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Quito, una capital a la altura

Desde la mitad del mundo, la capital ecuatoriana quiere ganar el centro del mapa turístico latinoamericano con argumentos que van del valioso casco histórico a la nueva escena gastronómica


Créditos: Quito Turismo



A pocos kilómetros de la línea del Ecuador, Quito podrá estar desde siempre en la mitad del mundo, pero no necesariamente ha ocupado una posición tan central en el mapa turístico de la región. Sin embargo, la capital andina, rodeada de volcanes, con sólo dos millones de habitantes, se está poniendo al día. Su centro histórico, único en América latina, mantiene el mismo atractivo, pero el interés se amplía considerablemente con la reivindicación del color local y una nueva escena gastronómica, entre otros argumentos. Como estas diez razones para que Quito sea la ciudad latinoamericana a (re)descubrir en 2016.

1 Avenida Volcán

Llegar a Quito es muy sencillo. Hay que tomar la Avenida de los Volcanes en dirección hacia el Cotopaxi (muy fácil de ver, con sus 5897 metros), pasar el cráter del sugestivo Reventador, rodear el inactivo Pululahua y seguir derecho hasta el intermitente Wawa Pichincha, sobre cuyas laderas se despliega la capital ecuatoriana. Nadie se puede perder.
Lo de avenida se refiere a una sucesión de más de 70 volcanes a lo largo de 300 kilómetros de territorio ecuatoriano, así bautizada por Alexander Von Humboldt, que exploró esas tierras a principios del siglo XIX. Algunos, inactivos; otros no, como el Cotopaxi, el más conocido y visitado, que en los últimos meses volvió a humear luego de nada menos que 125 años de sueño, poniendo a Quito y alrededores en moderada alerta.
El Cotopaxi, uno de los volcanes activos más altos del mundo, queda a unos 50 kilómetros de la capital. Visitarlo es una de las excursiones clásicas desde Quito, pero debido a este amenazante despertar el parque nacional donde se encuentra estuvo cerrado hasta reabrir parcialmente esta semana. Su silueta cónica, perfecta, coronada de blanco, en el horizonte, es parte de la identidad de Quito.¿Tanta presencia volcánica condicionará de algún modo la personalidad quiteña?

2 El centro colonial

Quito puede jactarse del centro histórico más extenso y mejor conservado de América latina. Evidentemente, la ciudad hizo algunas cosas mejor y (lo más importante) antes que otras capitales de la región. Así, el casco antiguo luce preservado, pero no como un museo. Sus calles respiran vida cotidiana y no son (sólo) un circuito turístico bien iluminado y con cartelería bilingüe, bendecido por la Unesco. Abundan por sus simétricas cuadras las construcciones del siglo XIX, con techos de teja y pequeñas plazas casi de aldea, edificios republicanos, monasterios y, sobre todo, iglesias, muchas iglesias entre barrocas y góticas.

3 La ciudad de las cruces

Se puede hacer la prueba. En el centro de Quito, si uno se para en la entrada de cualquier iglesia seguramente verá otro templo a poca distancia. "¿Dónde queda su hotel? ¡Al lado de la iglesia!", dice un chiste local, a propósito de las casi cuarenta iglesias que bendicen el centro. Testimonio del profundo catolicismo de los ecuatorianos, el fenómeno es más claro que nunca en la calle García Moreno, también conocida como la Calle de las Siete Cruces, sobre la que se cuentan en pocos metros siete iglesias: Santa Bárbara (de 1550, pero restaurada luego del terremoto de 1987), La Concepción (de 1575), la Catedral (1564), la iglesia de El Sagrario (1699), la Compañía de Jesús (1613), el monasterio del Carmen Alto y la capilla de San Lázaro.
En el altar mayor de la iglesia de San Francisco se venera a la Virgen de Quito, también conocida como la Virgen Danzante y como la Virgen de Legarda y como la Virgen del Apocalipsis y como la Virgen Alada. Porque tiene la particularidad de llevar alas, como un ángel, además de corona y una serpiente a sus pies. Y es la misma que, en versión extra large de treinta metros, domina toda la ciudad desde la cumbre del cerro Panecillo.
La Virgen del Panecillo es una estructura cubierta de láminas metálicas. Por una entrada de un dólar, se puede ascender por su interior hasta un mirador y una interesante muestra de fotos que documenta la proeza de su instalación en 1975. Es un lugar estratégico para apreciar la ciudad, particularmente el centro histórico, con su traza geométrica y sus cúpulas y plazas. Después, también se puede comer bien, a los pies de la Virgen Alada, en el restaurante Pim's, con una vista no menos panorámica.

