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Pequeño, amable y con rutas bien señalizadas

Recorrer en auto el vecino país, Uruguay, es una buena opción para conocer cada pueblito, tomar mate y probar el asado




URUGUAY (El Mercurio, de Santiago).- Van quedando pocos países como Uruguay. Pequeños, amables, sin ínfulas de grandeza ni complejos de modernidad. Estoy en el famoso Mercado del Puerto de Montevideo comiendo carne. Es sábado, a la hora del almuerzo, y las mesas de los distintos restaurantes no alcanzan para satisfacer la demanda. Gente de todos los colores y todos los pelajes hace lo mismo que uno: come carne. Costilla, chorizo, asado, chunchules, lomo.
Mis compañeros de mesa me dicen que esa mujer vestida de negro y muy pintada de cara y de pelo que se pasea por el Mercado es Marta Gularte. La vedette más famosa en la historia de Uruguay. El Mercado le habla, la llama por su nombre, Marta, y ella le contesta a todo el mundo con un vozarrón impresionante y una pachorra envidiable. Sigue siendo la dueña del escenario, Marta. Tiene 81 años, y una voz de fumadora y de haber trasnochado todos los días, hasta ayer. Anda con un cuaderno en la mano. Dice que está escribiendo sus memorias, y que recibe donaciones voluntarias.
¿Cuántos galanes uruguayos y de otras latitudes están impresos en sus memorias? Marta Gularte es como el libro de oro de la bohemia uruguaya del siglo XX. Me deja el celular de su hijo, "por si necesitás algo", antes de ir a la mesa de al lado, donde le pasan una copa de vino y brindan en voz alta por Marta Gularte, la número uno .
Manejar en Montevideo no es un problema mayor, aunque mucha gente en la provincia diga que la capital está convertida en un infierno. Lo que pasa es que en Montevideo vive la mitad del país. Entonces, claro, es un poco más movido que el resto, pero nada del otro mundo.
La costanera del Río de la Plata, además, es un bálsamo, un agrado.
Tiene más de 30 kilómetros y va desde el puerto hasta Carrasco. Aquí se hace lo que en casi todas las costaneras del mundo: pescar, contemplar, conversar, caminar, trotar, andar en bicicleta, en patines, hacer negocios, discutir de fútbol, jurarse amor eterno. Con el agregado del mate.
A 50 kilómetros de Montevideo, camino a Punta del Este, está Atlántida. Un balneario común y silvestre, bañado por el Río de la Plata. Tranquilo, como casi todo en estos pagos. Es domingo, son las 10.30.
Pocas almas despiertas. Donde comienza la playa, justo bajo un árbol, sentados en una mesa de camping, Cristina Olivera y su marido, Jorge Acosta, toman mate. A pocos pasos, está el furgón estacionado con los enseres. Se vienen casi siempre por el fin de semana. No conocen mucho de Uruguay, eso sí. Pero cuando pueden vienen a Atlántida. A tomar mate, a disfrutar la playa, a prender fuego para un asado de domingo.

