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Por San Luis y Córdoba, a fuerza de malacate

Una travesía por los cerros para hacer subir la emoción




VILLA GENERAL BELGRANO, Córdoba.- Después de un viaje intenso desde Buenos Aires hasta el Valle de Calamuchita, en el salón principal del hotel se congrega alrededor de medio centenar de personas. La expectativa gira en torno de una inminente travesía en 4x4 que durante tres días unirá esta ciudad y El Morro, San Luis, a campo traviesa y por un terreno serrano que promete ser fuente de inagotable adrenalina.
"Mientras esperamos que llegue el resto del grupo, quisiera presentarles a mi equipo", expresa a su auditorio Guillermo Nin, director de la travesía. Cada uno a su debido tiempo saludan un asistente mecánico, un navegador de GPS -Global Position in System, una suerte de brújula que actúa por señal satelital, dos instructores y un maestro parrillero.
La primera etapa del programa desde Villa General Belgrano hasta el cerro El Aspero depara 144 kilómetros de tierra y roca lavada. Se alistan 15 camionetas, cada una de ellas con copias de una detallada hoja de ruta, donde se esbozan señales para mantenerse en pista. Es decir, antenas, curvas, guardaganados, tranqueras, arroyos, miradores, distancias y algunas observaciones al margen, que no figuran en los mapas. Después de los últimos preparativos, con el tanque lleno y provisiones suficientes, el equipo sale a la sierra.

Sin mapas

El punto de partida es exactamente donde el asfalto se pierde entre los cerros. Apenas se abandona Villa General Belgrano comienza la comunicación fluida mediante los equipos de VHF. Las indicaciones en la hoja de ruta facilitan el trabajo de los conductores, que uno a la vez y cada 5 minutos desaparecen de la ciudad en su propia nube de polvo.
Sólo El Aspero, una mina de tungsteno abandonada a 2000 metros de altura, reunirá al equipo completo al caer la tarde, para iniciar el descenso final hasta las profundidades de sus fauces. "Vale aclarar que el espíritu de estas travesías es recreativo y no competitivo - apunta Nin-. Cada salida tiene su propia dificultad y una cuota de aventura. Se trata de una salida planificada." Así, el Club Four by Four -organizador de esta travesía- incursiona en destinos tan diversos como Cabo Polonio, Uruguay, o la exótica Africa negra. La elección del recorrido está directamente relacionada con el nivel de dificultad del terreno.
Los primeros kilómetros hacia El Aspero trancurren sin grandes imprevistos. Sin embargo, después de pasar por Athos Pampa -la primera localidad en dirección oeste sobre el valle de Calamuchita-, la huella presenta tramos cada vez más deteriorados. Arden los equipos de comunicación y el GPS actualiza periódicamente la posición de los vehículos.
Enseguida llegará el primer descanso en la localidad de Yacanto, a 38 kilómetros de Villa General Belgrano. El tiempo justo para hacer algunas compras, estirar las piernas.
Entre molles, espinillos y un menú de plantas aromáticas que incluye peperina, jarilla, té de burro o payco, el viaje continúa por el faldeo de la sierra, y después de andar 90 kilómetros, la represa de Arroyo Corto es el punto escogido para almorzar. Espera un locro con empanadas, vino tinto y hasta un halcón peregrino que se avecina del cielo.
Antes de la llegada de los últimos vehículos, el grueso del equipo reanuda su marcha. El descenso hasta la mina promete ser agitado, y el objetivo es llegar con las úlimas luces del día. Siempre puede haber imprevistos como árboles caídos, derrumbes, lluvias o neviscas, y respetar un plan de acción es la consigna. Finalmente y entrada la tarde, se inician los últimos 8 kilómetros hasta El Aspero, a paso de hombre y en caravana.
A 60 kilómetros al sudoeste de la localidad de La Cruz, el último tramo hasta la mina es denso, la huella es casi inexistente, los pozos profundos y las rocas filosas. Inserto en la naturaleza salvaje, el equipo se solidariza en las cicunstancias adversas, y desarrolla estrategias para sobrepasar cada escollo en el camino.
Aislado de toda civilización, El Aspero es uno de los emplazamientos de montaña más grande de toda la provincia de Córdoba.
"La historia de esta mina empieza a fines del siglo XIX con la llegada de los italianos -explica Carlos Serra, actual responsable del lugar-.
El tungsteno es un mineral que aporta resistencia a la fricción en caliente y se utilizó para la construcción de armamentos en la Segunda Guerra Mundial". Hoy el lugar funciona exclusivamente como punto turístico.
La psicología está presente en la travesía. "Nosotros notamos algo importante -apunta Serra-. Cuando la gente se siente aislada, saca toda esa coraza que tiene para luchar diariamente en la maraña humana en que vive y se da cuenta de que el prójimo existe y lo puede ayudar. Acá estamos todos en la misma."
Después de cruzar el último riachuelo, el equipo se dispone a acampar. La noche se desviste silenciosa alrededor de una fogata, y se levantan las primeras tiendas. Mientras la comida se cocina a fuego lento, comienzan a enhebrarse las historias del día.

Un volcán al final del camino

La salida de El Aspero demora tanto como el descenso. Siempre por caminos no convencionales, a campo traviesa, por huellas de barro o pedregullo, un alto sobre el río Los Sauces despide a los partcipantes con un nuevo brindis hasta la ciudad de Merlo, en San Luis.
El desfile en 4x4 se despliega hacia la estancia La Morena, para ingresar en una zona volcánica desprendida de la cadena de Comechingones. Empieza el ascenso hasta El Morro, un sistema compuesto por picos dispuestos en forma circular de origen volcánico. Más de 1800 hectáreas de superficie en forma de caldera y una depresión central de 300 metros de profundidad.
El viento sopla a empujones, y los pastizales se mueven ondulantes como peluquines en la falda de la sierra. Según relatos locales, cuando un forastero pretende escalar El Morro está expuesto a que una densa niebla lo envuelva hasta extraviarlo, y escuchará el crepitar de la lluvia en son de protesta.
El trayecto hasta la hoya es duro. Hay que cambiar ruedas, desenrollar los malacates y sacar piedras del camino. En la profundidad de la montaña, el grupo celebra y se peina para la foto. Sólo resta intercambiar teléfonos y volver a la ruta.
Alejandro Rapetti

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