Perfumes de tierra adentro

A 120 kilómetros de Buenos Aires, en el partido de Magdalena, Cecilia García, a quien apodan la China, ofrece atención personalizada en su casona de paredes de adobe con habitaciones con baño privado, salamandra que humea rico y ventanas chiquitas que dan a un patio común con generosa galería de plantas.

Se trata de un rancho de 1930 reciclado con toda la calidez posible. La galería, perfumada de higueras y de vid, y la cocina económica embriagan a quien se anime a develar el misterio de las ollas. Nada se caza, asoma un paraíso de calandrias, horneros, benteveos, carpinteros, perdices, vizcachas, mulitas: los animales frecuentan los caminos tanto de ida como de vuelta al campo.

Cecilia comenzó con su proyecto luego de hacer el curso de turismo rural en la Facultad de Agronomía en la UBA, en 2003. Desde entonces, su alma de docente de historia de la ciudad de La Plata, donde ejerció durante 22 años, se volcó a estudiar la genealogía de la casa y los personajes, a encontrar el punto justo de los dulces que realiza con su hermana Magdalena -con las frutas de la quinta como mandarinas, peras, manzanas, membrillo-, a cocinar, a desgranar historias a los huéspedes.

Cuenta Cecilia que la familia dueña de la casa original, los Risso, hizo todo con sus propias manos. Eran nueve hermanos y entre todos primero construyeron el molino para proveer agua (suena la música de las aspas en las tardes de mate y tortas fritas) y luego, el rancho, una estructura de palos de madera cruzada por alambres donde se aplastan especies de chorizos con mezcla de barro, bosta y pasto fermentado. Fresca en verano y cálida en invierno, perfumada con el romero, la menta, la artemisa para los males del corazón.

Los huéspedes pueden participar en las tareas rurales ligadas a la ganadería (cría de Aberdeen Angus); realizar cabalgatas o caminatas; llegar hasta Vieytes, pueblo chico con su famoso boliche, o a la estancia El Destino, dentro de la Reserva Parque Costero Sur, lugar propicio para la observación de flora y fauna.

Coqui (José Daniel López) es el encargado de hacer el asado o conducir el carro donde pasean los viajeros. Su trabajo comienza a las 6 cuando aclara, o casi. Le da de comer a los chanchos y las gallinas, ordeña las vacas y se va al campo a mover la hacienda en las parcelas. En invierno, la morocha (olla), en la cocina econónima alimentada por madera de tala y eucaliptos, emana perfumes de guisos y sopas.

El pan casero al orégano, tomillo o romero sale del horno fragante a la mañana o a la noche. Todo el año se preparan ensaladas de la huerta, verduras a la parrilla, al disco o al asador, se escabechan casi todas las carnes, se hace conserva de verduras. Los postres llevan la leche ordeñada en La China y los huevos también de producción propia -flanes, cremas, budines-; la miel proviene de colmenas propias.

La China está en algunas guías como la Footprint Argentina: llegan muchos extranjeros en tren o auto. A ellos y también a los argentinos, Cecilia ofrece el mate y su ritual, con cedrón o cáscara de naranja.

En la casa se cuidan el agua, las plantas, los animales, el rancho, los galpones, la matera y cada uno de los espacios, "por respeto a los que habitaron este lugar y por todos y cada uno de nosotros", concluye Cecilia.

Un refugio para conectar con la naturaleza y la calma que brinda la noche estrellada del campo con sus horizontes infinitos y sus perfumes de antaño.