

PHUKET, Tailandia.- "Yo también sé bucear!", grita Benjamín, luego de liberar el amoratado brazo de su madre que acostumbra usar de chupete. Con una máscara y una polera especial que mantiene el calor del cuerpo, corre al mar, toma aire, hunde la cabeza y con una velocidad impresionante señala tantos peces como puede. Tiene 4 años y nació en la isla de Phuket, al sudoeste de Tailandia, un año después que dos de los más experimentados buzos de la región celebrabaran un matrimonio budista.
"Fuimos a un templo e hicimos un compromiso que sólo tiene una importancia espiritual para nosotros", explica Adrián, un inglés de 36 años.
Tina, su mujer, alemana de 33, recuerda que ese día llamó a sus padres para darles la noticia. Tres meses antes les había comunicado que acababa de renunciar a su reluciente trabajo de diseñadora gráfica para viajar a Tailandia.
Quería probar suerte como dive master : "Llega un minuto en que tienes que tomar una decisión, o sigues toda tu vida en lo mismo".
Su giro fue azul. Y comenzó como un hobby, que le permitía disfrutar de la naturaleza y relajarse. Incluso en las frías aguas del mar del Norte, donde son pocas las especies y sus colores.
Pero allí Tina se empezó a interesar seriamente en el océano hasta que la curiosidad la llevó a viajar a las costas de Tailandia. Fue en esas vacaciones cuando decidió dedicarse tiempo completo al buceo.
Ocho meses más tarde, abandonó sus cosas, tomó una mochila y reunió el dinero para vivir durante un año. Por suerte. Su sueldo en estas nuevas latitudes variaría tanto como su vida: de tres mil dólares pasó a ganar 300 baht (nueve dólares) por mes.
Pero no le preocupa: "Comprendí que esta vida no tenía precio, que nada podía comprarla", dice, mientras Benjamín sigue chupando su brazo, en una costumbre incurable que adquirió de bebe.
Si no fuera por sus grandes ojos café y el tono miel de su pelo, se confundiría con los thai: a fuerza de sol, el blanco original de su piel mutó a moreno, las marcas de mosquitos recorren sus piernas hasta las rodillas, y una vida sin zapatos le ha curtido una suela natural en los pies.
El niño es una de las más estimulantes ocupaciones que tienen Adrian y Tina durante el día, que también deben dedicarse a su trabajo en la tienda de buceo Scube Cat, en el elegante resort Tvhorn.
Fue en Phuket donde Tina y Adrian comenzaron su periplo común, pero en ese entonces la isla más famosa de Tailandia no tenía ese tufillo a Hollywood que expele ahora, después de la película The Beach, con Leonardo Di Caprio.
Entre Alá y Buda
Phuket podría ganar el premio de los extremos en todo el mar de Andamán. Los contrastes están presentes, sobre todo en los locales, los que se baten entre Alá -los cánticos se escuchan a partir de las 5 de la mañana-, Buda y los trabajos no muy religiosos para divertir a los visitantes.
Después de Pattaya, Phuket concentra la mayor cantidad de prostitutas: 12 mil, según las autoridades. En Patong, la playa más visitada, es normal que los europeos anden con jovencitas.
Las playas de Phuket están unidas por una carretera en la que abundan las motos, los taxis tuk tuk (medio camioneta, medio moto) y los autos. Tanta es la locura en este angosto camino apenas pavimentado que uno de cada tres motociclistas muere por día en un accidente.
Pero además de machos solitarios y conductores desquiciados, Phuket es destino de familias que buscan pasar sus vacaciones en grandes hoteles. En total, esta isla recibe a 2,6 millones de turistas cada año; el 25 por ciento de los visitantes de toda Tailandia.
A Phuket no vienen verdaderos viajeros, -sentencia Adrián, que se incorpora luego de dejar a un lado un libro donde se describen las especies marinas reconocidas en la región. Pero se equivoca. El es un verdadero viajero. Y está en Phuket.
La placa de Joan
La vida de Adrián como buzo comenzó dos años antes de conocer a Tina, cuando, impulsado por las mismas razones que su mujer, decidió abandonar Londres y su extraño oficio de fabricante de dientes postizos (entre sus placas famosas está la que hizo para Joan Collins, la actriz de la vieja serie televisiva Dallas .
Su primera parada fueron las islas indonesias. Allí no sólo conoció la técnica del buceo, sino también adquirió el gusto por las especies marinas. No es para menos. El archipiélago indoaustraliano (que comprende Malasia, Tailandia, Indonesia y Filipinas) es el lugar más rico del mundo en biodiversidad marina.
En el mar de Andamán, diversidad también significa peligro. De los 350 diferentes tipos de tiburones que existen en los océanos del mundo, sólo cinco pueden atacar a los humanos y tres de ellos se encuentran aquí: el tigre, el toro y el mancha negra. También hay algunas serpientes y peces venenosos (como el león, el escorpión y el piedra).
No hay peligro
El 99 por ciento de los ataques ocurre por una reacción defensiva del animal, de manera que si se bucea con los sentidos alerta, y no se anda a patadas con los corales, donde puede haber camuflada cualquier cosa, es difícil que algo ocurra dice Adrian a modo de disuasivo.
Sin embargo, en estas tierras las agencias con más éxito son precisamente las que prometen que en sus viajes se verán tiburones. O ballenas, que en estas aguas pueden alcanzar los doce metros de largo y que por muy amigables que digan que son, quitan la respiración a cualquiera.
Tailandia es la niña mimada de la región. No sólo fue el único país sin pasado colonial, sino que hoy puede jactarse de no poseer ninguno de los conflictos de sus vecinos.
Benjamín abre los ojos, desorbitados, y mira tranquilo a su alrededor. Está en Phuket, y aquí no hay prisas.
Datos útiles
Cómo llegar: el pasaje aéreo, ida y vuelta, desde Buenos Aires hasta Santa Barbara, cuesta alrededor de 1260 dólares ida y vuelta, con tasas e impuestos incluidos.
Alojamiento: el precio de una habitación en un hotel 5 estrellas varía entre 159 y 219 dólares. En uno de 4, entre 119 y 219 dólares; mientras que en uno de 3 el costo oscila entre 79 y 119, aproximadamente.
Comidas: se puede comer en un restaurante de lujo por 150 dólares por persona, con vino incluido. Otras opciones brindan cocina mexicana, californiana o mediterránea, cuyo precio varía entre 20 y 80 dólares por cubierto.
Más información: Centro de Información para Visitantes, 1 Santa Barbara Street, en Cabrillo Bulevard. Atención al público, de 9 a 17.
Internet:
Bárbara Thayer
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