4 Plaza, parque, aeropuerto

Comparada con otras en capitales latinoamericanas, la principal plaza de Quito es más bien pequeña, pero también verde, cálida y agradable como un jardín. Alrededor de la Plaza de la Independencia se encuentran los palacios Arzobispal, Municipal y de la Curia, junto con la Catedral Metropolitana. Y el Palacio de Carondelet, la sede del gobierno. Con una curiosidad: en su frente, bajo una galería y a los lados de su gran entrada principal, se ubica una variedad de locales comerciales, como una peluquería y varias tiendas de souvenires, como parte del mismo consorcio que actualmente integra el presidente Rafael Correa.
Además de grandes espacios verdes como la Alameda y la Carolina (donde están el Jardín Botánico y el Museo de Ciencias Naturales), un parque público imperdible es el del Bicentenario, que tiene la originalidad de ocupar el predio del antiguo Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre, en funciones hasta 2013. Desde su reemplazo por el Nuevo Aeropuerto Internacional, en Tababela, 18 kilómetros al este de la ciudad, las antiguas pistas ahora se aprovechan para correr y andar en bicicleta.

5 Menú completo

La gastronomía es el frente en el que más se nota el hambre por recuperar terreno respecto de otras capitales. Sus argumentos más fuertes para alcanzar el objetivo están en la calidad de los productos y en una camada de nuevos cocineros. Como Andrés Dávila, el talentoso chef de Casa Gangotena, uno de los mejores hoteles de la ciudad, con 31 habitaciones en un destacado edificio republicano junto a la plaza de San Francisco. Con seis tipos de pasta de ají, cuatro variedades de ceviche, sopa de locro, rolls de llama y otras maravillas, el menú degustación de su restaurante es el resumen de un festival gastronómico completo. Urko, cocina contemporánea con ingredientes ancestrales, es otro de los recomendados.
El mercado de San Francisco es el lugar para experimentar sabores locales en estado puro. Como el tomate de árbol, la granadilla y el babaco (tamaño pelota de rugby), el pepino dulce y la naranjilla, ácida y fundamental para el canelazo, clásico trago ecuatoriano, caliente y fuerte. Y maíz y muchas papas, de las que Ecuador puede alternar entre unas 700 variedades.
Para ir más allá de la degustación, Quito se suma también a la tendencia casi global de las clases de cocina exprés, diseñadas para turistas. En Achiote, por ejemplo, antes de sentarse a comer, los comensales pueden ponerse el delantal, pasar a la cocina y desentrañar los secretos de los ceviches ecuatorianos, tanto de la costa (más ligero, con camarones y tomate) como de la sierra (más denso y espeso). Achiote está a sólo un par de cuadras de la ruidosa Plaza Foch, destino seguro de quien busque salir de bares en la noche quiteña.
La Plaza de la Independencia y el Palacio de Gobierno

La Plaza de la Independencia y el Palacio de Gobierno

6 Una especie de magia

Como no sólo de comer vive el hombre, el mercado de San Francisco es conocido también por su completa oferta de medicina alternativa. Muy alternativa. Detrás de las frutas, verduras y carnes, hay un sector de puestos de curanderas que ofrecen limpias. Por diez dólares, las expertas resuelven problemas de salud, dinero y amor, untando con pociones especiales, pétalos de rosa, hierbas del monte y otros ingredientes. Efectiva o no, la limpia es otra de las experiencias quiteñas.

