
BABILONIA, Irak (The New York Times).- Tras décadas de dictadura y un pobre mantenimiento, Irak celebra su renovada soberanía en el sitio arqueológico de Babilonia.
Hace mucho que el tiempo erosionó los ladrillos secados al sol que dieron forma a la antigua Babilonia, la ciudad de Hammurabi y Nabucodonosor, donde el profeta Daniel leyó la escritura en el muro y murió Alejandro el Grande.
Los arqueólogos colonialistas empacaron sus tesoros y se los llevaron a Europa hace un siglo. Saddam Hussein reconstruyó el sitio según su propia imagen megalómana. Las tropas estadounidenses y polacas lo convirtieron en un campo militar, cavaron trincheras y llenaron barricadas con tierra salpicada de fragmentos de una civilización de la época bíblica.
Ahora, el gobierno provincial de Babil tiene el control de Babilonia -ilícitamente, según el Consejo Estatal de Antigüedades y Patrimonio- y abrió un parque junto a un ramal del río Eufrates, sitio que atrae ómnibus llenos de visitantes.
Cobran entrada por visitar el cascarón saqueado del grandioso palacio que construyó Saddam en los años 80, junto a la colina sobre la cual se halla. Amoblaron una serie de edificios de la época de Hussein y alquilan las habitaciones. Por 175 dólares la noche, los iraquíes pueden pasar su luna de miel en una habitación que, según dicen, fue una de las recámaras de Saddam.
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