

PURMAMARCA, Jujuy.- Hacia el mediodía, cuando los niños dejan atrás la puerta de la Escuela Nº 21 Pedro Goyena, la plaza se transforma en el gran corazón de este apacible pueblo. Unos 30 colegiales de la única escuela primaria de Purmamarca se disponen a pasear sus sonrisas, sus ojos marrones como café y sus rostros cobrizos. Se mezclan entre las mujeres que sacan a lucir los matices de sus telares, las que ofrecen empanadas de humita o tamales, y las que llenan el ambiente con el sonido de las quenas.
Bajo el sol sincero del Altiplano, en este tibio movimiento que enmarca la plaza, Purmamarca y sus 340 habitantes exponen, en cada rasgo, una herencia lejana que aquí hace eco y ostenta su orgullo. Se trata de un pequeño poblado indígena fundado en el siglo XVI, a orillas de la ruta 52, a sólo 65 kilómetros de San Salvador de Jujuy.
Es uno de los más emotivos escenarios que ofrece la Quebrada de Humahuaca y mantiene intacta su estructura de villa colonial a los pies de un cerro llamado de los Siete Colores, en alusión a la variedad de sedimentos que se distinguen en las laderas.
Aquí, como en pocos lugares, puede percibirse el misticismo cotidiano de sus habitantes inmersos en una calma inalterable; levantando las siembras de maíz, tejiendo a mano lana de oveja, o bien bajando los panes de sal a lomo de burro desde las Salinas Grandes.
De arte e historia
Una capilla y un algarrobo parecen ser los que más tienen para relatar acerca de esta localidad que en voz aymará quiere decir pueblo de tierra virgen.
La primera fue levantada en 1648 y el segundo plantado hace más de cinco siglos; uno al lado del otro, por supuesto, frente a la plaza.
Consagrada a Santa Rosa de Lima, la pequeña iglesia alza su única nave y su campanario lateral, exponiendo una colección de pinturas con la vida de la patrona de Purmamarca y una Pietà de la escuela cuzqueña.
El algarrobo, un desmesurado tronco de ramas abiertas y copa extendida por encima de los techos, fue sede de la histórica reunión del cacique Diego Viltipoco con sus pares, en la que decidieron resistir a los colonizadores. Paradójicamente, también bajo su sombra el guerrero omoguaca cayó prisionero de los españoles.
Como si brotaran de la tierra, la mayoría de las 100 viviendas de Purmamarca mantiene su base de ladrillos de barro. Las puertas siempre están abiertas, igual que la predisposición de la gente para comunicarse con los visitantes. Cualquier ocasión es buena para escuchar un relato añejo o una leyenda bajo la generosa arboleda.
Al igual que en todos los pueblos de la quebrada, el cementerio contempla el caserío desde la altura.
Las cruces de madera, inclinadas en las laderas y cubiertas de flores tiemblan con el viento. Desde allí, la panorámica envuelve las formaciones vecinas, los techos de paja y los cultivos lejanos. Vale la pena alcanzar esta terraza, y luego continuar con el recorrido de los colorados; un circuito que bien puede hacerse a pie, por montañas con curvas suaves de rojo fuerte, originarias de la era mesozoica.
Algún licor casero en la hostería de Purmamarca, entre manualidades de plata y reproducciones de obras pictóricas cuzqueñas, es otro de los tantos placeres sencillos que merecen saborearse en este sitio tan claro, que sin secretos ni grandes novedades, sabe envolverse con una serena simpleza.
Datos útiles
Cómo llegar
- Desde San Salvador parten 12 ómnibus diarios hasta Purmamarca. El precio del viaje es de 4 pesos. El mismo trayecto en auto cuesta alrededor de 20 pesos.
Alojamiento
- Frente a la plaza se encuentra el único hospedaje del pueblo. De nombre La Posta, ofrece habitaciones para 3 personas a un precio de 45 pesos diarios. También allí funciona un restaurante de comidas típicas. Un almuerzo para 2 personas cuesta alrededor de 20 pesos.
- Dado el aumento de los visitantes, algunos lugareños tienen habitaciones que rentan. El precio ronda los 20 pesos diarios.
Clima
- La temperatura media anual en San Salvador de Jujuy es 16,5ºC.
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