

Algunas de las imágenes más poderosas de nuestro país están vinculadas con la vida rural. En el pasado y también en el presente. Tanto para los compatriotas como los extranjeros. Por eso no necesitan traducción las palabras que identifican nuestra naturaleza y su gente: pampa, gauchos, estancias. O las actividades propias (rodeo, doma, yerra) pasando por la vida cotidiana (parrilla, asado, churrasco, bife)
Se puede ampliar la enumeración con los términos que giran en su torno, desde el deporte (polo, pato, cuadreras) hasta los títulos mayores de nuestra literatura (Facundo, Martín Fierro, Don Segundo Sombra, Los gauchos judíos, Radiografía de la pampa).
Y para saltar de lo escuchado a lo vivido, no hay nada mejor que vivir unos días en el campo. Este mes y el próximo son el momento ideal porque todo se pone a tono con la primavera. Y hay para todos los gustos y bolsillos, con ubicaciones cercanas o lejanas. Suelen ser más económicos de lo que podríamos suponer. No hay que olvidarse de reservar, porque son lugares con pocas habitaciones.
En lo fundamental, las cosas se mantienen. Y ahí está la gracia de vivir en una estancia donde la rutina de trabajo no cambia a la hora de sembrar, cosechar o las mil cosas que deben hacerse. Desde enlazar el caballo, que es una herramienta de trabajo, mientras nosotros nos preparamos para dar un paseo en los más mansitos que se reservan para los visitantes.
No son hoteles ni pretenden serlo, sino casas de familia para recibirnos con la hospitalidad de tierra adentro. Del país que está más allá de la avenida General Paz y cerca de la geografía que se convirtió en el Granero del Mundo.
Es posible que nos encontremos con algunos inconvenientes, que los hay para propios y extraños. Pero con buena onda forman parte de la diversión. En mi caso me gusta tener menos confort que creerme en la ciudad con todos sus chiches para hacerme sentir cómodo y perezoso. Prefiero que no haya televisor ni teléfono en el cuarto, aunque me costaría no tener Internet a mano.
Afuera y a la sombra
Es grato acostarse con la oscuridad. Porque no en todos los sitios tienen electricidad o se apaga de noche el grupo generador. Y despertarse con el canto de los pájaros, aunque uno se enoje con el zorzal que madruga más que las gallinas, cuando todavía está oscuro y la camita tibia.
Luego desayunar con pan caliente y leche recién ordeñada y salir a no hacer nada mientras los demás están ocupados. Por eso no busco ningún entretenimiento, aunque los programas son abundantes. Prefiero caminar, respirar oxígeno y no monóxido de carbono,
Uno mira y pregunta para qué es esto o cómo se hace aquello; los forasteros solemos ser fastidiosos sin darnos cuenta por la gentileza de la gente. Es lindo comer afuera y a la sombrita. Luego permitirse una siesta de pijama y padre nuestro porque el que hace la siesta tiene dos mañanas decía el General. Y no perderse el atardecer porque es un espectáculo que no tiene precio, igual a todo lo que realmente vale. Como estar en una estancia.
Por Horacio de Dios
Para LA NACION
Para LA NACION
SEGUIR LEYENDO


Lanzamos Wellmess, el primer juego de cartas de OHLALÁ!: conocé cómo jugarlo
por Redacción OHLALÁ!

Gala del Met: los 15 looks más impactantes de la historia
por Romina Salusso

Kaizen: el método japonés que te ayuda a conseguir lo que te propongas
por Mariana Copland

Deco: una diseñadora nos cuenta cómo remodeló su casa de Manzanares
por Soledad Avaca Cuenca
