
TANDIL.- Algunas estancias aún están reservadas para los propietarios que las conservan con celo. Otear el horizonte desde alguna de ellas estaba vedado hasta hace poco tiempo y sólo se abrieron al público con la modalidad del turismo rural. Pero, igual, siguen en pie algunos lugares donde es difícil hallar el salvoconducto para entrar en palacio.
De estos lugares en Tandil se ocuparon Diego Santamarina y Atilio Bodini, que convenciendo a descendientes, fundaciones y propietarios lograron entreabrir las cortinas de un Tandil distinto, un Tandil histórico cargado de memoria, a la que se suman la generosa gastronomía serrana y los alojamientos con encanto, tan cerca, ¡pero tan lejos!, de Buenos Aires.
"Hace unos meses, cuando pensé que la historia de mi tatarabuelo Ramón Santamarina merecía ser conocida como ejemplo de los pioneros que forjaron nuestra nación, visité la estancia Bella Vista, fundada por Ramón Santamarina, hoy abierta por los Santamarina Irazusta; y luego la capilla San Ramón, donada al Episcopado de La Plata por mi bisabuela. Y sentí que mostrando al público parte de esta historia me encontraba definitivamente con mis raíces", señala Diego Santamarina.
Junto con dos amigos de toda la vida decidieron compartir sus recuerdos de la niñez pasada en Tandil: el inconfundible paisaje de las sierras a 350 km de Buenos Aires; los atardeceres en Montiel, otra de las estancias familiares; las visitas a caballo o en carreta a los primos de la estancia Maryland; las misas en la capilla San Ramón.
Todos los paseos se hacen con la guía Patricia Ackerley, de la Dirección de Educación del municipio de Tandil. Ella se encarga de contar los hechos con el propósito de comprender la evolución histórica de la región y también se ocupa de promover en las escuelas el programa Piedra Libre Tandil.
Viaje al pasado
El recorrido incluye la estancia Acelain, en el límite entre el partido de Azul y Tandil, una de las más importantes del país, construida con el diseño del arquitecto Martín Noel por encargo del escritor Enrique Larreta, entre 1922 y 1924.
Sus jardines, de cientos de hectáreas, albergan terrazas verdes escalonadas con acequias, dalias de colores, una laguna, pinos, cipreses, araucarias y otros cientos de especies. El parque culmina en la punta del cerro, con el caserón hispano-árabe que resiste el paso del tiempo.
Enrique Larreta, de padres uruguayos exiliados en Buenos Aires, era bisnieto del general Manuel Oribe, uno de los primeros presidentes de Uruguay. Se casó en 1902 con Josefina Anchorena, hija de Mercedes Castellanos y Nicolás Anchorena, y en la luna de miel se enamoró de España y su cultura.
Larreta eligió para construir Acelain los campos pedregosos y la cúspide de un cerro, en contra de la práctica de los estancieros pampeanos, que optaban por zonas no muy altas para protegerse del viento.
Aunque residían habitualmente en la quinta de Belgrano, regalada a su hija por Mercedes (hoy Museo Larreta), pasaban largas temporadas en el campo, también heredado de la familia Anchorena.
Toda la zona de servicio de Acelain recrea una aldea vasco española. El estilo arquitectónico de la casa principal, en cambio, recuerda los tiempos del Renacimiento en España y la época de Felipe II, tan admirado por Larreta. Tanto su arquitectura como su decoración reflejan el arte mudéjar, utilizando como modelo el Generalife de Granada.
El viaje continúa en la estancia Bella Vista, fundada por Ramón Santamarina en 1880. El hombre nació en Orense, España, en 1827, y su vida fue signada por la tragedia. Su padre, deprimido, se suicidó frente a él en el Faro de Hércules de La Coruña. Quedó huérfano y vivió en un orfanato hasta que, a los 17 años, se embarcó a América.
Comenzó a trabajar en el puerto de Buenos Aires tirando carretas con su propio cuerpo. Luego viajó a Tandil, entre 1842 y 1846, conchabado como boyero. Empleado como peón en la estancia San Ciriaco, se independizó un año y medio después y, de a poco, comenzó a montar su empresa de traslado de mercaderías en carretas desde Tandil hasta Buenos Aires. Llegó a tener 26 establecimientos, 120.000 vacas y 700.000 ovejas.
La estancia Bella Vista presenta un casco ítalo-pampeano, de 30 habitaciones y 16 baños, que convergen a un patio interior en galería. La primera carreta de Ramón puede verse en un cuarto vidriado en el jardín lindero. Santamarina escribió más de 2000 cartas, que se conservan sus descendientes. Algunas fotos, ubicadas estratégicamente sobre las paredes del living del casco, permiten visualizar los recios personajes de esta historia.
La visita culmina en la estancia Siempreverde de Barker, a pocos kilómetros de Tandil, donde Horacio Foster y Carolina Anchorena reciben a los viajeros con caballos listos para alcanzar la guarida de los zorros o el Cerro de la Virgen, entre otros lugares preciosos a los que también se accede a pie. Un pequeño lago despunta el vicio de los pescadores.
Las escapadas de tres días y dos noches están pensadas "para compartir juntos una de las zonas más lindas de la provincia, con historias muy particulares", concluye Santamarina.
Firpo, un bar con toda la magia
En la bajada del parque tandilense, el bar Firpo se destaca por la humildad de su fachada ladrillenta y la tímida luz que se escapa por los ventanales de la esquina de 14 de Julio y 25 de Mayo. El crujir de los listones de madera que conforman el piso del local, emparchado con un trozo de chapa de zinc, la caja y los exhibidores de botellas mantienen el estilo desde 1908, cuando abrió.
Luego de pasar por cuatro dueños, hace 35 años que el bar Firpo es atendido por los hermanos Algañaraz. "El nombre viene del boxeador y fue bautizado así en 1924", dice Lucio Algañaraz.
Una escalera que termina en punta parece sostener los estantes ocupados con botellas de marcas casi desaparecidas, como El Zaragozano o un exótico y añejo Milea, atrapados entre paredes de color crema y celeste.
El boliche cuenta con tres puertas laterales y una en la mitad de la esquina, bordeada por un cordón de piedra que ostenta un par de argollas, en las que anudaban los cabestros de sus caballos los reseros, tamberos y paisanos de la zona.
Considerado patrimonio cultural de Tandil, Firpo conserva en sus recovecos restos de historias locales y también fue, cuentan, el refugio donde se amparaba a algún gaucho huyendo de la Justicia por no tener papeles al día.
Las cuatro o cinco mesas irregulares de madera y fórmica, un puñado de sillas y banquetas de dudoso parentesco, los ceniceros dorados de metal, las flores y la radio de plástico confirman un admirable eclecticismo criollo conservado con limpieza y prolijidad.
Alejandro Schang Viton
Para agendar
Programa básico de dos noches/ tres días, con media pensión, alojamiento en La Asunción (casa del lago), visita a las estancias Acelain y Bella Vista, día de campo en la estancia Siempreverde u opcional de golf en Valle Escondido. Visita a Epoca de Quesos y cerro El Centinela, sin traslados: $ 590 por persona. Los viajes, que salen con un mínimo de seis pasajeros, son personalizados y con guía en las estancias.
Informes: Diego Santamarina y Asociados.
Por Silvina Beccar Varela
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