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Pipa: el cuento de la buena playa

En el nordeste brasileño, un pueblo de moda con turistas y surfers, y largas extensiones de arena ideales para viajeros solitarios




PRAIA DA PIPA (El Mercurio, de Santiago de Chile).- Hace tan sólo una década, quizás un poco más, la escena era otra en Pipa. De partida, había más pescadores que surfistas, y los botes zarpaban más cargados con redes de pesca que con las heladeras llenas de cerveza de ahora. Las mesetas cubiertas de selva estaban salpicadas con sencillas casas de muros de barro y tejas rojinegras. No había posadas ni hoteles, y las playas aseguraban varios kilómetros cuadrados de arena solitaria por persona. Entonces aparecieron algunos forasteros con ganas de sacudirse la ciudad de los hombros o de encontrar buenas olas para sus tablas, lejos de multitudes y paseos organizados.
La historia se repite una y otra vez en Brasil, y en casi todo el mundo: jóvenes surfistas, neohippies y seudoaventureros con histeria de no ser comparados con "simples turistas", que andan en busca de las playas secretas, de su propia y personal tierra prometida, y que terminan siendo la punta de lanza de la industria.
Así, en Pipa al poco tiempo comenzaron a organizarse campeonatos de surf, los campeonatos atrajeron mirones, los mirones les contaron a sus amigotes y unos eslabones más adelante en esta secuencia imparable llegaron proyectos inmobiliarios, hoteleros y ómnibus turísticos. Entonces, muchos de los forasteros de Pipa decidieron tomarse las cosas con filosofía, reclamar por la insensibilidad de los nuevos forasteros y, de paso, abrir posadas, tiendas y restaurantes. Eso sí, todo muy rústico.
Si sólo busca un lugar donde depositar unos huesos cansados y no tiene complejo de pionero, Pipa da en el gusto. En Pipa, los restaurantes siempre tienen mesas vacías y despachar una orden de isca de peixe (trozos de pescado frito), cervezas y un café amargo con vista a la calle en el Café Golfinho, o en la breve terraza de Sanduíche, Crepe & Cia sigue siendo una excelente manera de perder el tiempo sin culpa. No hay hordas de borrachos que esquivar ni gringos gritando wow!, ese insoportable aullido con que algunos pretenden dejar claro que la vida es un desmadre. Tampoco hay vendedores de lo que sea y las prostitutas, infaltables, son curiosamente discretas.

El Sur al desnudo

Si la idea es vivir el sueño de la playa propia, basta caminar hacia el Sur. Más allá de Praia do Amor hay arenas tan solitarias que -dicen por acá- son el secreto que se guardan quienes quieren experimentar los íntimos y tibios placeres del nudismo.
Pipa tiene las virtudes de un pueblo chico. Hay una calle principal, ampulosamente llamada Avenida dos Golfinhos, que concentra desde farmacias hasta estudios de tatuadores y que está prohibida para el tránsito de los micros turísticos. Prohibición innecesaria, porque es tan estrecha que los vehículos grandes apenas pueden pasar.
Es el tipo de sitios donde basta un par de días para saber que la chica parada fuera de la posada y que mira con insistencia sólo vende paseos en lancha. O que Casa Babylon es un bar estrecho e iluminado de rojo, que su dueño es argentino y que es el lugar que congrega más gente cuando presenta bandas de reggae y rock en vivo.
Pipa tiene su propia playa, la que está junto al pueblo y que generalmente se conoce sólo como playa central. Un buen lugar para instalarse, pero quedarse demasiado tiempo aquí sería un desperdicio. Pipa es sólo el denominador común de un montón de otras playas con y sin nombre, donde cada kilómetro más lejos del pueblo recompensa con menos gente sobre la arena.
Hacia el Norte, por ejemplo, está la imperdible Praia Dos Golfinhos, a la que se llega caminando por la arena desde la playa central, pero que obliga a ser precavido. Cuando sube la marea, no hay forma de salir porque está rodeada de acantilados. Igual que Madeiros, más al Norte, a cinco minutos en auto.
La gracia de Madeiro es que hay delfines y que no cuesta verlos. Surfistas y bañistas vienen a meterse al agua sabiendo que en cualquier momento muestran el lomo o sorprenden con un salto a pocos metros de la orilla.

Datos útiles

Cómo llegar

En avión US$ 550
Hasta Natal, de ida y vuelta, con tasas e impuestos.
Pipa está 85 kilómetros al sur de Natal, la capital del estado de Rio Grande do Norte. Taxi del aeropuerto de Natal a Pipa, aproximadamente 85 reales. Alquiler de auto, desde 87 reales en Hertz de Natal (cuidado con el camino, lleno de pozos y lomos de burro no señalizados).
También hay varios servicios diarios de ómnibus desde la terminal de Natal.

Alojamiento

Toca da Coruja: tiene seis lujosas suites y cinco chalets amplios, cada uno con jacuzzi al aire libre y todo en medio de un parque. Desde 350 reales. (55-84) 246 2226. www.tocadacoruja.com.br
Alto da Pipa: es acogedor, muy tranquilo y tiene un jacuzzi muy discreto al aire libre. Pruebe los pasteles de Alberto y Marcia, los dueños. Dobles, desde 80 reales. (55-84) 246 2281; www.pousadaaltodapipa.com.br
Mirante do Pipa: bien pensado proyecto ecológico en uno de los cerros de Pipa; tiene algunas de las mejores vistas del pueblo y la costa. Dobles, desde 35 dólares. (55 84) 246 2251. www.mirantedepipa.com.br
Pousada Daladeira: en Avenida dos Golfinhos, el corazón del poblado. Tiene pileta, piezas sencillas y empleados especialmente amables. Dobles, desde 120 reales. (55-84) 246 2334.

Paseos

De Pipa a Sagi en buggy, 220 reales por el vehículo. (9967 1319). No olvide la propina.
Entrada al Santuario Ecológico, 4 reales por persona.

Más información

Comité Visite Brasil. Embajada de Brasil. Cerrito 1350, entrepiso (4515-2421). E-mail: turismo@embrasil.org.ar
Mauricio Alarcón C.

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por Redacción OHLALÁ!


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