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Playa, olas y juegos en la arena

Un breve decálogo para mantener entretenidos a los más pequeños




A mucha gente le gusta el mar. Pero amor, lo que se llama verdadero amor, es lo que sienten el mar y los chicos más chicos. El ir y venir de las olas es la diversión perfecta, interminable, como las ganas de jugar de los pequeños. Salpicarse en la orilla, un placer; el empujón insolente de la espuma, pura carcajada. Las posibilidades de transformar la arena no podrían haber surgido ni del mejor videojuego.
Los adultos acarician el mar en caminatas y baños buscando su fuerza renovadora. Los jóvenes se le enfrentan con espíritu deportivo. Es para la mayoría un momento de refresco y para varios, un telón de fondo en la vidriera de la seducción. Que lo aprovechen, porque el mar, intuyo, fue creado sólo para satisfacer a los navegantes y a los niños, y el resto sólo recoge las migas de placer que deja caer Neptuno.
Conozco a un especialista, adulto él, en extraer el potencial del mar y la playa y convertirlo en horas -cientos de horas- de diversión infantil. Una observación de su práctica y la evolución de los procesos durante los últimos 18 años me dio una idea que puede resultar de utilidad para otros padres neófitos como yo, pero que no tengan la suerte de estar casados con un experto. Estos serían los ejercicios básicos como curso de iniciación.
  • La orilla y punto. Sin paleta, sin tejo; tal vez sí un baldecito o pala, pero puede funcionar sin ninguna herramienta. Correr sin rumbo, patear el agua. Cavar un pozo en segundos para que el agua lo haga desaparecer. Quedarse quieto y que los pies desaparezcan bajo la arena. No hacer nada.
  • Pozos y montañas. Tan profundos y altos como resistan los dedos.
  • Destruir en segundos los pozos y las montañas logrados en horas.
  • Las formas sobre la arena. Castillos, fortalezas, sirenas, pulpos, automóviles? He visto surgir las cosas más impresionantes donde antes sólo había un liso tapiz beige. Por lo general, los grandes se detienen a ver la obra con sorpresa y los más chiquitos, que todavía no incorporaron ningún concepto que vaya de difícil a imposible , sólo sonríen.
  • Destruir sin piedad lo anterior.
  • Las formas con los chicos. De seis meses en adelante, es decir, cuando el bebe ya se sienta, se puede armar una figura a partir del cuerpo del niño. Construirle cientos de brazos, cualquier vehículo, extensiones del cuerpo monstruosas o perfectas (por ejemplo, taparle las piernas y hacerle una cola de sirena). Según la edad del niño, habrá que estimar el tiempo que permanecerá quieto y si comerá o no parte de la arenosa obra.
  • Destruir todo menos el niño.
  • Pistas de arena. De autos o de tapitas. La extensión del circuito y el nivel de dificultad son variables. Y después vendrá la carrera propiamente dicha.
  • Mirar el mar. Rendirse al poder hipnótico del horizonte azul; pero sólo un momento, no más, porque cualquiera puede hacer eso, mientras que pasa muy pronto la edad en que se puede amar el mar desinteresadamente, sin preguntas.
Por Encarnación Ezcurra

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