¿Por qué es tan estresante mudarse?
2 de agosto de 2018 • 14:55
Porque es mucho más que cambiar de casa. - Créditos: ilustración de Eugenia Mello
Probablemente vengas acumulando un mix de emociones desde hace meses: porque sacaste un crédito y te bancaste las mil y una en la complejidad del proceso o porque tuviste varias desilusiones hasta que encontraste LA casa que te cerraba en precio, ubicación y tamaño. Por ahí acabás de tener un bebé y te toca agrandarte porque necesitás más espacio o quizás te separaste o te tuviste que reubicar por tu trabajo. Sean cuales sean las circunstancias que te llevaron a este momento, segurotenés un nivel de estrés importante. Y esto es porque las mudanzas son, en términos psicológicos, un potencial estresor, o sea, un factor disparador de estrés que, según la personalidad con la que se combine, puede ser más o menos devastador. Las personas flexibles, optimistas y tolerantes a la frustración transitan mejor este proceso que las más rutinarias, ansiosas y poco amigas de los cambios en general. Pero siempre mudarse es un desafío, porque supone acoplar toda nuestra vida a un nuevo lugar.
El duelo
Durante la mudanza, es común que notes que se te va un poco de las manos este cóctel fuerte de emociones, por un lado, positivas, como la ilusión o el entusiasmo de empezar de nuevo, y por el otro, negativas, como el estrés, la ansiedad y la tristeza por lo que dejamos. Si sentís esta ambivalencia, es porque algo se pierde y algo se gana siempre. Y cambiar de casa, por muy terrenal que suene, supone un duelo y una despedida de algo. Por más que te mudes en circunstancias 100% felices, algo seguro dejás atrás: quizá sea un recuerdo de una etapa en la que fuiste muy feliz, quizá sea un barrio lindo, con gente de confianza, un vecino que te cuidaba el perro o una verdulería excelente en la esquina. Sea lo que sea, es sano que te tomes el trabajo de hacer un cierre de esas cosas que te cuesta soltar y te despidas de tu lugar de residencia con intención, agradeciendo todo lo que pasaste allí y recordando los mejores momentos.
Inteligencia pragmática
Ilustración de Eugenia Mello.
La mentalidad de la mudanza arranca mucho antes del día D: empieza con la decisión de reubicarse, con la búsqueda y elección de la casa, con la obra o arreglos que le hacés... Es un tema que ocupa lugar en tu cabeza durante mucho tiempo, pueden ser meses o años. Pero cuando ya estás a una o dos semanas de mudarte, es clave que visualices la meta final y dejes un poco las emociones de lado para que te domine la acción y así poder enfrentar la montaña de tareas que tenés por delante. En esta etapa entra en juego una habilidad que muchos no fomentamos en el día a día: la inteligencia pragmática. Se trata de la capacidad de trabajar eficientemente y centrándote en las funciones de anticipación, jerarquización, planificación y organización. De este modo, pensando estratégicamente, obtenés los mejores resultados usando la menor cantidad posible de energía, cosa que es clave en un momento así para sobrevivir al caos que te rodea y disfrutar del proceso. Nadie te pide que seas la Marie Kondo de las mudanzas, pero sí que trates de salirte de la caja (¡literal!) y pensar en formas creativas de optimizar tus tiempos. Por ejemplo, es mucho más simple agrupar las perchas del placard y meterlas, con la ropa colgada, en bolsas, que sacar todas las prendas de sus perchas, doblarlas y guararlas en cajas o valijas para después hacer el proceso inverso al llegar.
Consejo: googleá la expresión "life hacks + moving". Te van a aparecer miles de ideas y soluciones inteligentes que ni te imaginabas para trasladar tus objetos.
En familia
Muchas veces sucede que a los más chicos de la casa les cuesta mucho mudarse. Son niños; es normal que estén muy aferrados a sus cosas y muy acostumbrados a sus rutinas. Por eso, para ayudarlos a procesar los cambios, es clave explicarles a los hijos paso a paso qué va a suceder y asegurarles que todas sus cosas los van a estar esperando en la casa nueva. Si los chicos están informados y sienten que los adultos les dan seguridad, ellos van a responder bien.
También está la parte de saber entusiasmarlos. Para esto, algo que puede servir es involucrarlos en las distintas etapas del cambio de hogar: llevarlos a ver la casa nueva (teniendo cuidado de hacerlo en momentos en los que tenga "buena cara" para ellos), elegir juntos la pintura para su cuarto o pedirles que te ayuden a guardar juguetes en una caja.
Transformación
Ilustración de Eugenia Mello.
El cambio de casa rompe con todas nuestras estructuras y por eso es un momento de mucho estrés. Porque nuestra psiquis y nuestra identidad tienen apoyaturas, soportes concretos. Y la mudanza nos deja tambaleando, sin todos esos soportes y seguridades: no sabemos dónde están las cosas, ni cómo funciona el horno, ni cómo se llama el vecino. Incluso es difícil acostumbrarse al orden nuevo ¡y hasta a los sonidos! Es tremendo cómo una escalera que cruje puede ser motivo de incomodidad hasta que se vuelve un sonido cotidiano.
Pero lo bueno de este ponerse en movimiento que implica la mudanza es que en el camino te das cuenta de qué cosas son imprescindibles y qué otras podés dejar ir. Es una posibilidad de tomar perspectiva y ver qué cosas podemos soltar. En definitiva, un buen momento para hacer una limpieza exterior e interior. Después de todo, cambiar de casa es, en mayor o menor medida, cambiar de vida. •
Y vos, ¿cómo lo viviste?
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