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Qué soy yo sin ti. Una historia con recursos clave para atravesar un duelo

¿Cómo se sigue adelante cuando alguien que amamos ya no está? En este texto personal, Julia Coria comparte algunas herramientas para lograrlo.


Claves para entender el duelo.

Claves para entender el duelo. - Créditos: Freepik.es



Mi primer recuerdo de sentir miedo me lleva a una madrugada de mis cinco años, a una casa cerca del mar. Me desperté temblando. Acababa de soñar que mi abuela –que, en mi caso, oficiaba de abuela y de mamá y papá– se moría porque la había pisado un coche. Mi pesadilla se hizo realidad casi cuarenta años más tarde, el año pasado, salvo que no hubo accidente y mi abuela, en plena pandemia, se murió de viejita.
Señora, tuvo abuela hasta los 43 años, ¿de verdad va a hacer un berrinche? Bueno, podría intentar abstenerme, hacer el cálculo de que mi abuela se murió a los 97 mientras que gente de todas las edades se muere masivamente a causa del covid. El cálculo racional, sin embargo, no aplica a las emociones. Me entristecí al infinito. Pero como no era mi primer duelo, se me ocurrió emplear mi expertise para atravesarlo bien. Sabía que no había la menor chance de eludirlo. Cancelé todos mis compromisos de la semana, me dejé mimar, me dediqué a escribir.
Y en eso estaba cuando mi hija mayor hizo un video sobre su bisabuela. Intercaló imágenes de ella, y de fondo leyó un fragmento de un libro de Judith Butler. Fue con ese texto que comprendí de qué se trataba la naturaleza de mi dolor. Con la voz de mi hija, Judith decía así: “Tal vez un duelo se elabora cuando se acepta que vamos a cambiar a causa de la pérdida sufrida, probablemente para siempre. Quizás el duelo tenga que ver con aceptar sufrir un cambio (tal vez debiera decirse someterse a un cambio) cuyo resultado no puede conocerse de antemano. Sabemos que hay una pérdida, pero también hay un efecto de transformación que no puede medirse ni planificarse (...). No es como si un ‘yo’ existiera independientemente por aquí y que simplemente perdiera a un ‘tú’ por allá (...). Si bajo estas condiciones llegara a perderte, lo que me duele no es solo la pérdida, sino volverme inescrutable para mí. ¿Qué ‘soy’ sin ‘ti’? Cuando perdemos alguno de esos lazos que nos constituyen, no sabemos quiénes somos ni qué hacer. En un nivel descubro que te he perdido a ‘ti’ solo para saber que yo también desaparezco”. Me pierdo al perderte. ¿Quién soy yo ahora? Algunas noches, mientras preparo la cena, me falta nuestra conversación nocturna, ese paréntesis en el que yo, al contarle mi día a mi abuela, me lo contaba a mí. Le hablaba de mi trabajo, de mi marido, de los chicos, del libro que estuviera leyendo. Ella me contaba novedades de los parientes con los que había hablado a su vez, me avisaba qué cumpleaños se avecinaban, a quién no debía olvidar saludar. Hay algo en esa ausencia suya que es, en realidad, mi propia ausencia. La nena que fui y que se despertó aterrada: no solo temía quedarse sin abuela, temía ser desnietada, desdibujarse, dejar de ser.
Hace algún tiempo empecé a reproducir para mí misma ese racconto diario que antes compartía con mi abuela: cuando repaso en mi mente los pormenores de la cotidianeidad mientras rallo una zanahoria para la cena, empiezo a darle una respuesta a la pregunta de quién soy yo sin ti. Pienso además que este duelo mío se encuadra en el contexto de muchos otros, propios y ajenos. Mi hija, la que hizo el video, terminó la secundaria en 2020, y sus planes de último año (con fiesta, viaje & co.) debieron descansar en paz. Cosa que, por otra parte, fuimos comprendiendo de a poco, como se sabe: promediamos el año pensando que todo pasaría al fin, y cuando al fin se hizo evidente que mejor duelar también esas ilusiones, las etapas del duelo se siguieron casi como en un manual. Hubo negación –¡no hay ninguna chance de que la cuarentena dure todo el año!–; hubo tímidos intentos de negociación con el hecho de que, efectivamente, 2020 sería un año sin escuela; hubo encono y tristeza; y al cabo, hubo (¿había otro remedio?) aceptación.
¿Qué soy yo sin ti? ¿Qué soy yo sin mis proyectos? Y entonces, naturalmente, empezó la reconstrucción. ¿Qué soy yo sin la certeza que me daba tenerte? Soy incertidumbre, barajar y dar de nuevo. A mediados de año, mi hija se convirtió en estudiante universitaria al rendir por adelantado sus primeros exámenes en modalidad virtual, y profundizó sus estudios de idioma con miras a un nuevo plan: estudiar en el extranjero. Hace tiempo que en casa el mantra es “si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Por favor, no tomen esto como un “si sucede conviene”: en casa no nos privamos de carajear fuerte a la hora de perder. Casi diría que es un imponderable. “¿Qué soy yo sin este proyecto que amaba y que acabo de enterrar con el dolor y la contrariedad más rotundos?”. Soy la que se tomó el tiempo para llorar y despotricar contra el cosmos y, hecho eso, acá estoy, pico y pala: esto no se rearma solo, aunque esta vez, si no hay más remedio, tendré que ser yo sin ti.
*Julia Coria es socióloga y escritora, autora de todo nos sale bien. @unajuliacoria.

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