Pequeños pueblos con encanto
Tan lejos y tan cerca de la Capital, un puñado de localidades bonaerenses hace de la austeridad, el pasado, la arquitectura ferroviaria, la comida casera y, sobre todo, la calidez sus mejores argumentos para conformar un nuevo circuito turístico
14 de marzo de 2010
Los once kilómetros de tierra desde la ruta 7 hasta el pueblo bonaerense de Gouin, ahí nomás de Carmen de Areco, pueden representar un viaje más largo que, digamos, los 1037 kilómetros de Capital a Mendoza.
Es que llegar a Gouin es casi como viajar en el tiempo. A dos horas, dos horas y pico, de Buenos Aires, esta centenaria estación, por la que hace ya mucho no pasa ningún tren, ciertamente vive a otro ritmo. Poco más de cien pobladores, calles de tierra, casas de cien años, boliche tipo pulpería y, sobre todo, una relativa desconexión con lo que ocurre más allá de aquellos once kilómetros... Visitar Gouin es todo un viaje. Ingresar en su almacén de ramos generales es saltar a una realidad paralela.
Lo mismo ocurre con otros tantos pueblitos cercanos. Es decir que para ir lejos no hace falta cruzar los límites de la provincia de Buenos Aires. Ni siquiera hay que recorrer más de 300 kilómetros. Basta con explorar alguno de los muchos caseríos que sobreviven hacia el norte, el oeste y el sur de la gran ciudad.
Para eso, las excusas pueden variar. Algunas poblaciones se han desarrollado explícitamente como productos turísticos con buena prensa o han crecido como polos gastronómicos de fin de semana. Otras tienen precisamente el atractivo de lo aún no descubierto. Algunas, como Gouin, subsisten en torno de una antigua estación ferroviaria, imperdible para fans de los trenes o aficionados a la historia en general. Y otras más parecen merecer un vistazo aunque sólo sea por su nombre: ¿cómo resistir la tentación de averiguar qué habrá en el pueblo de Heavy? ¿De dónde vendrá la denominación de Mechita? ¿Qué nos esperará en Beguerie, Oliden o Domselaar?
Lo mejor es que las respuestas aguardan a distancias relativamente cortas. Para este suplemento especial, un equipo de redactores que ha sabido explorar desde la Antártida hasta la Polinesia salió a relevar apenas un puñado de estos pequeños pueblos con encanto: Azcuénaga, Bartolomé Bavio, Gouin, Mechita, Tomás Jofré y Uribelarrea.
Así es que esas y otras tantas locaciones forman esta guía posible y muy ampliable para los que quieran explorar algunos rincones bonaerenses poco transitados, muchos de ellos sin siquiera oferta de alojamiento (aunque en el menú haya algunos más frecuentados, como Uribelarrea y Tomás Jofré).
Quien emprenda esta aventura a corto plazo, deberá tener en cuenta que el común denominador de estos destinos no es precisamente el glamour. Si algo comparten son historias similares de trenes que ya no pasan o no paran (un hecho que suena a metáfora), habitantes que parten en busca de otros horizontes, gobiernos que miran para otro lado; olvido, postergación y abandono. Aunque también los une la palabra mágica, esperanza. La apuesta a una nueva vida o una segunda oportunidad de la mano del turismo. Buen viaje.