
Pashminas y las compras en la India
16 de junio de 2000

Decir pashminas es estar en la conversación más exclusiva. La nombran en París, la exhiben en las vidrieras de Milán y, desde Los Angeles, en la entrega de los últimos Oscar porque es la prenda del año. Los diseñadores actualizaron la palabra porque la usan más que cashmere a secas. Pasa lo mismo que con un poncho de vicuña: el precio puede ir desde lo caro hasta lo inalcanzable, de cien dólares a diez mil. Están hechas de lana muy fina, abrigan mucho y no pesan nada. Y las mejores pasan enrolladas por el test del anillo y luego se despliegan hasta cubrir pecho y espalda. Me contó Aldo Sessa que Pablo Picasso tenía tanto cariño por el que le habían comprado en Buenos Aires que uno de sus íntimos amigos decidió que fuera su mortaja. Las prendas se elaboran con lana de cabra cashemere, pero únicamente de la pequeña porción que abriga su cuello. Los mejores productos vienen de Cachemira, la región del Norte a la que llaman la Suiza india, cerca de la frontera con Paquistán. Los compradores las buscan también en el Tíbet, Nepal, China, Irán, Irak, Asia central y Mongolia.
Es tan importante el hilado como la calidad de las tejedoras. Y hoy se recorre su huella como en otro tiempo la Ruta de la Seda, entre Oriente y Occidente.
Con nivel
Ningún viajero que se precie puede volver a casa sin pagar el peaje familiar, es decir, sin traerlas. No ocupan lugar, son livianas y sólo pesan en la tarjeta de crédito porque lo que vale, cuesta. Generalmente se cortan en dos tamaños. El grande, que equivale a un poncho y el mediano es tipo chal. Más pequeño no tiene sentido porque no sólo hay que abrigarse, sino mostrarla, porque da status y marca un nivel.
Se reconoce a primera vista porque llama la atención por la suavidad, la caída de la tela y los sorprendentes cambios que produce la luz en sus colores violeta, verde, naranja y, especialmente, rojo. En Nueva Deli o Jaipur no hay centros comerciales a nuestro estilo. Los que más se les parecen son las boutiques de los hoteles. Tienen un pequeño surtido porque las piden mucho y, por supuesto, no son baratas.
En caso de apuro son la solución porque, repito, en la capital india no estamos rodeados de vidrieras. Para comprar alta calidad, sin caer en la bancarrota en el intento, hay que llegar a un shopping indio, que funciona puertas adentro. Estos son locales que desde la calle no dicen nada e incluso pueden estar detrás de una tienda de especias, en un recoveco. Hace falta que un conocedor o un buen guía nos lleve. Y como suelen ser honestos no representa un sobreprecio, sino un descuento.
Al entrar nos sorprenden con aire acondicionado, bebidas frías y sillones para reponernos del calor. Además tienen un buen baño, que en la calle escasean.
Como en Las mil y una noches
Y comenzamos a ver las maravillas porque no sólo tienen tejidos de lana y seda, sino alfombras y tapices, joyas de oro y plata, obras de arte, antigüedades, artesanías en sándalo y piedras semipreciosas. Cualquier parecido con Las mil y una noches es un sueño parecido y las tentaciones dan vértigo al comprador más estrecho.
Nada que ver con los artículos que ofrecen los vendedores ambulantes, de calidad razonable y bajo costo, que vemos en muchas tiendas desde la época hippie . Esto es diferente. Por supuesto hay carteles que dicen pashminas en los mercados y no mienten, pero son otra cosa. El precio es un ingrediente, pero no todo. Aunque recuerdo que un chal más pequeño, de similar calidad, estaba en un outlet de la tienda Saks al doble de lo que pagué por el más grande en la India.
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