Llegué cuatro menos diez. Estaban todos tomando café. La sala de spera estaba decoradísima.
En punto llega MJ, emperifolladísimo. Con una sonrisa de oreja a oreja nos saludó uno por uno. Cuando fue mi turno, le di un beso y al mirar para abajo, noté que tenía puesto un par de zapatos blancos! Oh, mi Dios!.
Tuvimos la reunión, informativa y de bienvenida y a las cuatro y media me fui a mi consultorio. Cuando entré, creí que había habido un flash atómico, pero no, era el efecto del PINK ROOM. Me pintó las paredes, el piso y los muebles (incluyendo el sillón) de rosa! Mi ambo es rosa. Los barbijos, son rosa. Todo es rosa.
Entro MJ, con cara de "qué me contursi?"
Me reí.
Es que en realidad el tipo es un enamorado. Es un exagerado de la vida. Y quiere que todos seamos así. O cree que lo somos?
Le dije que me encantaba, que muchísimas gracias y que ya le empezaría a dar mi propios toques (ejem...).
A las 5 llegó mi primer paciente, y con el un vistazo a lo que creo será el elemento humano que atenderé en los próximos tiempos.
Un niño de 10 años, que vino acompañado por la empleada de la casa. Lo atendí. Me contó, como pudo, que su madre estaba en la casa, con su papá y el señor que había ido a arreglar la puerta del garage. OK, le dije. Le mando entonces una notita a tu mamá.
Mi segunda paciente, una adolescente de 16 que quería tener los dientes separados porque cuando era chiquita los tenía así y se le habían ido juntando. Crazy.
Mi primer día de trabajo estuvo lleno de cosas que contar. Tuvo un pedazo del mundo. Y eso es bueno. Salir al mundo es bueno, y no esperar noticias, sentada en la cocina de casa.
BACK IN BLACK!