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Propina o no propina, ésa es la cuestión




Si Hamlet dejara el palacio y tomara un taxi, su gran pregunta sería: ¿Propina o no propina? Lo mismo nos ocurre a nosotros cuando viajamos al exterior porque las costumbres varían y that is the question .
Por ejemplo, en Buenos Aires no es habitual dar otra cosa que las gracias. En cambio, en Nueva York bajar del auto sin dejar de un 15 a un 20% por ciento puede depararnos una catarata de insultos en distintos idiomas porque los conductores suelen ser paquistaníes, salvadoreños, ucranianos, etc... De cualquier lado, menos norteamericanos.
Llaman tip a la propina, palabra de amplia significación porque también se usa para sugerencia, recomendación, chimento útil.
Aunque no es obligatoria, hay que respetarla a menos que uno tenga quejas sobre el servicio. La propia municipalidad, que da valores de referencia desde el aeropuerto Kennedy a los distintos barrios, aconseja no gratificar al conductor si comete infracciones de tránsito, fuma sin permiso o ha sido descortés.

En Europa, menos

En Roma, Madrid o París se conforman con un 10% o menos. En Londres esperan un 15% o más, y se lo merecen porque para darles la licencia pasan un examen riguroso que incluye saber los itinerarios ideales para llegar rápido y económicamente a los destinos menos comunes.
En Buenos Aires, sería conveniente comenzar a dejar propina si nos brindan una mejor atención o servicio. Por ejemplo, si tienen aire acondicionado.
Aquí, lo mismo que en Roma o Madrid, le damos monedas al acomodador del teatro o del cine, aunque la luz esté prendida y nos ubiquemos solos. Casi un peaje por entrar a la sala. Y en Broadway los sorprende que al recibir el programa, el clásico Playbill, intentemos hacerlo.
En cambio es habitual en los estacionamientos, y en Miami, por pedir el auto al valet parking es un dólar por vez.
La propina, en general, forma parte del sueldo. En los grandes hoteles de Estados Unidos se forma una cadena: el portero por atendernos, el maletero por llevarlas al lobby y finalmente el que las alcanza a la habitación.
En cambio no se respeta la propina a la camarera, salvo que le pidamos algo, desde coser un botón hasta un secador de pelo o un transformador.
Para evitar la discreción del cliente, en los restaurantes de Francia la adición viene con un 15% agregado aunque si la atención ha sido muy buena, y en París es habitual, es de buen gusto sumar otro 5%. En Madrid suele estar incluida en el precio de la comida, aunque es razonable dejar un 10% en la mesa, tanto como decirle señor y no mozo porque mozos son los que atienden las cuadras de caballos.

Fijarse antes de pagar

En Estados Unidos, la libertad es libre. El acostumbrado 15-20% puede o no estar en el bill. Es cuestión de fijarse para no dar dos veces. Si paga con tarjeta, cuando el casillero está en blanco, se espera que usted sume su atención. Es práctico fijar el doble del tax, que en Nueva York es del 8,25%.
En los cruceros se carga automáticamente un porcentaje a menos que uno proteste y diga por qué protesta. Al terminar el viaje nos dejan un sobre para cada uno de los que nos han atendido: camarero de habitación, jefe de comedor, mozo. Calcule en total, 10 dólares por día y pasajero. A veces puede incluirlo en la tarjeta de crédito.
En los spa, igual que en las peluquerías, hay que dejar una propina que va del 15 al 20%. En general se prefiere el efectivo porque la relación se establece persona a persona, desde el guardarropa hasta el masajista pasando por el podólogo.
La clave está en si piensa o no volver. Es fácil irse sin dar nada si uno es ave de paso, pero resulta difícil si es cliente habitual por la vergüenza del retorno ya que las caras pueden olvidarse, pero las propinas no.

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por Redacción OHLALÁ!


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