

Otra vez fui a Córdoba con mi hija Mercedes, esta vez para ver la Córdoba de los jesuitas.
En 1588 se radicaron en la ciudad de Córdoba. Allí está la Manzana Jesuítica, con lindas obras de la arquitectura religiosa barroca de la Colonia. Fuimos hacia Jesús María, nuestra primera meta, donde la estancia Caroya perdura casi intacta. Luego de haber sido residencia de verano de los alumnos del Colegio Montserrat, tras la expulsión de los jesuitas fue fábrica de armas para el Ejército del Norte.
Después nos dirigimos a la estancia Jesús María, de construcción colonial y anchísimos muros, que transmiten el poder y la paz a través de los siglos. La capilla, ahora vacía, es una maravilla en acústica. Seguimos viaje a Santa Catalina, donde está, para mí, la más hermosa iglesia de las construcciones jesuíticas. Aunque ahora reconstruida, no tiene el encanto de la primera. El altar mayor es obra de verdaderos artesanos del Alto Perú. La estancia de Alta Gracia, nuestro último destino, es de 1643. Los muros circundantes, la puerta de acceso, el tajamar a su lado, la iglesia con estilo barroco y los colores del tiempo pasado nos brindaron una visión de muchos siglos. Tuvimos una excelente muestra de lo que fue el paso de la Compañía de Jesús. Dejamos visitas para otro viaje, como el legado a los franciscanos y la continuación de su obra.
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