Por el campo de la historia
La estancia entrerriana San Ambrosio abre las tranqueras para pasar tranquilos días rurales y viajar al pasado de la mano de huéspedes ilustres, como Marcelo T. de Alvear, Balbín y Frondizi
25 de septiembre de 2011
En las antiguas estancias transcurrió parte de nuestra historia y ese es, en algunos casos, el privilegio de realizar turismo rural: poder pispar en lugares antes reservados para unos pocos la idiosincrasia de una época, de un país.
Tal es el caso de la estancia-ícono San Ambrosio de Gualeguay, Entre Ríos, una casona de estilo español construida por Alejandro Christophersen, arquitecto del Palacio Anchorena y del Hospital de Niños, entre otros edificios. Los hermosos dibujos en acuarela del famoso constructor –que anticipaban los cuartos, las galerías y las aldabas– pueden verse en la biblioteca.
Para el diseño y la realización del parque llegó el alemán Guillermo Bötrich, ambos profesionales contratados por Emilio Mihura, abuelo de los actuales dueños, que recibió el campo en herencia del vasco Juan Bautista Mihura.
Bisabuelo de la actual administradora, Juana Mihura, Juan Bautista llegó de Navarra en 1840 para asentarse en esta zona. Junto con otros vascos desarrolló el primer saladero de carne vacuna en Puerto Ruiz, fundó 16 estancias y construyó el primer molino harinero de Nogoyá.
Hoy, los huéspedes llegan a un gran casco bien mantenido de dos pisos con cuartos con balcón y miradores al parque, mobiliario de época, terrazas y fotos antiguas de la familia Mihura. Hay una sola televisión y está en la torre más alta, la nueva sala de estar.
Juana recibe y atiende personalmente a los huéspedes. Vive a 200 m del casco, en lo que era un viejo puesto reciclado. De hecho San Ambrosio era un antiguo puesto de la estancia Las Colas sobre la ruta 11 cuando fue adquirido por el primer Mihura a principios del siglo XX.
La anfitriona siente un amor incondicional por la vida de campo que eligió: recuerda los veranos en que llegaba con su padre y su familia, así como sus tres tíos con sus respectivas familias. Y eran 25 niños felices que jugaban libremente. Se escondían en los recovecos de los árboles, jugaban al tenis, cabalgaban hasta el río durante todo el verano, hasta que comenzaban las clases.
Estilo presidencial
En el parque de árboles añosos se encuentra el cedro plateado plantado por el presidente Marcelo T. de Alvear. Se entregan planos con distintos caminos para hacer caminatas al río sin guía (tramos cortos y largos) para ver aguaribayes florecidos que "arden de abejas" como escribió J. L. Ortiz, plantas y pájaros, orillando el canto de la corriente, del agua.
Dentro del casco hasta los muebles cuentan historias, como el escritorio donde se firmó entre el 12 y 15 de enero de 1822 el Tratado del Cuadrilátero entre las provincias de Buenos Aires, Corrientes, Santa Fe y Entre Ríos, con el fin de instalar la paz y la defensa mutua de sus fronteras contra la amenaza de España y Portugal.
De hecho, muchas figuras políticas se alojaron en San Ambrosio. Entre las más contemporáneas, Ricardo Balbín, Arturo Frondizi, Miguel Zavala Ortiz, Carlos H. Perette, Alberto Garona, etc. Se dice que en esas tertulias sucedió la escisión del Partido Radical y años más tarde, la designación de Humberto Illia como candidato a presidente.
Por otra parte, cada vez más San Ambrosio se especializó en las salidas de pesca de la mano de Daniel Chiozza, alias el Mosca. El sinuoso río Gualeguay sigue su curso rodeado de playas de arenas blancas de las que cuelgan sauces y espinillos, entre otras especies de árboles. Para navegarlo se utilizan tres opciones: las piraguas, los lanchones o la lancha (desde Puerto Ruiz), para cuatro personas.
"Ahora que viene el tiempo lindo, por la tarde los huéspedes quieren hacer actividades con nosotros: pesca, caminatas, cabalgatas", cuenta Juana. Son pocos los que se manejan en forma independiente. Las cabalgatas recorren la estancia y los alrededores en dirección hacia el río, atravesando misteriosos bosques de talas, paraísos, ñandubay.
Zulema es la encargada de la cocina, y del menú con recetas nuevas y platos históricos como los vol au vent de espinaca y champiñón, soufflé de queso, perdices en escabeche, palmeritas con salsa golf, jamón y huevo mollet, lomo Strogonoff o huevos quimbos de postre.
San Ambrosio resulta un refugio para perderse para siempre en los caminos y ríos, y también en los aromas, los cuentos, las historias y los sabores de antaño.
DATOS UTILES
Cómo llegar : tomar la Panamericana, ramal Escobar-Zárate (ruta 9) hasta el cruce con la ruta 12 a la altura de la Planta Industrial Toyota. Doblar a la derecha hasta el cruce Ceibas, para girar nuevamente a la derecha por la ruta 11 hasta Gualeguay. Hay que pasar la localidad unos kilómetros hasta toparse con el desvío hacia el campo. Informes: Tel.: 011 4702-9937; Cel.: 011 15 4448-4882; www.estanciasanambrosio.com
Precios : $ 480 + IVA por persona por día con 4 comidas diarias y bebidas incluidas. Las noches de lunes a jueves de octubre y noviembre tienen una tarifa especial de $ 380 + IVA por persona por noche.
Pesca embarcada : en lanchones por el río Gualeguay ?($ 500); en lancha desde Puerto Ruiz para un máximo de cuatro personas hacia las islas Lechiguanas, boca del Gualeguay, arroyo El Tala ?($ 1200).
Cabalgatas: $ 100 por persona.
GUALEGUAY, CARNAVAL Y POESIA
Los cardales… ¿De qué color?
A 10 minutos de la estancia, la ciudad de Gualeguay, fundada en 1783, es una de las más antiguas de Entre Ríos, centro de la comarca agrícola-ganadera. El viajero interesado podrá dar una vuelta por el Club Social, la iglesia de San Antonio y el Museo Histórico Regional. En su época, Puerto Ruiz llegó a ser el tercero en importancia del país.
En Carnaval, en Gualeguay se celebra una colorida y animada celebración, que comienza el primer fin de semana de enero.
La ciudad también fue cuna de J. B. Ambrosetti y Juan L. Ortiz (1896-1978), poeta argentino que pasó su juventud en la villa.
Nada más que un sueño amarillo que se va entre los talas detrás de un vuelo bajo y encendido de verdes.
La luz es una nostalgia que alarga sus suspiros hasta las lejanías.
Los cardales secos, aéreos, ¿de qué color?
Este paisaje es mi alma y será siempre mi alma.
Un espejo infinito para el cielo.
¿Sabéis, amigos, ahora, la causa de mi vaga tristeza? Juan L. Ortiz, Crepúsculo en el campo de Gualeguay, 1947.