
Entre olivares y viñas probé por primera vez un Nero D´Avola, un siciliano tinto de carácter. Fuerte como la tierra donde nace. Intenso como las personas que lo hacen.
La bodega está en Bufalefi. Desde la terraza de la antigua casa de la familia Módica teníamos una vista sobre todas las tierras; allí conocimos su historia.
Degustamos productos típicos y recorrimos la hacienda.
Siguiendo nuestro camino, con el recuerdo de la hospitalidad recibida, visitamos Calamosca y Vendicari, dos playas para seguir disfrutando de ese Mediterráneo maravilloso.
Terminando el día volvimos a Noto, ciudad barroca por excelencia.
Al atardecer, las paredes de iglesias y palacios se tiñen de rosa y naranja. Hora de un aperitivo en algún bar del centro histórico.
¿A la noche? Muestras de arte en la calle, teatro griego en las escalinatas de la catedral, jazz en el patio de alguna iglesia y buenos lugares donde apreciar los perfumes y sabores de Sicilia.
Conocer gente tan apasionada por su lugar, su historia y sus tradiciones da un aire fresco, es un verdadero placer.
Ya de vuelta en Buenos Aires, amigos y comida de por medio, compartimos otra botella de aquel tinto siciliano. El encanto seguía intacto, la magia no había quedado en la isla.
Ará (en dialecto siciliano significa vamos).
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