entonces, muchos juzgados rurales se exhortaban entre sí por la captura que las partidas, temerosas, preferían eludir. Había pasado por Saladillo, Salto y Bragado, y hasta se refugió entre la tribu de Coliqueo, finalmente enfrentado con sus capitanejos. Era analfabeto, pero no hay acuerdo con las versiones (también cantor y guitarrero, o todo lo contrario) y hasta pocas coincidencias: alto, provocador y amante requerido.
Siempre buscó a Laura, su amante preferida, en el piringundín y posada La Estrella de Lobos (luego fábrica de soda y finalmente una clínica en la esquina de Cardoner y Chacabuco), y estaba con ella el 30 de abril de 1874 cuando lo sorprendió la partida(entre los policías estaba Enrique O´Gorman, hermano de la famosa Camila). Se batió y quiso saltar la tapia de La Estrella cuando la bayoneta del sargento Andrés Chirino se le clavó en la espalda, le erró un trabucazo por sobre el hombro, pero le voló cuatro dedos de la mano izquierda con la daga, como para recordarla siempre.
Chirino murió en Buenos Aires a los 101 años, donde Vicenta, la mujer de Moreira, vivía a principios de este siglo (Bartolomé Mitre 4470). La calavera de su marido fue pisapapeles del abuelo de Perón hasta que Mario Perón la donó también al Museo de Luján. Pero ésa es otra historia tan extensa como las idas y venidas de ese cráneo y la daga entre el Museo de Luján y otro de Lobos.
Francisco N. Juárez
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