La noche fue pacífica. No feliz, pero pacífica.
Ayer llevé a Luján a la psicóloga. A la salida los llevé a todos a tomar el té y volvimos a casa.
Le había mandado un mail a Nicolás, avisándole que a la noche tenía una comida con amigas. No me respondió.
Cuando llegó, le pregunté si lo había recibido, a lo que respondió: "Sí sí, solo necesito saber a qué hora te vas, para ver si salgo a correr o no". Había tiempo, así que se fue. Nunca me dio un beso. Ni cuando llegó, ni cuando se fue.
Me cambié y salí. Llamé en un momento para ver cómo estaba todo, pero no atendió. No comprendo este temita de no responderme los llamados. En fin.
Volví bastante temprano. Los chicos dormían y él estaba en el living, con la compu. Lo saludé y me senté.
Me dijo: "Yo sé que tendríamos que hablar, pero no tengo ganas. No tengo energía y nunca me parece un buen momento. Te pido disculpas por tardar tanto, pero necesito más tiempo".
No me quería pelear. No quería irme a dormir con violencia contenida. No quería llorar.
Le dije: "Como quieras, me voy a dormir, hasta mañana".
"Ahora voy", me dijo, pero no me enteré de cuándo subió.
Fea forma de terminar la semana.