Cerca de Punta


{Texto} Al alcalde de Piriápolis todavía no le cae la teja. Su balneario queda a 115 kilómetros de Montevideo, tiene una enorme playa, larga y ancha, cerca de Punta del Este, con una costanera impecable, y el municipio ni piensa en cobrar porque uno se estacione frente a la arena, en uno de los muchísimos estacionamientos que en verano se atestan de uruguayos que vienen en vehículo a disfrutar aquí sus vacaciones.
Piriápolis es lo que se ve: playa, boliches para comer, almacenes, supermercados y un enorme casino, como en casi todo Uruguay, para jugar en las tragamonedas, echar unas fichas en la ruleta o pedir cartas en el black jack. La gente mayor acarrea sus propias sillas de lona, el termo para el mate y se instala en la costanera a tomar sol o bajo la sombra de una de las tantas palmeras que ordenan la vereda.
Hablar con un uruguayo sobre cómo se debe hacer un asado puede ser insoportable. En general, el tema desagrada en cualquier latitud, pero aquí la cosa es peor. Es que los uruguayos hacen tantos asados, viven tanto en función de la parrilla que participar en el debate es meterse literalmente entre las patas de las vacas.
Elvio Pagalday, originario de Paso de la Horqueta, en el departamento de Colonia, me hace un cortito, un cuento corto. Y se emociona. Le brillan los ojos, de verdad. El hombre recuerda la inauguración de una escuelita rural a donde iba el entonces presidente Sanguinetti como invitado estelar. ¿Cuál era la preocupación de Pagalday? ¿Los niños? ¿La educación? No, señor: el asado. "¿Vos sabés lo que es hacer un asado con chorizo con piel para mil personas? Quedó de maravillas, el presidente nos felicitó. Fue un orgullo para mí."
A propósito de vacas. En la periferia de Fray Bentos, sobre el río Uruguay, en el oeste del país, aquella tierra de donde es Claudio Arbiza, el arquero de Colo Colo, funcionó durante años el Frigorífico Anglo. Era tan impresionante este matadero que en los años 40 le daba trabajo a cuatro mil personas.
Aquí se llegó a faenar 400 vacas por hora. Lo único que no se aprovechaba de las vacas era el mugido. El resto se procesaba entero: la carne, el cuero, los huesos, la grasa; todo, todo servía.
Alrededor del frigorífico había un enorme barrio donde vivían los obreros, con clubes sociales, un club de fútbol y la zona de casas de los ingleses. La imagen de lo que fue el Frigorífico Anglo aún se conserva viva. Ahora el negocio por ahí cerca es más de las forestales, aunque el ganado sigue siendo importante. En verdad, el ganado está en todo el país. Hay zonas más fuertes en el rubro, como Tacuarembó, pero los frigoríficos se reparten por todo Uruguay. Es común y frecuente ir por la carretera y encontrarse con un policía que detiene el tránsito para permitir el cruce de animales.
A veces puede uno estar quince o veinte minutos parado en el auto porque el ganado no deja nunca de atravesar el camino. A nadie se le ocurriría tocar una bocina. Al contrario. Alfombra roja para los animales sagrados. Las vacas, los toros y las ovejas son acá un tesoro.
Francisco Mouat

Una Colonia de inmigrantes suizos

En este departamento, los gauchos son de origen europeo
El caballo es otro héroe dentro de Uruguay. Y el cuento de que los gauchos no se bajan nunca del caballo es cierto. A pie no se ven por ningún sitio. Por eso la agricultura no despierta demasiado entusiasmo en la patria gaucha: la tierra todavía queda un poco lejos vista desde el caballo, y cuesta mucho trabajo agacharse.
Los gauchos son una marca de fábrica dentro de Uruguay. Según el historiador Fernando de Assuncao, en el origen gaucho se explica parte del carácter rebelde que, según él, es propio de los uruguayos: "Los españoles descalificaban mucho a los gauchos. Decían que eran hombres sin rey ni ley ni Dios. Y claro: eran hombres sueltos, dueños de su espacio, amantes de la libertad, que trabajaban comerciando alcohol, tabaco y carne fuera de cualquier burocracia, y eso incomodaba a los españoles".
Lo contrario de los gauchos en materia agrícola son todos aquellos suizos que se radicaron en el departamento de Colonia en la segunda mitad del siglo XIX. Ellos venían justamente a trabajar la tierra. En vez de cazar el ganado, prefirieron hacerlo engordar. También aprovecharon la leche, se pusieron a fabricar quesos y sembraron para después cosechar. No la tuvieron fácil, eso sí.
Cuando aparecieron por Uruguay, quisieron instalarse en la zona de Florida, en el centro del país, pero un cura párroco levantó a su gente en contra de estos calvinistas y los corrió a pedradas por herejes . Fueron finalmente acogidos en el departamento de Colonia, y allí levantaron Colonia Suiza, Nueva Helvecia y Colonia Valdense.
Muy suizo todo. Ordenado, pulcro, limpio. Con un detalle que habla bien de Uruguay: en Nueva Helvecia hay una iglesia de doble culto. Aquí los domingos hay misa católica y después misa protestante. Sale el cura, entra el pastor.

Datos útiles

Cómo llegar: llevar el auto cuesta desde 80 pesos ida y vuelta e incluye el viaje del conductor. Informes: Fast Ferry, 4328-3800, y Buquebus, 4316-6500. La nafta ecológica cuesta 1, 25 dólar el litro.
Alojamiento: embajada de Uruguay (4807-3040). El horario de atención es de lunes a viernes, de 9 a 16. En Internet: http://www.turismo.gub.uy

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por Redacción OHLALÁ!

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