S EVILLA.- En estos días toda España es una fiesta. Y el estado de ánimo propio de una celebración ya se siente en las calles de Sevilla, Salamanca, Avila, Segovia y Cuenca. Porque tanto en el Norte como en el Sur, sobre el Mediterráneo o a lo largo del límite con Portugal, el tiempo de Semana Santa se vive a pleno.
Cofradías, pasos, cereros y otras palabras extrañas al lenguaje coloquial ganan el aire, que huele a preparativos para algo grande, una ceremonia que dará de qué hablar.
Así es como cada año los españoles reciben este acontecimiento religioso que simboliza la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Si bien en cada lugar presenta particularidades, hay un distintivo que es común: la adhesión masiva de la gente. Todos participan. Directamente, como nazarenos que integran una procesión o como público, cantando, en silencio, pero siempre con la emoción a flor de piel.
Esta festividad religiosa atrae, año tras año, a viajeros de todo el mundo, que además tienen la posibilidad de recorrer los distintos circuitos turísticos españoles. En Andalucía, se incorporó a la conocida tradición católica de la Semana Santa la forma de decir, acaso exagerada pero muy sentida, propia de los andaluces. El resultado es inquietante y a eso se deba tal vez su fama mundial. En Salamanca, se suma el fervor de los jóvenes estudiantes, que aportan cada año nuevos ingredientes a esta antigua tradición de las hermandades, que las lleva a desfilar por las calles venerando su imagen.
Cercanas a la capital estudiantil, las ciudades de Avila y Segovia, también en la provincia de Castilla y León, proponen un recorrido ligado a la historia, la tradición y los manjares de esta zona de España.
En Cuenca, la Semana Santa fue declarada de Interés Turístico Internacional y el visitante comprobará que el nombre La pasión de los borrachos no es cuento y que realmente, después de unos vasos de resolí (licor), los cofrades muestran la alegría propia del alcohol.
Distintas ciudades, varias muestras de una costumbre que en lugar de apagarse lentamente, cada año está más viva.
Hermandades en procesión
Las protagonistas indiscutidas de la Semana Santa son las cofradías o hermandades. Con ese nombre se define a "agrupaciones de personas que con leyes o estatutos particulares, mirándose y tratándose como hermanos, tienen por objeto el ejercicio de actos piadosos".
Si bien se supone que su origen es aún más remoto, a partir del siglo XVI se las registra en el sur de España como cofradías penitenciales, y fue en 1521 cuando el primer marqués de Tarifa regresó de una peregrinación a Jerusalén, el antecedente más cercano que se conoce de las procesiones de hoy.
Aunque en sus comienzos las cofradías eran congregaciones reservadas, a través de los siglos se abrieron a la comunidad y, actualmente, la pertenencia a las mismas tiene que ver con el barrio en que uno habita, el gremio propio o la tradición de cada familia. En Sevilla, por ejemplo, son 57 las hermandades que traducen sus trabajos en desfiles procesionales que tienen lugar entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección; este año, entre el 5 y el 12 de abril.
Tal como en Valencia se confeccionan los ninots para las fallas y en Río de Janeiro se prepara el Carnaval, los trabajos de las hermandades consisten en preparar con dedicación infinita los pasos o estructuras de maderas nobles y pesadas, artísticamente labradas, donde se colocan las imágenes de sus respectivas parroquias. En efecto, no es una única imagen la que desfila. Cada cofradía cuenta, en general, con dos pasos; uno de ellos transporta la imagen de Cristo y el otro, la de la Virgen María. Los encargados de cargar sobre sus hombros los pasos son los costaleros, que hacen su tarea con tanto esmero que no es extraño oír el comentario: "Pero si parece que las imágenes caminaran".
La propuesta de esa semana de pasión, tanto para turistas como para sevillanos, es participar de la bulla superlativa que se experimenta en todos los rincones de la ciudad. La Semana Santa de Sevilla comienza hoy, a las 13.30, en el barrio del Porvenir con la salida de los nazarenos de la Hermandad de la Paz, fundada por ex combatientes. De ahí en más, las salidas se suceden y es preciso elaborar un plan de acción para no perderse las mejores, que inician sus recorridos desde distintas iglesias de la ciudad. Las imágenes que desfilan son de tamaño natural y fueron especialmente vestidas con túnicas y mantos de materiales exquisitos, finamente bordados. Se destaca también el valor artístico de las imágenes, que fueron realizadas por importantes escultores y datan de los siglos XVI y XVII.
El que no es local comprenderá sólo después de algunos días el fenómeno de los barrios enteros acompañando a su cofradía. Es decir que los que no son costaleros con una función específica, son nazarenos y los que no, simplemente vecinos que comparten la fe popular o no se quieren perder la fiesta.
Los nazarenos o miembros de una cofradía están uniformados de los pies a la cabeza, literalmente. Sólo los ojos quedan al descubierto. El turista que no está en el tema no puede evitar comentar el parecido de sus vestimentas con las utilizadas por los adeptos al Ku Klux Klan. Sin embargo, la extraña vestimenta tiene un origen muy distinto. Llevan túnicas y capas que proceden de los primitivos cofrades que imitaban las vestiduras de Cristo en su Vía Crucis. Los colores difieren según los distintivos de cada cofradía. ¿Y qué tiene que ver con Cristo ese gran bonete que llevan sobre sus cabezas?, se preguntarán los recién llegados.
"Ese gorro puntiagudo no es un bonete, se llama capirote -explicó Paco, un andaluz de pura cepa- y, según la tradición, es un sustituto de la corona de espinas que llevó Jesús." A paso lento y firme, la procesión avanza por las calles angostas y deja tras de sí una estela de devotos y curiosos, unos conmovidos por la fe y los otros por el espectáculo.
Tratándose de Andalucía, la música no podría estar ausente. Cada paso es escoltado por una banda con instrumentos de viento y percusión.
Varias hermandades desfilan a la vez, en distintos puntos de la ciudad, pero hay un momento en que cada una es protagonista. Se trata de la salida de su parroquia en peregrinación hacia la catedral. El Martes Santo malagueño, por ejemplo, es el día del barrio La Victoria por excelencia, ya que tres de las cinco hermandades que desfilan durante el día pertenecen a ese barrio.
Una de las salidas más difíciles de ver en Sevilla, por la cantidad de gente con el mismo propósito, es la de la Cofradía de La Candelaria, que se paseará por los Jardines del Tópico y los de Murillo al ritmo de tambores lejanos.
Es una creencia compartida que el Jueves Santo por la noche, cuando la Macarena, la Virgen más querida de los sevillanos, está en la calle, comienza para los devotos un momento de introspección y recogimiento que tiene que ver con el silencio.
De repente surge desde la multitud una voz ronca que le dedica una canción a la imagen de su devoción. Es una saeta, un cantar de origen desconocido, emparentado con el quejido del flamenco. Una vez que se identificó esta especie de oración o grito de dolor, el ruido se calma y un silencio claro se hace cargo del momento, "un silencio que sólo se puede escuchar si uno tiene alma de sevillano".
Dicen los andaluces que en la Semana Santa se mezclan alegría y pena, "porque cuando la semana llega, ahí mismo se empieza a ir".
Carolina Reymúndez