7 Café & cacao

Entre los productos ecuatorianos de exportación están las rosas. Se producen en tal cantidad que por la ciudad se las puede conseguir por docenas a precios irrisorios. Por eso dicen que enamorarse en Ecuador es mucho más barato.
Y si los enamorados quieren regalarse chocolates, también están en el lugar correcto. La calidad del cacao ecuatoriano es reconocida mundialmente. Sobre todo, en los últimos tiempos, gracias a la proyección internacional de Pacari, compañía que cuida desde la recolección de la pepa hasta la producción de la barra, trabajando con 3500 familias de productores (nadie con más de cinco hectáreas) en distintas zonas del país, fundamentalmente en la Amazonia. Con no menos ojo para el marketing, Pacari ya se exporta a cuarenta países y ha recibido todo tipo de premios por variedades negrísimas (siempre arriba del 60 por ciento de cacao) o tan experimentales como las de sal de los andes, ají o hierba luisa.
El café le sigue al cacao en el ranking de exportaciones ecuatorianas. Galleti es una de las marcas con mejor reputación. A metros de la Plaza de la Independencia, sobre la calle Venezuela, Galleti y Pacari abrieron en agosto un local común de venta y degustación de sus productos.

8 Guayasamín

Algunas ciudades se identifican claramente con la obra de un artista en particular. Es el caso de Quito con Oswaldo Guayasamín (1919-1999). De líneas expresionistas y temas humanistas, en series explícitas como La Edad de la Ira y La Lucha del Indio, el pintor quiteño tiene a esta altura carácter de marca país. En la capital, su legado se puede ver tanto en los muros del Palacio de Gobierno y del Congreso Nacional como en remeras y suvenires. Pero, sobre todo, en el Museo Guayasamín y la Capilla del Hombre, complejo cultural en el predio de la casa donde el artista vivió y trabajó muchos años, en el barrio Bella Vista, junto al Parque Metropolitano.
Allí se exhibe no sólo obra de Guayasamín sino también piezas de su colección personal de arqueología y arte colonial. En el patio, bajo la sombra del Árbol de la Vida descansan los restos del maestro mientras que sus cuatros se muestran en la Capilla del Hombre, una especie de templo iluminado por la Llama Eterna por la paz y los derechos humanos.

9 Lo artesanal

En el centro histórico de Quito no sólo se mantuvieron los edificios. También tradiciones, oficios y conocimientos han quedado a resguardo. El sitio para atestiguarlo, con un simple paseo, es Ronda, peatonal de piedra que se extiende por unos cuantos metros entre dos puentes. A cada lado de la calle, se alinean casas coloniales, de adobe, en dos plantas, con balcones y flores. Visitarlas es descubrir una variedad de tiendas y talleres alrededor de patios con aún más flores, perfumes e historias.
Los instrumentos musicales coloreados con técnica Tigua, la sombrerería Humacatama, la hojalatería Silva, los mil trompos de madera de Gerardo Zabala y los helados de Dulce Placer (mojito, chocho y colada morada, en el menú) son algunos de los hallazgos posibles. Junto a prodigios como los increíbles bargueños de José Luis Jiménez Arteaga (casa 989), en madera de ciprés, nogal y cedro, con más de una decena de cajones secretos.
Artes y oficios que vuelven

Artes y oficios que vuelven

10 En la mitad del mundo

Ecuador le debe su nombre a la ubicación sobre el paralelo 0°. Y bien que lo ha aprovechado para atraer y entretener turistas. A 30 kilómetros del centro de Quito, en la provincia de Pichincha, se encuentra la Ciudad Mitad del Mundo, un verdadero parque temático consagrado a esta particularidad geográfica, con un museo etnográfico ecuatoriano, una buena cantidad de tiendas de regalos y el monumento a la Mitad del Mundo, plantado sobre una línea amarilla en el suelo, que en teoría representa al Ecuador. Aunque los GPS lo desmienten automáticamente, nadie se priva de sacarse fotos saltando, acostados en el piso o, el hit, con un pie a cada lado de la supuesta latitud 0.
Frente a la Mitad del Mundo, la novedad es el edificio de Unasur, inaugurado el año último con el nombre de Néstor Kirchner (su estatua custodia la construcción), primer secretario general del organismo. Tan moderna, casi tecno, que la rebautizaron popularmente como El Transformer, la sede es un proyecto del arquitecto Diego Guayasamin, sobrino del famoso pintor.
A minutos de la Mitad del Mundo, espera otra atracción para los interesados en el Ecuador: el Museo Solar Intiñán, creado en 1989 como alternativa a la Ciudad, pero tampoco exactamente sobre la línea equinoccial (aquí, pintada en rojo). La visita guiada incluye demostraciones de dudoso rigor científico, pero constatable cualidad lúdica, como intentar parar un huevo o descargar un balde de agua para observar si gira hacia un lado u otro.

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por Redacción OHLALÁ!


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