

"The hills are alive with the sound of music." Qué mejor descripción para enaltecer un paisaje prealpino y la música que brota por todos lados en esta ciudad. Así es Salzburgo, ciudad que visité con mi familia a comienzos del otoño europeo de 2006.
A sólo 140 kilómetros del aeropuerto de Munich, esta ciudad es mágica. Su construcción de estilo barroco, sus callecitas angostas y acogedoras, permiten a uno sumergirse en el tiempo y dejarse llevar. Los cafés al paso, junto con la excelente repostería austríaca incitan a no privarse de los placeres terrenales.
Salzburgo me sorprendió por su cultura, su amor a la música, la naturaleza y sus tradiciones, pero lo más destacable fue la hospitalidad y amabilidad de los habitantes, a pesar de que muchas veces son la minoría frente a la ola de turismo que los invade durante julio, agosto y septiembre.
Pero quiero focalizar mi relato para describir lo vivido fuera de la ciudad natal de Mozart. Durante nuestra visita conocimos otros lugares no tan publicitados localmente, la región del Salzkammergut, zona de lagos, montañas y pueblitos, a pocos kilómetros del centro.
Saliendo por el norte de la ciudad se emprende un recorrido por una de las zonas más maravillosas de Austria. Los verdes prados, rodeados de los majestuosos Alpes, donde seguramente Julie Andrews filmó las escenas iniciales de La Novicia Rebelde, son los que aparecen frente a uno.
Y de esa manera se empieza a recorrer una cadena de pueblos salidos de un cuento idílico como St.Gilgen, St.Wolfgang, Mondsee. Bajo un común denominador, las casas que aparecen en el camino presentan las fachadas llenas de murales, con sus balcones rebasando de flores y la atención cuidadosa de sus dueños, orgullosos por su cuidado del medio ambiente.
Paré en dos de ellos y verdaderamente fue un cambio notable frente Salzburgo. Tan cerca y tan distintos. Tan bellos como apacibles. Recomiendo a los lectores dejarse un día para recorrer esta zona, que verdaderamente no tiene desperdicio. Por mi parte, seguramente volveremos, si Dios quiere, a Salzburgo y sus alrededores, porque en las palabras de Oscar Hammerstein, "las montañas están vivas con el sonido de la música".
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